El maná de las remesas

Uno de los libros más traducidos y leídos en el mundo es el Éxodo. En este libro se narra la emocionante historia del pueblo judío, que al ser expulsado de Egipto se traza la singular ilusión de encontrar la tierra prometida. Durante largos 40 años vagan por el desierto, liderados por Moisés. Su fe en un destino nacional les permite recibir la bendición de un pan enviado desde el cielo para su mantenimiento. El maná. Ese pan recibido durante seis de los siete días de la semana les da la fuerza y la convicción de su destino.

En nuestros días, el maná son las remesas. Cada día los miles, tal vez millones de emigrantes guatemaltecos, que con el sudor de su frente se ganan unos dólares en el competitivo mercado norteamericano envían parte de ese dinero a sus familiares, y talvez amigos en Guatemala. Ese dinero sano, ganado con el esfuerzo y la eficacia de los nacionales generan ingresos que permiten el mantenimiento de familias, gastos públicos y bancos en este país centroamericano.

En un blog reciente, en la página del Fondo Monetario Internacional, aparece un excelente comentario al respecto. Los economistas Kimberly Beaton, Luis Catao y Zsoka Koczan, https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=8891, analizan el tema planteando su enorme importancia. Por ser Guatemala un país en donde las remesas son un maná, ya que la prácticamente la mitad de sus ingresos propios de divisas provienen de las reservas, nos vamos a permitir comentar las opiniones del FMI.

En hecho que salta a la vista es que Guatemala es cada día más dependiente de las remesas de guatemaltecos. En el 2010 los emigrantes chapines enviaron 4,127 millones de dólares al país; en forma increíble, en solamente siete años esos masivos traslados de dinero se duplicaron. En el 2017 fueron 8,192 millones, casi la misma cantidad de dinero que el país exporta, 8,390 millones.

Como diría Jorge Luis Borges, mi opinión, ante calificadísimas versiones, corre el doble riesgo de parecer impertinente y trivial. Pero, atrevido que es uno, voy a tratar de aplicar los criterios de los economistas del Fondo a la realidad guatemalteca. Porque no hay que olvidar, que efectivamente, recibir tanto dinero en ayudas puede ser una gran oportunidad para fortalecer la inversión, el emprendimiento de pequeños empresarios, la educación de calidad de los jóvenes y el fortalecimiento de los valores de una sociedad justa, equitativa y eficiente.

Pero, como diría el Quijote, “-por cumplir con mi profesión de caballero andante quise dar ayuda y favor a los que huían, y con este buen propósito hice lo que habéis visto: si me ha salido al revés, no es culpa mía, sino de los malos que me persiguen; y, con todo esto, desde mi yerro, aunque no ha procedido de malicia, quiero yo mismo condenarme en costas: vea maese Pedro lo que quiere por las figuras deshechas, que yo me ofrezco a pagárselo luego, en buena y corriente moneda”. El abnegado héroe nos indica, que las ayudas en ocasiones no provocan el bien que pretenden, sino que más bien pueden profundizar los males que ya nos afligen.

Menciona Beaton y sus colegas, “…en todo el mundo, 250 millones de personas, el equivalente al 3% de la población mundial, viven fuera de su país de origen. Muchos de estos inmigrantes mantienen un fuerte vínculo con su tierra natal y envían parte de sus ingresos a familiares que siguen viviendo allí. En 2015, los inmigrantes enviaron USD 441.000 millones a su casa, un importe casi tres veces superior al valor total de la asistencia oficial para el desarrollo.”, es decir, Guatemala recibe el 1% de las reservas que producen los emigrantes en el mundo.

Allí mismo se menciona que Guatemala recibe en remesas más del 10% del producto nacional. Recibir remesas, puede ser un riesgo o una ventaja. Interpretación que hubiera notado el Quijote en sus andanzas. Las remesas se pueden convertir en consumo, es decir, ser un complemento de los presupuestos familiares, o bien en financiamiento del gasto público, lo que podría orientar hacia la vida fácil, la desmotivación del trabajo y el estudio.

Nuestros autores del Fondo afirman que las transferencias se convierten en un fenómeno negativo cuando las familias que reciben los fondos no tienen un mercado financiero desarrollado que les permita ahorrar e invertir el dinero, y no tiene acceso al crédito para financiar pequeñas y medianas empresas. Un problema fundamental es que las economías menos desarrolladas tienen componentes exportadores y de crédito volátiles, y el gobierno tiende a usurpar el dinero de las remesas no para satisfacer el desarrollo ciudadano, sino para financiar su déficit.

Reorientar el uso de las remesas es un reto nacional.

Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.