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Prohibición de financiamiento del Gobierno por el Banco Central: una apreciación ordoliberal

En Guatemala se critica mucho el hecho que los banco privados lucran con la deuda pública.  Es cierto, eso pasa.  No obstante, la solución a ese problema señalada es la receta facultada, como regla general, por la escuela ordoliberal.  El ordoliberalismo aboga por la disciplina fiscal [y monetaria] y el rechazo al endeudamiento público como práctica habitual.  Lo peor que podría hacerse en un contexto tercermundista de instituciones débiles es dejar que un banco central del Estado financie el gasto público.

Por su influencia alemana, y la experiencia vergonzosa que tuvo ese gran país con la híper inflación, el marco filosófico de la Economía Social de Mercado, bien fundamenta en sus bases ordoliberales, aboga por una política monetaria muy estricta y conservadora.  Solo con “dinero duro”, “dinero sano” se puede garantizar la imposibilidad de espirales inflacionarios que distorsionan el mecanismo de precios libres.  El ordoliberalismo afirma claramente que, sin un mecanismo de precios libres, no puede funcionar una economía de libre mercado.

Muchos economistas señalan que países como Estados Unidos han tenido éxito con políticas monetarias laxas.  Hablan básicamente de simplemente de imprimir dinero.  Esto se puede tomar como cierto, por el momento, algunos países lo han hecho con éxito temporal, pero en contextos poco replicables.  En primer lugar, Guatemala no es Estados Unidos, una potencia hegemónica cuya dominancia política, económica y militar hace que muchos países quieran utilizar su moneda.  Para los países de la región, habría que ser prudente y considerar lo siguiente.  Si bien todo caso de política monetaria laxa no ha conducido a la híper inflación, todo caso de hiper inflación ha derivado de una política monetaria laxa.

Podemos ver el tema con los casos de América Latina, una región donde se han dado sonados de hiperinflación, y no solo con países pequeños, sino con países grandes como Bolivia, Brasil, Perú, Venezuela, países grandes de la región que han visto tasas de inflación por encima del 1,000% anual, a fin de año.  En el periodo de 1985-1990, Bolivia registró inflación anual a fin de año de mas de 8,170%! Brasil casi 1,973%, Perú, 7,650! y Venezuela 1,133%. Estas cifras de hiperinflación hacen que las tasas de alta inflación de más de 20%, incluso 100% que se vieron en otros países en estos tiempos parecieran bajas.

En cada uno de los casos de hiperinflación, la razón fue la política monetaria laxa de parte de los bancos centrales, que en aquellos tiempos no eran independientes de los gobiernos centrales.  Los bancos centrales financiaban el gasto público de los gobiernos centrales.  En todo esto, los fenómenos inflacionarios fueron acompañados por episodios de grandes déficits fiscales y endeudamiento público insostenible. Lo peor es que mucha de la deuda pública era a corto plazo.

Según datos del Banco Mundial, en México, en 1982, la deuda a corto plazo componía casi 32% de la deuda externa total.  En Colombia, la cifra superaba el 31%, y en Argentina, el 36%.  En Venezuela esta cifra casi alcanzable el 53%.  Para la región de Latinoamérica y Caribe, según el Fondo Monetario Internacional, la deuda externa como porcentaje de las exportaciones de bienes y servicios superaba 350% a mediados de los años Ochenta.

Las políticas fiscales y finanzas públicas de la región se vinieron a sanar con la venida del Consenso de Washington, que resumía las reformas estructurales que tenían que hacer los países de América Latina para salir de sus problemas de indisciplina fiscal y monetaria.  Cabe mencionar que el marco general de las recomendaciones de política económica del Consenso de Washington es recogido por el pensamiento ordoliberal y la Economía Social de Mercado como las condiciones necesarias, aunque tal vez no suficientes, para lograr el crecimiento económico necesario para financiar el desarrollo humano más amplio.

El Consenso de Washington se basó en un paquete de diez políticas económicas generales.  Este paquete incluía, entre otras recomendaciones básicas, la disciplina fiscal, incluyendo una sana reforma fiscal, ampliando la base tributaria y adoptando tasas impositivas marginales moderadas, tipos de interés y tipos de cambios moderados, determinados por el mercado, así como la liberalización del comercio y la inversión extranjera directa (IED).  En adición a estas reformas, también en estos tiempos se independizaron muchos bancos centrales.  En este espíritu, en los años noventa, se pasó en Guatemala la Ley Orgánica del Banco Central, que efectivamente prohibió el financiamiento del déficit fiscal por parte del Banco de Guatemala.  Aunque no fue algo explícito, esta restricción monetaria y fiscal cabe perfectamente dentro de lo que se podría considerar el paquete de reformas económicas básicas según el ordoliberalismo. Lo mejor para Guatemala es mantener la independencia del Banco Central y respetar la prohibición del financiamiento del gobierno central.

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