No señor alcalde, se equivoca
Las declaraciones del alcalde de la ciudad de Guatemala el pasado día jueves fueron en realidad, muy desafortunadas. Desafortunadas por su condición de funcionario electo pero además, desafortunadas por su condición de expresidente de la República. La función de un expresidente –dicho sea de paso- es precisamente, introducir algún sentido de moderación cuando el debate político nacional parece salirse de control
La apreciación con respecto al golpe de Estado, es equivocada y es un comentario demagógico. Porque cualquier estudiante de ciencia política sabe –dudo que un expresidente lo desconozca- la diferencia entre el procedimiento jurídico para desaforar a un presidente y, un golpe de Estado. Bastaría solamente preguntarle al expresidente Cerezo lo que fue vivir con el temor permanente en el sentido que cualquier día de la semana, se podría fraguar un golpe de Estado en razón que el estamento militar aún jugaba la carta del pretorianismo. Pero, la solicitud para que el Congreso de la República de Guatemala decida levantar la inmunidad al presidente Morales es algo muy diferente. En cualquier régimen presidencial, cuando hay indicios graves de corrupción en la gestión presidencial o en el proceso que llevó a la presidencia, se puede perfectamente hacer la solicitud del antejuicio y las instituciones resuelven. Eso es, democracia.
Precisamente, con esa lógica de razonamiento se esperaría que un expresidente reaccionaría. En lugar de presentarse de forma agresiva en el MP –para jugar la carta demagógica del nacionalismo- , el expresidente Arzú podría haber decidido mostrar la cara de estadista y la madurez que se espera en alguien que ya ostentó la magistratura más importante del país. Convocar a una conferencia de prensa, y si no puede tolerar a los medios (lo cual, por cierto, le equipara con todos los demagogos de izquierda) un simple comunicado en el cual hace saber que utilizará los mecanismos republicanos para probar su inocencia. Eso de amarrarse en la bandera para evitar responsabilidades es demagogia, sea Nicolás Maduro para evitar su responsabilidad en la rampante corrupción o sean, políticos guatemaltecos que no cree en la fiscalización de la función de gobierno.
De hecho, un punto donde liberales y republicanos pueden encontrar discurso común es en términos de recordar que el poder absoluto corrompe de forma absoluta. Lo cual quiere decir que un funcionario electo que por lo general no es ´abierto´ a los medios, que es autoritario en su gestión, que no legitima ninguno de los mecanismos de fiscalización existentes es muy posible que caiga en actos de corrupción. En razón de los pocos incentivos para sentirse fiscalizable, cualquier liberal y cualquier republicano no deberían ni asustarse o indignarse por las acusaciones contra el expresidente Arzú.
Para quienes consideramos que nadie es superior a la ley, para quienes creemos que el poder absoluto, sin límites, sin el sentido de responsabilidad ante el electorado es el virus que corroe las democracias, para quienes pensamos que la lógica patrimonialista del Estado (el Estado es un botín al cual acceder, sin importar las formas) es el germen que destruye la democracia, para quienes entendemos así la realidad, el combate frontal a la corrupción no es una amenaza sino algo que celebrar. En la perspectiva de cualquier ciudadano que paga impuestos, y que en serio defiende el sentido republicano, no se puede tolerar que la riqueza con la cual yo contribuyo (pagar impuestos es la contribución ciudadana más importante) sea utilizada de forma personalista por los funcionarios electos.
Así inicia la defensa de la República y no con demagogia nacionalista al estilo chavista.