Columnas

Solidaridad ante la tragedia nacional

El 3 de junio de 2018, la naturaleza nos ha recordado abruptamente que somos un país vulnerable a los desastres naturales, ahora el volcán de fuego, uno de los tres más activos de nuestro país nos hizo sentir su poder.  En la tranquilidad del domingo pasado, los guatemaltecos fuimos sorprendidos por una de las más fuertes erupciones de nuestra historia, la que se ha convertido en una tragedia nacional.

Los chapines asentados en el área central, hemos padecido un sinfín de erupciones volcánicas, pero me atrevo a indicar que jamás habíamos experimentado una de gran magnitud como la que vivimos el domingo y con un alto número de damnificados.  El panorama es desgarrador y duele ver el drama de aquellas personas que lloran a sus familiares angustiosamente, esperando encontrarlos con vida, sin embargo se reportan varias personas con heridas graves y otras fallecidas.

No obstante a estas pérdidas humanas, hay que agregar los graves daños materiales en los departamentos de Escuintla, Sacatepéquez y Chimaltenango.  El deterioro al patrimonio de muchas personas como viviendas, vehículos u otros mobiliarios y el perjuicio a la infraestructura vial, será difícil de reconstruir en el corto plazo. Aún se desconocen las consecuencias finales de la explosión volcánica, ya que el material piroclástico no ha consentido a las autoridades encargadas recabar la información exacta.

En medio del dolor destaca la solidaridad ciudadana y la unión de los guatemaltecos, que no hemos dejado a nuestros hermanos en estos momentos de desventura. Los cuerpos de socorro, el Ejército, la Policía Nacional Civil y personas voluntarias participan en las tareas de rescate de las personas heridas y de los cadáveres.  Observamos que en medio de la conmoción y la tristeza, miles de hombres, mujeres y jóvenes están dispuestos a apoyar respaldando a las personas afectadas y formalizando centros de acopio para aglutinar medicamentos, alimentos no perecederos, agua apta para consumo humano, ropa, entre otros enseres.

Todos nos hemos sumado para asistir y minimizar el dolor de los perjudicados en el desastre subsistido, pero nos queda seguir apoyando para que la ayuda llegue a los más necesitados y permanezca el tiempo que sea necesario. Debemos de considerar que ninguna asistencia es suficiente para aliviar el dolor que sufren las familias afectadas ante la pérdida de sus seres queridos, no obstante un dolor compartido, es la mitad del dolor.

Nos queda ahora pedir a Dios para que el fin de esta catástrofe llegue pronto, y que les brinde la paz y el consuelo a las víctimas por el duelo que ahora sobrellevan, y sus vidas vuelvan a la normalidad lo antes posible.  Recemos para que se conmuevan más corazones que se unan a este esfuerzo para que el auxilio permanezca por un buen tiempo. Hemos prestado atención que diversas personas perdieron las propiedades que con mucho esfuerzo alcanzaron toda su vida.

En estos momentos que no nos gane la indiferencia o la insensibilidad ante este terrible desastre natural, porque “podemos caer, pero la solidaridad, hermandad y ayuda mutua, nos levantarán.”

Guatemala está de luto, nuestros compatriotas necesitan más que nunca el acompañamiento de todos los chapines de buen corazón y comunidad internacional para salir adelante. Sin duda, los damnificados merecen nuestras oraciones para que sus corazones reciban resignación, que aquellos que tengan familiares desaparecidos los puedan localizar con vida, pero además es imperioso continuar con nuestros aportes para que en el corto plazo los damnificados puedan reconstruir sus vidas y que juntos podamos decirles: Misión cumplida hermanos.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Mireya Batún Betancourt

Abogada, Notaria y Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, postgrado en Criminología, especialista en ejecución penal con estudios en Doctorados de Ciencias Penales y Derecho Constitucional Internacional.

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