Columnas

Ética de los derechos humanos

Me duele,

Me duele,

La miseria,

La pobreza.

Cómo quisiera ser

Un pedazo de trapo

Y servir aunque sea

De remiendo”.

Humberto Ak´abal

Entramos al siglo 21 sin haber superado la violación de los Derechos Humanos en la sociedad guatemalteca y en otras naciones del mundo. El sentimiento que existe hoy día en nuestro país, consiste en comprender que estos deben de ser respetados más allá de circunstancias coyunturales, dado que se requiere un desarrollo de confianza institucional, así como la consecución de garantías civiles y socioeconómicas básicas en el marco de un régimen democrático en el que prevalezca el estado de derecho, como una condición necesaria que respalde la confianza de la ciudadanía.

Se debe concebir el reconocimiento de los Derechos Humanos, como un mecanismo de articulación y compromiso entre intereses y valores diversos, basado en la idea de una relación mediadora entre la naturaleza individual y colectiva de las personas, entre los intereses sectoriales y un compromiso de índole general derivado de la vida en sociedad. No podríamos aceptar que  solamente se privilegien los intereses individuales, a contrapelo de los intereses de la colectividad. Debe de existir un justo equilibrio en esta dialéctica social, para que todas y todos logremos convivir como personas dignas bajo el principio de una ciudadanía responsable.

No es posible que en contra del derecho a la vida de los otros, exista solo el disfrute de los bienes materiales y culturales de manera excluyente. Necesitamos de una dosis de mayor libertad, igualdad y, sobre todo, solidaridad para enriquecer la comunidad humana en la que quepan todas las personas y todas las culturas.

“Necesitamos de una dosis de mayor libertad, igualdad y, sobre todo, solidaridad…”

Algunos teóricos afirman que una característica fundamental del respeto a los Derechos Humanos radica en el reconocimiento de que las políticas gubernamentales tienen consecuencias sociales. Al traducir el lenguaje de los derechos en materia de legislación y al entrar en el ámbito de la aplicación de la ley, se debe tener presente cuáles son esas consecuencias, a fin de sopesar alternativas y tomar decisiones que reconozcan los diversos intereses sociales, al tiempo que no desmerezca la responsabilidad más amplia de las decisiones adoptadas.

No basta tan solo el reconocimiento constitucional de los Derechos Humanos. Se requiere una perspectiva a partir de la cual “los otros” tienen derecho a la deliberación, al desacuerdo, derechos de congregación y participación, en un marco de valores compartidos. Al mismo tiempo de vincularlos con el marco jurídico del Estado, también tienen la otra dimensión, referida a lo propiamente humano, o sea, a las condiciones históricas y sociales. Bajo esta dimensión se inscribe el derecho a la vida que significa salud, trabajo, vivienda, educación y recreación. La igualdad como valor fundamental debe prevalecer para salvaguardar la vida de los seres humanos.

El respeto a los Derechos Humanos adquiere en la sociedad gran importancia, porque de ahí depende la sobrevivencia de la misma. Si no construimos un mundo juntos, bajo el principio de la inclusión y la tolerancia y cero tolerancia a la corrupción, muy difícilmente se podrán superar los problemas socioeconómicos y sus derivados.

Es necesario trascender el discurso y darle contenido en la práctica cotidiana a partir de compromisos éticos en el cual se privilegie la solidaridad. El drama que vive nuestra sociedad se respira en el aire y grita a nuestros oídos. La gravedad del problema no se supera con la construcción de muros para esconderlos bajo miles de apariencias justificadoras. Nos parece que la salida consiste en comprenderlos a fin de alcanzar acuerdos mínimos que nos permitan construir una patria en la que todas y todos podamos caminar con dignidad.

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