2017 y lo que viene
Este es mi último artículo del 2017, un año de muchos sobresaltos en el plano nacional e internacional; todos los años hay noticias destacadas, pero este año que termina nos ha dado algunas significativas.
En el plano internacional, sin duda la primera noticia que causó revuelo y que sigue -y seguirá- dando de qué hablar- es la presidencia de Donald Trump como el 45º. presidente de los Estados Unidos de América. Trump es un tipo que, aunque coqueteó varias veces con la posibilidad de ser candidato, nunca lo había concretado hasta el 2016 y contra la mayoría de los pronósticos ganó la presidencia mediante el sistema de colegios electorales, pues el voto popular lo obtuvo su contrincante, Hillary Cinton. Desde ese momento, todo el año ha dado de qué hablar Trump pues su particular estilo es no convencional o “políticamente correcto”. El hecho es que ha tomado medidas que en el establishment gringo no han gustado y todas ellas han sido duramente criticadas en los medios y algunas incluso detenidas por resoluciones judiciales, sin embargo, goza de buen apoyo de base y sus electores están felices con tales decisiones. Es pues, un conservador iconoclasta, término oxímoron que acabo de acuñar y que autorizo se use para tratar de definirle a “The Donald”.
Como en otros años, lamentablemente en este 2017 también hubo ataques terroristas en ciudades y entornos importantes y concurridos alrededor del mundo. Los gobiernos y sus fuerzas de seguridad e inteligencia parecen no estar preparados para este tipo de amenaza que utiliza métodos arcaicos y que tienen como blanco a la población civil. Además de los fundamentalistas islámicos, uno que otro loco causó terror y masacró a inocentes en su desquiciado proceder.
Con Trump en la presidencia, al loco de Kim Jong-un se le ocurre andar probando sus misiles y bombas nucleares, acercando al mundo a una conflagración que puede proporciones bíblicas si se sale de las manos.
En este hemisferio, el también loco y francamente burro de Nicolás Maduro llevó a la miseria a Venezuela, la otrora potencia petrolera con las reservas más grandes del mundo; usando las fuerzas de seguridad militarizadas, asesinó a decenas de venezolanos solo por el hecho de protestar contra un régimen dictatorial, ladrón y narcotraficante. Algo parecido ha sucedido en Honduras en donde luego de un proceso electoral controvertido se ha reelegido el presidente, Juan Orlando Hernández. Algunos reportes dan cuenta de más de 10 muertos a manos de policía, lo cual es aberrante.
En el plano nacional, la agenda pareció marcada por la Cicig y las investigaciones y acusaciones que ha venido presentando; algunas de ellas sustentadas y otras no tanto. La división en el campo mediático-ideológico es más marcada que en los tiempos de la guerra en Guatemala que, al contrario de las superpotencias, acá si fue caliente y no fría como allá.
La inquina que ha mostrado -a pesar de dar declaraciones en sentido contrario- el Comisionado Velásquez en contra de sus críticos no ha traído más que ralentización de la economía y mucho material para tuiteros, esos guerreros de las redes sociales que aprovechan todo tema y ocasión para descargar sus frustraciones personales. Aclaro que hay, por supuesto, hay algunos valiosos aportes al debate en las redes, pero la mayoría es puro ruido.
Este año, el presidente Morales declaro non grato al Comisionado Velásquez y aunque la Corte de Constitucionalidad emitió lo que algunos hemos señalado como resolución ilegal, impidió que se consumara tal decisión, la declaratoria es un hecho y el señor pues no le es grato al presidente; ¡eso que ni qué! La historia –y, oportunamente los tribunales- juzgarán a os Magistrados que resolvieron “en definitiva” un amparo mediante una resolución ilegal. No hay fecha que no llegue, de eso podemos estar seguros.
El Ejecutivo, con enormes dificultades, no ha podido resolver muchos de los problemas de la mayoría de la población. Una Ley de Contrataciones que todo el espectro ideológico identifica como inoperante ha tenido buena parte de la culpa, aunque también ha habido miedo e ineficacia en algunos de los funcionarios; el presidente deberá evaluar su continuidad en el gobierno para el 2018.
Muchos diputados se llevan una mención “deshonorífica” por su proceder e intentar aprobar leyes para su beneficio; urgen reformas a la Ley Electoral para minimizar la posibilidad que algunos cafres lleguen al Congreso, pero es más importante que ciudadanos con valores se arriesguen y metan a política partidista para el mismo propósito.
Por supuesto que hubo muchos otros acontecimientos y su no inclusión en este recuento es puramente dimensional (falta de espacio); la tragedia en el Hogar Virgen de la Asunción es algo que enlutó a Guatemala y que más allá de la condena a los responsables, debemos buscar y tratar las causas para que no vuelva a ocurrir.
Así, finaliza otro año calendario y el mundo, incluida Guatemala, sigue siendo un polvorín en el que, por razones raciales, étnicas, geográficas y políticas, no nos terminamos de llevar bien con muchos de nuestros propios hermanos.
El 2018 pinta para más de lo mismo. Ya ha anunciado el Comisionado Velásquez nuevas acusaciones para enero y eso seguro tendrá a algunos muy nerviosos, pero sin duda el próximo año tendrá su clímax, en lo que a controversia se refiere, durante la “madre de todas las batallas” como ha sido denominado el proceso para elección de Fiscal General. Sea quien sea, deberá ser una persona capaz, íntegra y que no se pliegue a intereses personales o sectarios. Esto incluye al gobierno y por supuesto a la Cicig que, salvo los corifeos, todo el mundo puede ver claramente que impúdicamente ha mangoneado a la actual Fiscal por saber qué cosas que le tienen bien guardaditas. Guatemala no puede tener más a un FG con la cola machucada.
Finalmente, nosotros, los que desde nuestros espacios en los medios compartimos nuestras opiniones y tratamos de generar debate, tenemos que estar muy atentos a los intentos de callarnos y de soslayar nuestros aportes tildándolos de ser ideologizados. Para que exista debate, debe haber voces y opiniones distintas, pero debe existir también voluntad y confianza para alcanzar consensos o por lo menos, para plantear ideas sin que existan ataques personales.
Aunque escribo estas líneas en el día de los inocentes, sinceramente deseo que en el 2018 seamos mejores que este año y que los guatemaltecos podamos, a pesar de nuestras diferencias, coincidir en que más confrontación no lleva a nada bueno. Hagamos un esfuerzo por escuchar a nuestros opositores y ser empáticos -no simpáticos- con los problemas de las grandes mayorías y definamos en qué podemos aportar.
¡Les deseo felices fiestas y un muy buen y próspero año 2018!