Resucitando sueños
La Semana Santa se ha terminado. Para muchos, fue tiempo de sol, playa y arena, a pesar de que realmente es el período para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo; sin embargo, no todo el mundo se identifica con ella. También ha sido un tiempo de descanso para otra parte de la población, para compartir con la familia o simplemente para escapar de la exigente rutina de la vida en la ciudad y vivir pausada y calmadamente.
A pesar de que también existen quienes no creen en un ser supremo, creador de universos, o bien, que profesan religiones de otra denominación y ajenas a la creencia en la resurrección de Jesús de Nazaret, creo que hay reflexiones oportunas para cualquier persona en estos días.
Es hasta ahora, que soy adulta, que comprendí que hay un significado más profundo de la resurrección de Jesucristo –para los cristianos- y de la Pascua que celebra el mundo judío por la liberación del pueblo hebreo del yugo egipcio (también conocida como Pésaj, por su nombre en hebreo), que bien puede aplicarse a toda vida, independiente de la religión o creencias espirituales que cada persona profese.
Coincidentemente, encontré unas viejas notas que tomé en una charla, que resumen mi mensaje hoy, domingo de resurrección o de liberación, y dicen así: “El tiempo tiene la capacidad de hacer que lo que olvidamos, quede enterrado para siempre. Es válido tener un gran sueño en nuestra vida para ayudar a otros, lo cual deja un legado. Es bueno evaluar cómo vamos en nuestra vida y cómo mejorar o evitar caminos dolorosos que otros ya recorrieron; evitar nuestro propio “vía crucis”. Es un mandato bíblico de varias denominaciones el examinar nuestro andar: “Meditad bien sobre vuestros caminos”. Esto es, ordenar efectivamente nuestras prioridades, pues en donde hemos puesto nuestro corazón, allí está nuestra casa. ¿Está nuestro corazón en el lugar correcto y vivimos acorde a nuestras prioridades reales?
Nunca permitamos que nuestro momento emocional sea un estorbo para lo bueno que pueda pasarnos en la vida. La emotividad nos dice que algo se acabó; son pensamientos que se han instalado y gobiernan nuestra mente. Un sueño, en cambio, se mide por la voluntad que llevamos dentro y no tanto por nuestras capacidades.
¿Cuántos pensamientos negativos, es decir, “rocas”, tienen relegados nuestros sueños?
¿Cuáles son nuestras “piedras”? ¿Qué impide que podamos ver nuestros sueños despertar? Acaso algunos tuvimos desilusión, decepción, desencanto, temor al fracaso, falta de recursos, problemas que otros nos crearon, etc… Cada persona tiene distintas “piedras” que impiden que su sueño reviva.
¿Hace cuánto enterramos nuestros sueños por decepción?
Nuestros sueños no pueden depender de las circunstancias, pues la falta de ánimo, decepción, falta de disciplina, todo atará nuestro entusiasmo por la vida a ese sepulcro para siempre, y así es como muchos viven muertos estando vivos.
Cuando la libertad plena esté instalada en nuestra mente, y de nuestro corazón sean expulsadas todas esas “piedras”, veremos un cambio porque, cautivos, no podemos soñar. Al sueño hay que darle vida, hay que liberarlo”.
¿Qué piedras tenemos que identificar y remover de nuestra mente para poder salir de ese período de lamento, tristeza y oscuridad, que tantas veces pareciera no tener fin, para poder ver a nuestros sueños recobrar la vida?
Seamos felices en la modesta medida en que la vida lo permite y no perdamos la esperanza; quitemos piedras, escombros, reavivemos nuestros sueños y sigamos esforzándonos efectivamente por ellos.