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Perdonar ¿Se Puede? ¿Se Debe?

#DescubrirLasRaíces

Recientemente unos artículos planteaban el tema del titular que es de gran y permanente interés.

El perdón es necesario en el ámbito social. Las familias, los grupos, los Estados, la misma comunidad internacional necesitan abrirse al perdón para remediar las relaciones interrumpidas, para superar situaciones de estéril condena mutua, para vencer la tentación de excluir a los otros, sin concederles posibilidad alguna de apelación. La capacidad de perdón es básica en cualquier proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria.

Por el contrario, la falta de perdón, especialmente cuando favorece la prosecución de conflictos, tiene enormes costes para el desarrollo de los pueblos. Porque si no, entonces, se emplean para mantener la carrera de armamentos, los gastos de las guerras, las consecuencias de las extorsiones económicas. (…) La paz es la condición para el desarrollo, pero una verdadera paz es posible solamente por el perdón.

La propuesta del perdón frecuentemente no se comprende de inmediato ni se acepta fácilmente; es un mensaje en cierto modo paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre a corto plazo una aparente pérdida, mientras que, a la larga, asegura un provecho real. La violencia es exactamente lo opuesto: opta por un beneficio sin demora, pero, a largo plazo, produce perjuicios reales y permanentes. El perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón la lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor de todo lo creado.

Tema complejo. que impacta. Es un planteamiento que debe sernos válido siempre. Es considerar que no hay paz sin justicia, pero que no hay justicia sin perdón, a todos los niveles. Que siendo válido el derecho a defenderse, siempre debe uno atenerse a reglas morales y jurídicas y que el restablecimiento de la paz exige también el perdón; se opone a la venganza y al rencor.

Y se podría añadir que es necesario desechar el pesimismo, la desesperanza, que es quizá lo peor que nos puede suceder porque nos deja sin fuerzas, sin voluntad de construir nuestra sociedad. Podemos recordar aquí la famosa frase de Churchill, vencedor en la segunda guerra mundial: el optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

El perdón es necesario en todo ámbito social: las familias, los grupos, el Estado, la misma comunidad internacional necesitan abrirse al perdón para superar la estéril condena mutua, para vencer la tentación de excluir a los otros, sin concederles posibilidad alguna de apelación. De hecho, la capacidad de perdón es básica para una sociedad futura más justa y solidaria.

Y muy recientemente el papa Francisco hacía unas reflexiones sobre la familia que puede servir para todo. Concretaba que sobre la puerta de la familia están escritas tres palabras: permiso, gracias, perdón. Más fáciles de decir que de poner en práctica, pero absolutamente necesarias Son palabras vinculadas a la buena educación, en su sentido genuino de respeto y deseo del bien, lejos de cualquier hipocresía y doblez.

A través del perdón podemos acercarnos, siempre de nuevo a los otros: por esto es tan importante educarnos en el arte de practicarlo.

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