América Latina en la víspera del desarrollo
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), esta región tendrá una moderada recuperación económica en 2018, año en el cual continuarán las miradas del mundo sobre una de las zonas geográficas más privilegiadas por sus enormes recursos naturales, máxime si se considera que habrá elecciones en varios de los países que la conforman.
De acuerdo con esa dependencia de Naciones Unidas, las economías latinoamericanas pudieran crecer hasta 2.2 puntos porcentuales en los próximos meses tras un desastroso 1.3% en 2017, debido sobre todo a la caída de 9.5% del Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela.
Las buenas predicciones para este año están relacionadas con la eventual prevalencia de un contexto internacional más favorable, así como con la probable oxigenación del consumo privado y de la inversión.
Pero en medio de este panorama, tendrán lugar las elecciones presidenciales y de otros tipos en varios territorios del área de México a Brasil, lo cual supone algunos desafíos particulares por vencer en la carrera hacia la concreción de esas metas.
Téngase en cuenta que estos comicios llegarán en varios de estos países en ámbitos marcados por escándalos de corrupción interminables, gobiernos impopulares y una lenta reactivación económica.
Por ello, algunos analistas concuerdan en lo decisivo de ciertos procesos, que podrían trastocar el escenario aparentemente estable en la región, que estuvo en el centro de las miradas críticas este 2017 por escándalos de la envergadura de Odebrecht, que salpicó a funcionarios de distintos niveles en Guatemala, Perú, Ecuador, y por supuesto, Brasil.
También removieron los cimientos de algunas de las llamadas democracias latinoamericanas, y de un sinfín de personajes importantes en el mundo, las revelaciones de los papeles de Panamá y los identificados como del Paraíso.
Todo ello llevó al Observatorio sobre América Latina de la universidad Sciences Po de París a insistir en que «los fenómenos de corrupción están arraigados en la región y persisten».
En particular, Odebrecht dejó una estela de recelos en casi todo el continente, aunque más en el territorio donde la constructora tiene su sede, y ello sin dudas tendrá un impacto en el ciclo político en ciernes.

Tanta malversación y enriquecimiento personal por doquier, a costa de los fondos públicos, hace rato motivó significativas protestas y remociones de puestos de poder en el área. Sin embargo, cada día es más fuerte y abarcadora en términos territoriales, la impaciencia en los electores por procurar un cambio radical en este sentido.
Con base en esa visión, muchos se inclinan a pensar que las elecciones en Brasil, Colombia y México estarán dominadas por la ira de los votantes contra la política tradicional y una exigencia de cambio. De ahí, que sea difícil predecir los resultados de las mismas y hasta evitar el desconcierto por las posibles sorpresas negativas que pueden deparar.
Chile fue una buena prueba de lo que son capaces de lograr aquellos candidatos con mayores habilidades para canalizar el rencor ciudadano por las demandas insatisfechas, pese a los discursos progresista y a algunas medidas de corte social, con más visos de cosmético que de soluciones reales.
A pesar del triunfo de Sebastián Piñera, en el balotaje, los candidatos de las extremas izquierda y derecha lograron escalar importantes posiciones y con ello dejar en claro los riesgos que se ciernen sobre las democracias conforme con el avance de las insatisfacciones sociales.
No obstante, más que políticos reconocidos o en proceso de crecimiento, los últimos años pusieron sobre el tapete una nueva tendencia tanto en América Latina y el Caribe, como en el mundo: la proclividad de las masas a regalar su voto a quienes menos emparentados con la política creen.
Pareciera como si el desconcierto ciudadano condujera inexorablemente hacia la búsqueda de alternativas fuera de los canales tradicionales, sin renunciar a la paz ganada o buscar el conflicto.
Por ello, casi no causa asombro comprobar que para este año los candidatos fuera del sistema se multiplican, en la misma en que queda más clara la crisis de liderazgo regional.
Empero, valdría hacer notar que muchos de los supuestos outsiders de último momento son verdaderos insiders que manipulan el sentimiento de frustración ciudadano, con el respaldo de potentes maquinarias propagandísticas, y con ello pueden agenciarse el poder.
Nombres como el del candidato a la presidencia en Colombia, Sergio Fajardo, quien lanzó un nuevo movimiento político; como el Margarita Zavala, reconocida como miembro del Partido Acción Nacional de México y ahora inscrita como aspirante independiente; o el del exmilitar brasileño Jair Bolsonaro, aparecen en el listado de los postulados para este año.
Aunque también repiten nombres archiconocidos como el del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, por más de una década añorando llegar a la presidencia de México –con tres intentos en su haber- y en estos momentos más favorecido por un contexto bien convulso, que poco o nada cambiará para el 1 de julio de 2018.
El ex alcalde de México renunció al tradicional Partido de la Revolución Democrática para presentarse por el Movimiento de Regeneración Nacional, acrónimo de Morena.
En todo caso, los pueblos tienen la última palabra y al menos en otros lugares contribuyeron a que la región comenzara a retomar el rumbo hacia la derecha, con la victoria de mediados de diciembre de Piñera, después del triunfo de Mauricio Macri en Argentina, de Michel Temer en Brasil y de Pedro Pablo Kuczynski en Perú.
Honduras, pese a ser considerado un caso aparte por todos los acontecimientos que apuntan a que realmente ocurrió un fraude electoral en aras de la reelección, como remarcó la Organización de Estados Americanos, mantuvo posiciones en ese círculo que vuelve a dominar en la escena política en el continente.
Y es que durante mucho tiempo América Latina vivió un constante ir y venir entre gobiernos de izquierda y de derecha, disputándose el poder, sin resolver de manera definitiva los problemas esenciales de una población que abarca los 626 mil millones de habitantes.
Ello redundó en que, a pesar de los progresos tecnológicos y el avance del proceso de urbanización en el área, esta región mantengan alrededor millones de personas reducidas a las condiciones de pobreza, según CEPAL.
El dato es preocupante por su magnitud, pero también porque prueba el mal manejo de los recursos naturales y de las riquezas incontables que tienen cada uno de los países que conforman esta área de incalculable valor.
América Latina abarca el 16 % de la superficie terrestre y el 8 % de la población del mundo, mas ocupa un lugar ventajoso en el escenario internacional por su riqueza ecológica. Tanto es así que con el avance del proceso globalizador y de los efectos del cambio climático, muchos de esos recursos comenzaron a ser considerados estratégicos para la seguridad nacional de países como Estados Unidos.
Cuestiones esenciales desde la óptica de la sustentabilidad planetaria -entiéndase biodiversidad, desnuclearización y los identificados como servicios ambientales- convergen en los países del área, donde quizás llegue a jugarse el futuro de la humanidad.
Este criterio, en el que concuerdan especialistas de diversas ramas, guarda relación con que la zona es una de las pocas del mundo libre de instalaciones nucleares, es dueña del 27 % de la reserva de agua dulce superficial y de una riqueza biológica y boscosa considerable.
Los bosques tropicales y templados latinoamericanos ofrecen un servicio muy preciado para la supervivencia de los seres humanos: la captación del dióxido de carbono y otras sustancias contaminantes, opinó Antonio Elizalde, rector de la Universidad Bolivariana de Chile.
Estadísticas del Banco Interamericano de Desarrollo señalan, además, que América Latina alberga, de las especies conocidas, el 27 % del total de las mamíferas, el 37 de las reptiles, el 43 de las aves, el 47 de las anfibias y el 34 % de las plantas de floración.
La región también es privilegiada porque cuenta con 700 millones de hectáreas cultivables, 570 millones propicias para el pastoreo natural y más de 800 millones pobladas de bosques, conforme con investigaciones del Departamento de Desarrollo Sostenible del organismo financiero.
Elemento de peso en el valor readquirido por América Latina, proveedora fundamental del oro con el cual creció el capitalismo europeo, es la cuantiosa riqueza hídrica expandida por su jurisdicción. Además de la abundancia de arroyos, bañados, esteros, glaciares, lagos, lagunas y ríos, diseminados del Bravo a la Patagonia, en esta parte destaca el tercer acuífero más grande del mundo: el Guaraní, cuyo volumen es de 55 mil kilómetros cúbicos.
En reiteradas ocasiones, distintos autores vaticinaron que al avanzar la centuria en que vivimos las guerras serán provocadas por la ansiedad de controlar las aguas continentales de esta región, ante la ascendente demanda y el previsible agotamiento del recurso por la deforestación, el despilfarro y otras cuestiones asociadas.
Los científicos prevén para 2025 una demanda de 56 % por encima del suministro en el mundo y remarcan que sólo el sector industrial estadounidense consumirá para entonces 1,5 billones de litros de agua dulce, en tanto generará 300 mil millones de litros de desechos por año. Tales cifras no incluyen el gasto de los agricultores, ni el de los grandes centros urbanos de ese país.
El único negocio que supera el relacionado con la industria farmacéutica es el del agua embotellada, cuya venta creció más de 80 veces hasta alcanzar el récord de 22 mil millones de dólares de ganancia de 1970 a 2000, de acuerdo con datos de la Organización Mundial del Comercio.
En ello descansa la pugna entre los que defienden que el agua es un bien común social relacionado con el derecho a la vida y los que consideran que esta debe verse como una mercancía al estilo del café, el petróleo, el trigo o el tabaco.
A tono con la segunda opción, el Banco Mundial impulsa la concentración del control de las fuentes hídricas en manos de organizaciones no gubernamentales -Conservation International, World Wild Fund for Nature, y otras-, y la privatización de las cuencas. Mientras, las transnacionales alientan a los estados a deshacerse de los sistemas de distribución, almacenaje y potabilización.
Ejemplos sobran en América Latina de gobiernos que, sin detenerse en los atributos ecológicos de sus países, cedieron a presiones de ese tipo o entregaron la soberanía sobre el medio ambiente en virtud de acuerdos comerciales o de otro tipo.
Estos obviaron la magnitud del valor estratégico que conservan los minerales y el petróleo latinoamericanos, pero en particular las convocatorias integracionistas basadas en que si la región logra integrarse sobre su propio eje, puede transformarse en la cuarta economía más poderosa del planeta.
“La integración autónoma permitiría administrar de conjunto la riqueza natural de la zona y participar con ventajas en las negociaciones de cuotas de producción y precio”, opinó el profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, Fernando A. Noriega, para quien un marco más estrecho de colaboración en el área también redundará en la conformación del tercer mayor mercado potencial del mundo, sólo superado por los de China y Japón.
Parte de esa lógica es la que descansa en el sustrato de valiosos intentos por fortalecer ciertos mecanismos regionales de integración, pero todavía no logra empujar a la mayoría de los países a pensar con conciencia de bloque regional en el terreno económico.
La llegada de nuevos gobiernos siempre alienta las esperanzas de cambio y quien quita que de impulsarse esa alternativa, despegara la importancia del bloque poseedor de los ecosistemas de mayor biodiversidad conocido, al punto de traducirse en poder de negociación en el sistema financiero internacional.
Foto: Alainet