Columnas

Aún hay esclavos

Recientemente, salió a luz una cruda realidad acerca de un tema que muchos creen es cosa de un oscuro pasado humano.  Sin embargo, es la realidad estrellada con frialdad ante nuestra ingenua, desinformada o irresponsable mirada.

Una nota del noticiero RT en Español tituló de esta manera: “Mutilados y asados vivos: El destino de los esclavos nigerianos vendidos en Libia”, el cual narra cómo desde julio, la Organización Internacional para las Migraciones dio a conocer que migrantes provenientes de África subsahariana eran vendidos en los mercados de Libia.  Se habla de, por lo menos, 20,000 hombres…la misma cantidad de almas que alguna vez tuvieron un sueño de vida, sentimientos, personas queridas.

…»El pasado mes de julio, la OIM advirtió que migrantes africanos eran vendidos en los mercados públicos de esclavos de Libia. «Sus cuerpos fueron mutilados, sus órganos extraídos y luego son asados. ¡Asados vivos! Esto es lo que hacen los libios a los africanos subsaharianos que buscan un punto de tránsito hacia Europa. Los venden como esclavos y los asesinan, mutilan, torturan o los hacen trabajar hasta la muerte», denuncia. En los mercados de esclavos se compran y venden hombres por 400 dólares»… (via RT).

Las fotografías de una inmensa fila de hombres de raza africana movilizados hacia su muerte me resultaron escalofriantes, me produjeron honda pena, pero también despertaron mi enojo ante tan aberrante y deleznable muestra de bajeza humana.  Se dice que un vacío del poder que dejó la muerte de Muammar Gaddafi, el  peculiar líder que gobernó Libia por 42 años, tras la intervención de las fuerzas de la OTAN en 2011, dio lugar a la lucha por el poder, cuyo desenlace desde el 2014 es entre dos grupos que han establecido su propio gobierno, uno que “Occidente” reconoce, y el otro, militar.

Voces encontradas que señalan que Libia era un país muy pobre antes de la llegada del fallecido Gaddafi, y que posterior a cuatro décadas de la toma del poder mediante golpe de Estado, Libia se adelantó económicamente en África, por encima incluso de Rusia y Brasil.

Lo único cierto hoy son los resultados visibles de una revuelta en la que, como toda guerra, los inocentes ponen su vida para pagar: víctimas de crímenes de lesa humanidad.

No es posible voltear  la mirada hacia el sufrimiento humano que acontece a otras almas.  El tema es extenso y da para tantos otros subtemas, sin embargo, quiero dejar dos ideas para reflexión que de ello se desprenden: Primero, cabría echar una mirada a Guatemala, en donde indudablemente se dan situaciones quizá más solapadas, pero innegables y que ameritan un solo reportaje posterior.  Segundo, las consecuencias del vacío en el poder.  “Vacío” no implica solamente la ausencia física de la cabeza; puede resultar también de una cabeza hueca, incapaz de saber lo que ocurre a su alrededor, de colosal ignorancia y que piensa que gobernar es igual a jugar.  Situación idónea para las distintas clases de mafia existentes en el creativo cerebro humano, puesto que es el caldo de cultivo ideal para que ellas florezcan y tomen el poder sin tener exposición pública alguna.

Lo que pasó en Libia es consecuencia de su larga historia, así como de la reciente, de la cual quedó acéfala.  Lo mismo puede ocurrir cuando hay un fantasma a la cabeza, es decir, un ente gaseoso, inodoro, incoloro, que por unos millones de pesos que podrían pesarle hasta la eternidad, y un nombre que antes no pudo hacerse con trabajo, se presta para actuar de gobernante, cuando en realidad, son otros quienes dan las órdenes y gozan de las miles del poder.  He allí la gran responsabilidad ciudadana para no terminar como carne de mercado. ¿Algún parecido?

20170829 Autor de columna