Columnas

No me contradigas

Recientemente he escuchado varios comentarios de ciudadanos que se quejan que en lo que va del año, no se ha podido lograr ningún consenso. El país está estancado. Esto es así, porque los interesados desean dialogar exclusivamente con quienes no los contradicen. Y en un país tan polarizado y diverso como el nuestro, eso es imposible. Sin embargo, estos grupos manifiestan estar dispuestos a dialogar. ¡El chiste se cuenta solo!

Algunos de estos grupos tienen incentivos perversos para no buscar consensos. Como sabemos, muchas de estas agrupaciones reciben dinero de organizaciones internacionales. Por lo que, mientras exista conflicto, ellos tendrán dinero suficiente para continuar en obstaculizando los procesos y el diálogo. Estos grupos viven del conflicto, es su razón de existir. Otros, por el contrario, desean llegar al poder y para lograrlo, necesitan que las cosas salgan a su manera, negociar significa perder poder, perder espacios. Poder, que, en muchos casos, aún no ostentan, pero se las juegan al todo o nada.

Lo mismo sucede entre los seudointelectuales que manejan la opinión pública. En ambos lados del espectro hay quienes se consideran poseedores de la verdad absoluta. Y en realidad, yo no soy quien para decir quien tiene la razón, en lo personal lo veo más bien en tonalidades de grises, en vez de que las cosas sean completamente blancas o negras. Pero para estos grupos llegar a ver los diversos matices es prácticamente imposible, ellos necesariamente tienen la razón y quienes no piensan como ellos están equivocados y los descalifican automáticamente. Su arrogancia intelectual es tal, que olvidan que siempre hay algo que podemos aprender de los demás.

¿Cuántas veces no hemos escuchado a personas decir que no leen a tal o cual persona o no leen ni escuchan a cierto medio de comunicación, porque tienen opiniones contrarias a las suyas? Es normal que nos moleste escuchar cosas que contradicen y ponen en duda nuestra escala de valores y creencias. Pero es precisamente ese proceso el que nos lleva a cuestionar nuestras mismas creencias. A racionalizarlas. En algunos casos, nos servirá para reforzarlas y en otros para tener un criterio más amplio, modificar la manera en la que pensamos y la forma en la que vemos y percibimos el mundo. Y en última instancia, nos servirá para conocer cómo piensan los demás, y el conocimiento es poder.  Si deseamos rebatir los argumentos de quienes no piensan como nosotros, que mejor forma que conociendo los argumentos de estas personas. Es de esta forma como los verdaderos intelectuales, debaten, discuten. En nuestro país, por el contrario, simplemente los etiquetamos y descalificamos, «este es de derechas, es de izquierdas, es zurdo, es libertario, es progre, es chafa, es cachureco, es homosexual, es rico, es pobre», etc.

Y de esta forma es imposible llegar a un consenso y construir un país. Guatemala está en crisis, todos lo dicen, todos lo sabemos, pero nadie hace nada al respecto. Las cosas tienen que cambiar, pero estos cambios nunca se van a dar si no aprendemos a negociar, a ceder. Lo más triste es que ahora hay quienes buscan censurar a quienes los contradicen y los acusan de desinformar a la sociedad. ¿Desde cuando opinar, contradecir y disentir son sinónimos de desinformar?

TEXTO PARA COLUMNISTA

Carmina Valdizán

Abogada y analista guatemalteca, presentadora de televisión y escritora.

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