Columnas

Un desastre moral y social

En los últimos tiempos han aparecido propuestas, en el ámbito médico y en la opinión pública, de incluir la eutanasia como parte de los cuidados paliativos. Contra ese planteamiento ha tomado postura la Asociación Médica Mundial: “La eutanasia, acto de poner fin deliberadamente a la vida de un paciente, aun a su petición o a petición de familiares cercanos, no es ética”. Y añaden: “el suicidio médicamente asistido, como la eutanasia, no es ético y debe ser condenado por la profesión médica. Cuando la intervención del médico está deliberadamente dirigida a permitir que una persona ponga fin a su propia vida, el médico actúa sin ética”.

Todo esto probablemente recordará el impacto que produjo hace como un par de años la decisión de una mujer de 29 años (Brittany Maynard) enferma de cáncer terminal, al planificar su suicidio para evitar sufrir una muerte lenta por un cáncer terminal en el cerebro. Cuando lo anunció en un video por internet, los medios de comunicación y las redes sociales se convirtieron en un hervidero de opiniones sobre la eutanasia.

Ella, para poder suicidarse con asistencia médica, se mudó a Oregón, un Estado que lo tiene permitido.

Aparte de lamentar esta situación tan patética, es bueno considerar que algunas leyes permisivas –entre ellas la eutanasia- pueden tener efectos perniciosos para la entera sociedad.

Sin suda, siguiendo unas aclaraciones de la Academia Italiana de la Vida, no podemos juzgar a las personas –su interior-, aunque el hecho en si (el suicidio asistido) si es condenable y aun lamentando lo sucedido a la joven Brittany. “Lo que ha sucedido en su conciencia no lo sabemos. Nosotros elegimos siempre buscando el bien, lo malo sucede cuando nos equivocamos, que fue este caso”

Los expertos en cuidados paliativos dejan claro que llamar “muerte digna” al suicidio es absurdo, pues la dignidad no tiene nada que ver con ponerle fin a la propia vida. Ella decidió suicidarse, pero eso es decirle no a la propia vida y a nuestra misión en el mundo hacia las personas que tenemos cerca. No podemos juzgarla, pero hizo algo malo.

El Director del Centro Bioético, Dr. Lafferriere, destacó que “el caso de Brittany es dramático y conmueve pero “¿quién está en condiciones de decidir terminar con su vida?” cuestionó el experto en bioética; señalando que “en el fondo, permanece una verdad antropológica: la vida es siempre un don y como tal no es un bien disponible por nadie”. “En las más dramáticas circunstancias de enfermedad, la dignidad del moribundo requiere extremar los cuidados y el acompañamiento auténticamente compasivo y médico, que nunca puede consistir en quitar la vida”.

La eutanasia no se la puede aceptar ni justificar nunca por la falta de calidad de esa vida; si no ya no hay forma de decir donde nos paramos al hacerse «endebles» las fronteras entre el bien y el mal. La historia demuestra que ese principio, aplicado una vez, es fácilmente ampliado para eliminar a enfermos privados de conocimiento en general o para desembarazarse de enfermos difíciles de atender por otros más fácilmente curables. O para eliminar a niños con taras físicas, como está ya sucediendo en algún país europeo. Hablando claro: entre la eutanasia y el crimen no hay frontera.