El vacío que deja la Escuela Normal
Los antecedentes de la formación de maestros en Guatemala, se ubica en el período del Doctor Mariano Gálvez de pensamiento liberal quien inauguró la Escuela Normal de Primeras Letras. Proyecto pedagógico que fue silenciado por el dictador Rafael Carrera de claro pensamiento conservador antiliberal.
Fue a partir del año de 1875, que se reinician los estudios conducentes a formar maestros, bajo la Presidencia de la República de Justo Rufino Barrios y su Ministro de Instrucción Pública el positivista Marco Aurelio Soto. Se contó para la conducción de la nueva Escuela Normal Central de Varones, con el pedagogo cubano José María Izaguirre, que a su vez invitó como docente a José Martí quien nos legó el hermoso texto: “Y me hice maestro que es hacerme creador”, colocado en la puerta de entrada de este centro educativo.
La historia de la Escuela Normal después de este período liberal, ha tenido altibajos, como la incidencia negativa de Reyna Barrios quien la suprime y la articula con el Instituto que formaba bachilleres, similar de lo que sucede hoy día. Sin embargo, con la revolución del cuarenta y cuatro, ésta institución centenaria, cobra de nuevo energía bajo la orientación del educador Doctor Juan José Arévalo desde la Presidencia de la República. Se modifica el currículum y se inaugura el internado para estudiantes de provincia, lo cual fue anulado por el dictador Coronel Enrique Peralta Azurdia Arévalo, nos legó ese amor por la docencia en uno de sus libros titulado: La Inquietud normalista.
Ahora, nos encontramos bajo una realidad distinta en la cual, autoridades gubernamentales, desde el gobierno del general Otto Pérez y consolidado con el actual, decidieron suprimir de nuevo, las Escuelas Normales que por antonomasia han sido formadoras de maestros. En su lugar se orientaron por centros educativos a fin de titular bachilleres que los faculta para ingresar a la Universidad a realizar estudios de pedagogía y convertirse en los nuevos “profesores”. Suprimieron la formación de “maestros” en las Normales y se perdió el espíritu del normalismo.
Esta experiencia educativa obviamente tiene sus repercusiones a largo plazo. Debió de analizarse con detenimiento recorriendo por ejemplo, la historia de la educación guatemalteca y la impronta de la Escuela Normal en la sociedad. Recordemos que en educación una acción educativa alcanza mínimamente consecuencias negativas o positivas un período de al menos veinte años. Una carretera destruida, es fácil reconstruirla. En educación no es así. De ahí el cuidado que se debe tomar al asumir determinadas políticas educativas, porque esto tiene que ver con la integralidad del ser humano.
Sé que aún es temprano para llegar a conclusiones acerca de este hecho educativo en torno a la nueva formación de maestros. Pero los centros de investigación educativa que existen en algunas universidades, están obligados a profundizar en este tema por lo que deberían ya de estar abocados a darle seguimiento a este proceso y marcar el paso de lo que está sucediendo en las aulas, así como su inserción pedagógica en el sistema educativo educacional.
El legado del normalismo en Guatemala es profundo, de ahí que desterrarlo a partir de políticas educativas ligeramente asumidas, no es fácil. Recordemos que en las Escuelas Normales se forjaron las conciencias lúcidas que le dieron sentido a la educación en Guatemala, así como la presencia de grandes intelectuales. Este legado cultural no se puede archivar.