Columnas

Desnutrición infantil: vergüenza nacional

La fuerza moral de una sociedad se percibe por su vocación de servicio, respeto y tolerancia. Aun cuando parezca contradictorio con el tipo de vida que hoy llevamos, es una verdad que el ser humano aspira al ascenso de la vida.

De ahí que el desprecio por la vida no cabe en una mente sana y limpia, porque esto significaría, ni más ni menos, que condenar al género humano a su propia destrucción.

Desde esta manera de concebir la vida, es una vergüenza nacional que la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional, nos informe  que la tasa de desnutrición  aumentó en San Marcos, Huehuetenango, Sacatepéquez, Guatemala y Alta Verapaz. Así como el aumento de muertes por desnutrición crónica aguda  a nivel nacional y de estos, el 70% murieron en hospitales públicos.

La desnutrición infantil es uno de los dramas más profundos que nos han acompañado desde décadas, mientras que algunos sectores acomodados se  regodean con grandes tajadas de un pastel que tiene en su entorno familias enteramente famélicas.

Hoy conocemos los resultados de algunas investigaciones mundiales en las que niños hambrientos producen chocolates  y que algunos objetos de los teléfonos inteligentes son extraídos de las profundidades de la tierra por niños trabajadores que mueren tempranamente. Todo esto y mucho más cosas son las grandes vergüenzas del mundo entero. Y es el caso de hablar de Guatemala, en donde crecen abultadamente presupuestos en ministerios claves como el de agricultura, para promover la producción de alimentos y es lo que menos hacen.

Las altas autoridades del Ministerio de Agricultura  deberían de colocarse la mano en la conciencia y pensar con inteligencia, creatividad, con una mínima  inversión cívica y sensibilidad humana, en los campesinos para que produzcan los alimentos que la sociedad requiere. Un país que no resuelva el tema crucial de la seguridad alimentaria y su incidencia en la desnutrición infantil, no debería llamarse país. Un órgano del Estado que no pueda empujar programas sostenibles de economía campesina para resolver  problemas alimentarios es deficiente, porque  no aporta soluciones  concretas. Sólo burocracia y reuniones por doquier. Necesitamos acciones contundentes para tener niños y jóvenes saludables e inteligentes.

En el Ministerio de Educación aún está la llamada  refacción escolar. Ciertamente el Congreso de la República aprobó recientemente un costo mayor por alumno. Sin embargo, esto aún es insuficiente. La propuesta es la creación de los Comedores Escolares que por cierto  no es considerada con seriedad, y según nuestro criterio, es la mejor salida para atender adecuadamente, el problema de seguridad alimentaria de la niñez. Alrededor de esta iniciativa, se pueden nuclear  esfuerzos de los  Ministerios de Agricultura, Educación, Desarrollo Social,  Salud, acompañados por la Secretaría de Seguridad Alimentaria. O sea, un trabajo articulado en los que no se diluyan recursos debido a la desorganización gubernamental y orientada centralmente a la solución de un problema cardinal, como  es la desnutrición infantil. Algunos países hermanos ejecutan estos programas con  resultados positivos que inciden en una vida saludable.

La puesta en marcha  de los comedores escolares, es un hermoso programa de vida para los niños resolviendo de fondo, el problema central de la desnutrición infantil.

Centralmente el país requiere soluciones concretas. Los discursos ya perdieron contenido. Necesitamos acciones  bien orientadas, con sentido común e inversión cívica para superar esta vergüenza nacional, como  es la desnutrición infantil.

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