Columnas

Los esparcidores

El papel de la prensa es importantísimo.  Por su puesto que no me refiero al material en el cual se imprime, sino al rol que juega en una sociedad abierta, moderna y democrática.  La prensa -y acá por supuesto incluyo a todo tipo de medios de comunicación- tiene la función de informar, investigar y, cuando las circunstancias lo ameritan, denunciar -con fundamento- todo tipo de actividades y personas que riñan con el orden social, pero sobre todo cuando se trata de funcionarios o empleados públicos, pues son servidores pagados con los impuestos de todos los contribuyentes y aquellos se deben a estos.

La prensa nacional ha hecho justamente eso a lo largo de la historia de la república; ha habido momentos en que periodistas han sufrido las consecuencias de su labor y hasta han pagado con su vida, como las víctimas del caso en el que se ha acusado al aún diputado Julio Juárez.  Como todo caso de asesinato -y no solo porque hayan sido periodistas las víctimas- se debe castigar a los culpables y mostrar que esta sociedad no va a permitir que hechos como ese queden impunes.   Pero la prensa, así como tiene nobles -y vitales- funciones, puede servir de caja de resonancia a todo tipo de sandeces, mentiras y ofensas.  Las redes sociales de medios y periodistas también caen en esta categoría; las de personas particulares pueden ser insidiosas también, pero no toca referirse a ella ahorita.

Para no hacer un largo recuento de las muchas veces y lo frecuente que eso sucede, solo voy a mencionar un par para que se den un quemón.

A inicios de diciembre del año pasado, varios medios y periodistas difundieron en las redes y sus en sus medios que el gobierno de Estados Unidos de América incluiría a varios guatemaltecos en su lista de personas a las que aplica la “Magnitski Act” que en términos prácticos retiro de visa y prohíbe a sus instituciones y ciudadanos hacer negocios con dichas personas. Dijeron cosas como: “nos informan desde Washington”, “fuentes del gobierno americano” (sic) y otras más, además de especular que serían decenas de decenas de nombres tanto del ámbito empresarial como político.  Bueno, el hecho es que solo se incluyó al ahora detenido Julio Juárez.  Nada de decenas ni nada de empresarios.

Más recientemente, esta semana para ser exactos, anduvo circulando una gráfica supuestamente del índice de pobreza en Latinoamérica en el año 2017, cuya fuente sería CEPAL; yo lo recibí por dos lados distintos en Whatsapp, además de que varias personas los subieron a redes sociales.  No tendía nada de particular, de no ser porque dicha gráfica ubicaba a Guatemala por debajo de Haití, algo que a todas luces resulta falso.  Dudando de entrada de tal extremo, inquirí e investigué para validar esa información, hasta que un buen amigo me envió el estudio de CEPAL denominado: Panorama Social de América Latina (2017) en donde yo podría encontrar la validación de la -falsa- gráfica; habiendo revisado las 205 páginas del documento, pude constatar que, en efecto, la gráfica era falsa y que no aparecía en el documento oficial de CEPAL, o sea: ¡fake news!  Tanto circuló el falso gráfico, que el ex candidato presidencial y ex guerrillero Miguel Ángel Sandoval, dejándose llevar por esa falsa información -pero que conviene a sus intereses- se lanza con un artículo en donde esparce la mentira y tira culpas a diestra y siniestra de ese -falso- dato.

Ambos casos dan cuenta de la agenda de determinada gente que -gozosamente- esparce noticias falsas sobre el país.  Luego de tremendos osos, ninguna aclaración ni disculpa.  ¡Vaya rigor ético!

No solo esparcen mentiras sino son aquellas que difaman al país y lo ponen de la mierda. Pero claro, Trump lo dice y se rasgan las vestiduras.  ¿Qué diferencia hay entonces entre lo que dice Trump y lo que dicen estos de su propio país?  Aclaro que tanto aquel como estos están mal y no comparto en absoluto sus diatribas; me parecen asquerosas.

Para terminar, cito textualmente a la ex ministra Lucrecia Hernández Mack en un su tuit: “Si, miren… Una cosa es tener diferencias de opinión, criticar y discutir temas e ideas.  Otra cosa es que inventen babosadas, mientan y difamen”.  Confieso que estoy totalmente de acuerdo con lo expuesto por la Doctora Hernández Mack. ¡Vivos pues!

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