Sin cultura, no puede haber desarrollo…
A raíz del artículo “Modernización fiscal y pacto(s) colectivo(s) en nombre del Desarrollo Social” recibí diversos comentarios. En uno de ellos, hecho por un viejo amigo, se me indicaba que la parte en la que planteo: “Que el Estado es creación de la sociedad; y en consecuencia, expresa tanto las cualidades como las debilidades del origen cultural de su población” era interesante; pero que en contraposición a la falta de voluntad política esa expresión quedaba débil y que era necesario reforzar el tema cultural vinculándolo con la modernización del Estado. En aquel artículo definíamos que Estado ≠ Gobierno; El Gobierno es parte del Estado.
En consecuencia, he creído conveniente profundizar en la importancia de la cultura dentro del desarrollo de los pueblos. Como bien nos ilustra Jacinto Benavente: “La cultura es la buena educación del entendimiento”. Miguel de Unamuno: “… sólo la cultura da libertad; no proclaméis la libertad de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”, concluye el escritor y filósofo español. En el mismo orden de ideas: “La cultura es aquello que permanece en una persona cuando lo ha olvidado todo” del novelista, poeta y ensayista francés, Émile Henriot.
En el presente artículo, entenderemos por cultura: “La percepción que tenemos del mundo; vista como la forma en la que accedemos al otro, a la posibilidad que tenemos de llenar el espíritu –unos a otros- de una sensibilidad bondadosa; es la fuente de nuestro comportamiento y la herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad”. “Es el aprendizaje diario de la generosidad y del respeto común”. Tomado de Benjamín Carrión -CCE-. Si estos preceptos son válidos; entonces, la cultura es el eje transversal de toda transformación social.
Creo que la cultura como expresión y forma de vida de un pueblo, abarca también a la economía. La economía, como forma de producir y distribuir es una expresión cultural. La cultura económica incluye lo que se produce, pero fundamentalmente, cómo se produce y de cómo se distribuye ese producto. En ese sentido; el nivel de desarrollo cultural -responsabilidad social empresarial- determina, aunque no de manera absoluta, a una economía incluyente. Ausente en Guatemala. La sociedad está reclamando esa deuda histórica que su propio Estado ha propiciado. ¿Qué cosa? un modelo económico y social que ha demostrado ser ineficiente en el logro de un mejor bienestar social; y que cada vez, profundiza su nivel extractivo en detrimento de la sociedad. Es por eso que la cultura de nuestros pueblos, basada en la milenaria Cosmovisión Maya (holística, ecléctica y cosmogónica) clama por una modernización fiscal, por una reforma inaplazable de la ley electoral y de partidos políticos y presiona para que la ley orgánica del Congreso sea reformada ineludiblemente.
Para fortalecer la cultura y que cobre más vigencia, tenemos que llenarla de poesía, de música, de literatura y teatro; asimismo, robustecerla de sabiduría con el ejemplo de los hombres y mujeres que con hidalguía y prestancia construyen patria (Ej.: la clase obrera, los productores del campo, los migrantes con sus remesas, la academia y de todas aquellas personas y sociedades que con su accionar inspiran positivamente su entorno). Debemos entonces, poner en sus manos: el arte, la ética, la estética y la solidaridad; porque si para algo sirve la cultura, es justamente para eso, para sensibilizarnos y para hacernos más comprensivos e incluyentes. Como testimonio de la importancia de la cultura, a nivel intercontinental, permítaseme concluir citando un diálogo entre el acaudalado Paul Getty y el ministro de Cultura francés André Malraux que en conversación sostuvieran: “Getty dijo a Malraux que con las cantidades de dinero de su país; ellos, podrían construir varias ciudades iguales a París”. “Malraux después de una breve pausa…, contestó”: ¡Muy bien! ¿Y los siglos de cultura cómo los construirán? Fin.