Columnas

Retrato Hablado de una Sociedad

El viernes por la noche, pagué unas gaseosas en la caja del supermercado. Una joven mujer, cajera de unos 20-23 años, me generó mucha curiosidad. De pronto, sentí mucha duda al verla en su trabajo, totalmente inmersa en las teclas de su caja registradora, de las cuales no despegaba la mirada.

Me pregunté si en nuestro país –tan necesitado de gente consciente de la realidad– ella estaba al tanto de lo que ayer aconteció: el fallecimiento del Alcalde y ex presidente de Guatemala, Álvaro Arzú Irigoyen, ya que su vida marcó una parte de la historia, y su muerte, ayer, cambió el futuro, probablemente.

La observé unos segundos y me animé a preguntar: «Seño… ¿Usted sabe lo que pasó hoy?» le pregunté. Sin dejar de mirar su teclado pero sonriente, me respondió: «¿qué cosa?», dijo.   –«¿Sabe que murió el Alcalde de Guatemala?–«, le repliqué. «¡Ah, sí…!», dijo. «¿Era de la Capital, verdad?», continuó su pregunta con duda. –«Sí»–, le digo. Se queda callada siempre sin verme a los ojos, y suspira para decir, tecleando mi cuenta: «Pero ya fue hace rato, ¿verdad? Él como que había sido otra cosa…», me preguntó.

–«Fue presidente, también»–, le dije. «Ah, sí, ¡cierto! Pero… ¿Ya se murió hace rato, verdad? Como que fue ¿hace como un mes?», volvió a preguntarme. –«No, él murió hoy en la tarde, y son las nueve de la noche», le dije–. «Ah, sí, jejeje», me responde, y sigue: «pero…como que otro señor también murió, uno que no sé si era de Fraijanes, algo así, o de la Capital, que murió hace días, ¿no es el mismo?», cerró su pregunta.

Asombrada, pero callada y entendiendo la precariedad de nuestras escuelas y sistema educativo –además de la innegable dejadez y la falta de interés por las personas en cultivarse y aprender, ahora que todos tienen teléfono con Internet, pero no pasarán de coleccionar en las redes sociales los «me gusta” y “me encanta” de caras y cuerpos– continué diciéndole, ya para irme de allí: –«Quien murió hoy fue el actual Alcalde de la Ciudad de Guatemala, Álvaro Arzú. Está en todos los noticieros desde hace horas. Quien falleció hace un mes, el día 1 de abril, fue el General Efraín Ríos Montt, ex presidente de Guatemala, un militar que llegó al poder por golpe de Estado y luego se mantuvo como una figura política importante de nuestra historia». Con una gran sonrisa, y siempre afanada en apachar botones, me responde moviendo su cabeza de lado a lado: «Ay sí, cierto, él, él…él creo que era el de Fraijanes, o no sé…».

Tomé mis bolsas y, como última pregunta que me surge, con gran duda le pregunto si ella fue a votar en las pasadas elecciones y me dice que no lo hizo porque todos roban «aunque sean –dijo– de la capital».

Recogí mi compra con desesperanza, al tener frente a mí la más cruda realidad de nuestro país: la ignorancia y la falta de interés de un pueblo que se conforma con respirar sin saber nada, y que, al igual que la muerte, campea libre por nuestra nación, mostrándose con descaro ante nuestra mirada triste y desilusionada. Este es el presente, esto es el reflejo de varios millones de guatemaltecos jóvenes que respiran y viven su día a día, pero sin la más mínima idea del lugar en el que están parados. Todos votan, todos ellos deciden –aunque no sepan ni en qué país viven– nuestro futuro…  ¡Qué “hermosa” es la Democracia! Me dije.

Con este relato no pretendo en forma alguna ser peyorativa con la joven mujer en cuestión.  Simplemente, es un reflejo por el cual nosotros también debemos despertar este sentido de urgencia nacional para reconstruir nuestra nación y cambiar nuestro futuro por uno en el que exista una conciencia real de lo que implica ser ciudadano, ser agentes de cambio en nuestro pequeño círculo, y hacer la presión necesaria para lograr que las autoridades hagan los cambios que tienen que hacer. Para quienes no se interesan en la vida política, es momento de ser solidarios con la patria, con el suelo en el que vivimos, y tomar conciencia que con nuestro rol, activo o ajeno, construiremos o dejaremos pasar los males que hoy se nos presentan como esta decepcionante y preocupante realidad.