Arabia Saudí en aprietos
La fuga de capitales amenaza a Arabia Saudita por la política de coacción del príncipe heredero Mohammed bin Salmán contra funcionarios, empresarios y otros sectores vinculados al poder, a quienes culpa de haberse acostumbrado a gozar de los subsidios estatales y el derroche.
Desde que su padre, el rey Salmán bin Abdulaziz, decidió darle protagonismo al joven de 32 años las noticias desde ese reino medio oriental mantienen avivada la expectativa en distintas partes del mundo y en particular, en aquellos que de cierto modo reciben los beneficios de las inversiones en el territorio.
La anunciada intención de rehacer la economía saudita, disminuir su tradicional dependencia del petróleo y alentar la inversión extranjera, contrasta con una estrategia que implicó la captura de 11 príncipes de la familia real y de casi 200 miembros de la élite empresarial. Además, de ciertas maniobras orientadas a quitarle autoridad a los clérigos conservadores.

Entre los detenidos están figuras prominentes en el mundo saudí de los negocios, como el príncipe Al Walid bin Talal, Waleed al Ibrahim, dueño de la red árabe de canales por satélite MBC. También, el magnate de la construcción Bakr bin Laden y el multimillonario Saleh Kamal. Otros acaudalados igual fueron arrastrados por el maremoto de capturas emprendidos en las últimas semanas.
Paralelo a esto, las autoridades congelaron las cuentas bancarias a todos los apresados y avisaron que toda actividad relacionada con los asuntos de corrupción sería requisada como propiedad del Estado.
Tales medidas suscitaron la incertidumbre entre los empresarios y más de uno dejó entrever que pensaría en buscar otro terreno donde colocar sus inversiones. Mientras, la monarquía procura convencer de las ventajas de colaborar con los nuevos planes para relanzar económicamente a Arabia Saudita.
“Conviene precisar que fueron las cuentas individuales afectadas las que se suspendieron hasta que se pronuncien decisiones de justicia definitivas, y no las cuentas de empresas”, declaró el jefe del banco central, Ahmed Abdulkarim Akkholifey, en un comunicado.
“En otros términos, la actividad de las empresas no se ve afectada”, declaró y añadió que no habría restricciones para las transferencias de dinero a través de los conductos bancarios legales.
De igual modo, el ministro de Comercio, Majed al Qasabi, prometió que las empresas -incluso, las que pertenecen a las élites detenidas- gozarán de una protección total, conforme con las leyes vigentes.
IMPACTO EN EL MERCADO PETROLERO
Con esta purga, calificada de atrevida y arriesgada, el príncipe heredero saudí mostró su aspiración de centralizar el poder en un grado sin precedentes en la historia reciente de ese país árabe. Peor todavía más: ordenó imponer un bloqueo a la vecina Catar, acusó a Irán de actos de guerra y alentó la renuncia del primer ministro de Líbano. En tanto, sus fuerzas armadas continúan combatiendo en Yemen a una facción alineada con Irán, en una guerra cruenta que derivó en una profunda crisis humanitaria.
Con ello reactivó los temores en torno al fortalecimiento de la acostumbrada conflictividad en el Oriente Medio, donde el futuro monarca trata de presentarse como un auténtico reformador de un sistema marcado por décadas de estancamiento.
El pregonado Proyecto de la Visión de Arabia Saudí 2030, promovido por Mohammed, habla de reducir la dependencia del combustible a través de la diversificación de las inversiones y fuentes de ingresos diversas. Ello, y la propuesta de potenciar la privatización y fomentar las exportaciones, para hacer frente a la nueva era de precios bajos del petróleo y duplicar el tamaño de la economía saudita en los próximos 15 años, le granjearon cierto grado de popularidad al príncipe.
Pero, aunque la iniciativa es alentadora para muchos, algunos expertos ponen en duda los eventuales resultados de un programa que pretende cambiar de manera radical el modelo económico de un país que depende en un 70 por ciento de la venta de hidrocarburos.
En todo caso, Mohammed podría sobrestimar su capacidad para realizar cambios económicos sin acompañarlos de transformaciones políticas, imprescindibles para avanzar en su proyecto si se considera que los recursos monetarios de esta región, incluyendo el sector privado, dependen del sector público.
Con el propósito de avanzar en esos planes, Arabia busca presionar para lograr un acuerdo de extensión de 9 meses del pacto de recorte de producción liderado por esa agrupación. Esto responde a que la ciudad más grande del reino, la capital Riad, busca asegurar el fin de un exceso de oferta que reduzca los precios.
Las consecuencias de tales acontecimientos comienzan a imprimir su sello en el mercado petrolero, donde los precios rondan ya los 65 dólares por barril, el nivel más alto desde 2015. No obstante, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) manifestó su preocupación, porque los precios puedan caer de nuevo, como resultado de la continuidad de un exceso de suministro.
Aunque el príncipe heredero del país que aporta la mayor cuota de producción en el seno de la OPEP prevé aumentar la producción de gas natural, de 12 hasta 17,8 billones de pies cúbicos diarios en 2020, mantendrá estable la capacidad de producción de petróleo en 12,5 millones de barriles diarios.