Cerca de otro día internacional de la mujer
A las puertas de la conmemoración de otro Día Internacional de la Mujer, esta semana, le he dado un vistazo a algunas estadísticas relativamente recientes de las condiciones de las mujeres y las niñas en Guatemala, en cuanto a niveles de educación (asistencia a la escuela), bienestar social (especialmente en el caso de los embarazos en niñas), niveles de ingreso en actividades laborales, participación en cargos de la vida política y niveles de violencia en contra de las mujeres de cualquier edad.
Según cifras del año 2014 que captaron mi atención en un reportaje de la revista digital Soy502, del 8 de marzo de 2016, con datos provenientes de ONU Mujeres, para 2014, la impunidad relacionada con la violencia de hombres contra mujeres era, entonces, del 82% y del 98% directamente como femicidios. De todos los temas, fue éste el de mayores porcentajes.
Para mi sorpresa, existe una relativa paridad entre la asistencia de niños y niñas a la escuela primaria, para el mismo período (2014), que era del 82.7% para hombres y de 81.9% para mujeres; sin embargo, de la inasistencia, ambos grupos reportaron distintas causas, pues en el caso de los hombres era debido al tema económico en un 77.3%, mientras que el 81.1% de las mujeres no asistieron debido a la carga de labores domésticas.
Asimismo, la maternidad en adolescentes es de 1 por cada 5 jóvenes de entre 15 y 19 años, y para el área rural, incluso, puede ser en proporción de 1 por cada 4.
Dos temas me motivan hoy, en víspera de una nueva conmemoración de este día dedicado a las mujeres del mundo de cualquier edad: en lo que respecta a Guatemala, podemos concluir que 2 son los problemas más graves que ponen en riesgo la vida de este segmento de la población: el primero, la violencia que mayormente sufren, y el segundo, la maternidad precoz, que también es producto de una misma cultura violenta, de dominancia, de abuso a la condición de fragilidad y delicadeza que, mayormente, nos distingue como mujeres, independientemente de los asuntos del carácter y del nivel de educación y conocimientos alcanzados.
Sin duda, un avance en este tema tan particular fue el hecho de la creación de la Fiscalía Especial para La Mujer, adscrita al Ministerio Público de Guatemala, misma en la que se pueden escuchar toda clase de historias en la fila de atención y en los escritorios de los fiscales. Algunos de ellos, desgarran el alma: madres clamando por hijos robados y desaparecidos, algunas veces, presumiblemente por sus progenitores; mujeres con golpes contundentes visibles en todo su cuerpo; otras, asustadas hasta la médula por amenazas proferidas de diversas formas en su contra, algunas veces incluso con distintos tipos de armas; mujeres recién violadas que acuden buscando ayuda y protección, y una serie de infortunios que son de lamentar en el siglo al cual irónicamente llamo “el cénit de la civilización”.
El trabajo de esta Fiscalía tan particular, y a la vez tan necesaria, debe de ser de lo más eficiente que nuestro sistema de Justicia provea como respuesta a problemas muy propios de nuestra sociedad. Aquí debe existir una fiscalización permanente, un registro digital de casos cuya fotocopia se le provea a la víctima para su debido respaldo y que quede grabado dentro del registro de casos diarios, para evitar que manos inescrupulosas den por “perdidos” ciertos expedientes en papel para evitar su avance procesal, así como garantizar la atención en días festivos y horarios fuera de oficina, que son muchas veces, los que más víctimas generan.
En todos los estratos sociales, se escucha sobre casos de distintas formas de violencia y humillación hacia mujeres, y resulta increíble escuchar en esas conversaciones cómo las mismas mujeres que ya conocen esta dependencia, rápidamente hacen la salvedad de que su(s) agresor(es) han dejado de proferirles amenazas o la misma violencia, a raíz de haber sido llamados al orden o bien apresados.
No cabe duda: la aplicación de la recta y pronta Justicia, así como la educación a nuestros hombres y mujeres desde la niñez, conscientes de su dignidad humana, es una tarea impostergable para poder avanzar con rumbo a lo que verdaderamente debería de ser una sociedad más civilizada y más respetuosa para todos.