¿Para cuándo?

Conforme salen a la luz pública los resultados de las investigaciones sobre los múltiples casos de corrupción orquestados en el país, resulta más evidente que los avorazados politicos que hemos electo han estado dispuestos a endosar el desarrollo del país por un cheque millonario.

Desde mediados del siglo pasado son pocas las reformas estructurales que se han gestado con trastracendencia. El conflicto armado dejó como legado que estructuras criminales se apoderaran del sistema. Encontraron en el caos una oportunidad y tomaron ventaja. Se tomaron las aduanas, el transporte y las comunicaciones. Bajo la bandera del desarrollo (falso, claro) y la prosperidad crearon empresas que se alimentan de la corrupción, forma de operar en el que se sienten en estado de comfort.

Pareciera que tenemos los ojos vendados cuando tratamos de separar el pasado de lo que sucede actualmente. La corrupción es la consecuencia de años del posicionamiento de estas estructuras, que para nuestro mal lo convirtieron en una cultura. En un país en donde su gente está preocupada por sobrevivir, más que por vivir, se justifica cualquier medio para lograr ese fin como aceptable. Porque la prosperidad llega hasta el alcance de la visión del gobernante de turno, que se limita, normalmente, a los pocos suyos.

Una falta de visión de país que nos tiene hundidos en la pobreza, la desnutrición, la ignorancia y la desigualdad.

Los casos de corrupción que han salido hasta ahora se encuentran relacionados con grandes y millonarios proyectos. El último de ellos, relacionado con el proyecto del Transurbano, nos muestra que bajo la justificación de solucionar uno de los problemas más grandes del país, la movilidad, se desviaron 35 millones de dólares fuera del país, que de invertirse de forma correcta, podríamos estar hablando de una Guatemala distinta. Sin embargo, no podemos dejar a un lado la corrupción al menudeo que tiene lugar en las municipalidades y las oficinas ejecutoras del Estado de las que algunos ni saben que existen. La lucha contra la corrupción tiene un largo camino por delante.

Guatemala se sostiene con pies de barro, y yo no me pregunto ¿para cuándo?, si no ¿hasta cuándo vamos a seguir soportando que los gobernantes no se preocupen por los temas de fondo por ser impopulares? ¿Hasta cuándo los guatemaltecos miraremos los problemas del país como ajenos?