Un fantasma
Hay que reconocer la creatividad de los que se la pasan en redes sociales inventando hashtags (etiquetas) y memes. La etiqueta que se lleva las palmas es el de #PactoDeCorruptos que estalló en redes a partir de septiembre de 2017. Aunque no es la única, es la etiqueta que llegó al mainstream mediático y ahora es usado hasta por medios y periodistas serios. Mi aplauso para sus creadores; si hubiesen usado su creatividad para alguna actividad productiva -como crear una marca comercial- seguramente ahora serían millonarios.
El éxito de esa etiqueta, en mi opinión, radica en que la sola expresión permite, en la mente de quien la lee, imaginar el colectivo de personas y de actividades que engloba. Eso no es para nada fácil de lograr. Creativos y copys de agencias de publicidad pueden dar fe. La etiqueta distingue claramente a un grupo y sus prácticas, en contraposición a otro grupo, el que señala a dicho grupo y sus prácticas. Se evidencian pues, las posturas opuestas, mutuamente excluyentes y maniqueas. De esa cuenta, se puede afirmar que hay dos “bandos”; pero no se equivoque, el bando contrario, el que creó la etiqueta #PactoDeCorruptos, no es usted ni soy yo. Nosotros, la enorme mayoría de la población, somos espectadores; algunos, como yo, tenemos la oportunidad de expresarnos en medios de comunicación y eso nos hace más notorios; no soy del grupo creador de la etiqueta, pero mucho menos soy de los que la misma alude. Soy un ciudadano, como usted. Usamos etiquetas que hacen que nuestra interacción en redes sea más fácil (para eso fueron creadas) pues de lo contrario tendríamos que usar muchos caracteres -valiosos y limitados- para identificar a lo que la etiqueta #PactoDeCorruptos quiere identificar.
El problema es que no hay una contra parte de esa etiqueta, es decir, la que identificaría al grupo creador, esparcidor y promotor de #PactoDeCorruptos. Ha habido intentos, como #PactoDeTerroristas, o llamarlos “la izquierda”, incluso comunistas, chairos o progre, pero ninguna identificación ha tenido el éxito de aquella etiqueta. Así, existe un grupo impactante -en redes, por lo menos-, muy bien articulado y con presencia medios, entidades judiciales y oenegés al que no le queda bien hasta ahora, ninguna etiqueta. Si el lenguaje y las palabras fueron creadas para, en principio pensar, y luego poder comunicarse, la falta de una palabra o expresión para designar algo representa un problema, al menos de comunicación.
Porque llamarles terroristas, izquierdistas, progre, chairos o comunistas no es preciso. Hay de todo; algunos niñitos y niñitas “bien” que están confundidos y que, en gran medida, por moda, están haciendo eco a una tendencia que ni siquiera comprenden muy bien. Hay otro montón que son vividores de la “cooperación” y que, si ésta variara su tendencia y decidiera financiar la lucha en contra de los embutidos -por decir algo ridículo-, ni usted ni yo podríamos comernos un jamón sin que nos tildaran de alguna terrible cosa. Son pues, veletas de su financiamiento.
Como verán, mis queridos lectores, hasta ahora no hay una sola expresión que englobe al grupo que he estado tratando de describir.
Ante esta frustración -la de no poder describirles con una sola expresión- me resultan como un espectro, como un ser etéreo que no se puede asir, como un fantasma, y al llegar a ese concepto -el de fantasma- no pude dejar de pensar en las líneas de un panfleto, que aunque viejo, todavía causa estragos por todo el mundo; esas líneas fueron publicadas por primera vez precisamente este mes hace 170 años y fueron escritas por Marx y Engels
Como entonces el comunismo, ahora un fantasma parecido recorre Guatemala y buena parte de Latinoamérica. No es el mismo, pero tiene el potencial de causar similares estragos. Como entonces el comunismo, su fin es demoler todo orden anterior y fundar uno nuevo, basado en algunas supuestas buenas intenciones, pero sobre todo en un montón de malísimas ideas e ideologías caducas.
Hay que estar alertas para identificar al fantasma y no confundirlo con otras cosas que son buenas; la lucha en contra de la impunidad y la corrupción no son el fantasma, no se equivoque. Sin embargo, el fantasma, como todo ente etéreo puede tomar la forma que mejor convenga a sus nefarios intereses.
Un fantasma recorre Guatemala: ¡el fantasma que no se puede nombrar!