Columnas

Apariencia de justicia

“Todos los procesos penales son impredecibles en un sistema judicial civilizado. Porque los únicos con pronóstico infalible son aquellos dominados por la consigna del poder, por la gula del soborno o por el imperio del prejuicio […] es el precio de la justicia libre, igualitaria y equitativa.

Esa justicia civilizada es cara y, muchas veces, nos parece fea. No castiga a quien comete un delito. Sólo castiga a quien pierde un proceso. No castiga a quien se comporta mal. Tan sólo castiga a quien litiga mal. No premia la virtud. Premia la pericia.

Por el contrario, el proceso bárbaro es totalmente predecible desde su inicio. En él se puede profetizar, desde la primera foja, si el acusado será condenado o exculpado. El juicio se vuelve un ejercicio ocioso, […] inútil. Lo que cobra importancia sustancial es el pre-juicio. Lo que se decide y se ordena antes del juicio para que éste se convierta en un mero trámite de farsa. Por ese sistema pre-juicioso decía Platón que lo único peor que la injusticia es la justicia simulada.

Durante 30 siglos continuos las fiscalías fueron perfectas e invictas. Nunca perdieron un solo juicio. Los procuradores gozaron tres mil años disfrutando de sus victorias en los procesos de millones de acusados pre-juzgados, entre ellos […] Jesús de Nazaret. En procesos que, además, fueron rápidos, orales y sencillos. La única derrotada, en todo ese tiempo, fue la justicia.

Sólo a partir de hace poco más de dos siglos fue que los hombres empezamos a abrazar el ideal de un proceso más alejado de la barbarie, a base de cimentarlo en la institución procesal esencial: la prueba. […] a partir de Cesare Beccaria […] empezó a considerarse que el proceso no existe para acusar y para sentenciar. Que ni siquiera existe para tan sólo alegar. Que existe tan sólo para probar y que en él debe triunfar no el que mejor acuse ni el que mejor alegue sino el que mejor pruebe. Que el proceso […] es, ante todo, un ejercicio probatorio.

La justicia no puede calificarse tan sólo por sus apariencias. Es demasiado seria para juzgarla a la ligera. Tomémosla muy en serio para que, llegado el caso, ella también nos tome en serio. No la maltratemos para que ella nunca nos maltrate.” (José Elías Romero Apis, Los espejismos procesales, Excélsior, 12.01.18).

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