El país de las “buenas” intenciones
#Catarsis
Guatemala es un país gobernado por buenas intenciones que nos están pavimentando el camino al infierno. Hace unos días leí a alguien que escribió: «Quiero una patria sin niños con hambre, sin mujeres maltratadas, sin violencia. Quiero una patria sin corruptos libres, sin abusadores sexuales, sin explotación laboral. Una patria digna». Hermoso, ¿no? Y sobre todo poco realista.
No conozco un solo país en el mundo en el que no existan problemas, los depredadores sexuales, son personas que no logran controlar sus instintos animales y esos abundan. En los países en que la economía y la “igualdad” laboral florece, hay un alto índice de violaciones a mujeres. Finlandia, que se puso de moda por el Mundial, tiene un alto índice de suicidios, pese a ser un paraíso en casi todo lo demás.
Por eso al hacer políticas públicas y gobernar no podemos pensar en el ideal de humanos que aspiramos ser, sino más bien, en cómo somos hoy, con todas nuestras imperfecciones y vicios. Debemos pensar en cómo tener un mundo mejor dentro de nuestras posibilidades y tomando en cuenta nuestras limitaciones. Claro que debemos aspirar a un mundo mejor, pero por favor seamos realistas, el proceso evolutivo humano lleva cientos de miles de años y todavía nos falta un largo camino por recorrer.
Ahora resulta que son mucho más importantes las intenciones que las acciones, ¿desde cuándo? Ya no puedes criticar a nadie, porque la excusa es, ¿y tú que sabes cuál fue su intención? Les voy a ser bien clara, esto ya lo he dicho en otras oportunidades y espero no tener que volver a repetirlo, aunque soy poco optimista: —sus intenciones me traen sin cuidado. Esas las juzga dios o su conciencia, dependiendo de sus creencias. Me preocupan las acciones y si critico, serán las acciones no las intenciones—. Así funciona la ley, se juzgan las acciones, no los asuntos espirituales. Sin embargo, es la mejor excusa de quien con muy buena intención comete cualquier delito o acto ilícito. Violó y golpeó a una mujer, pero resulta que no fue su intención, estafó a un cliente, pero tampoco fue su intención. Es una juez corrupta, pero no fue su intención. Son pocos los transgresores que aceptan su intencionalidad y por lo general a esos es a los que se les juzga más duro. Cuando alguien te deja caer un refresco encima, rara vez será su intención, pero no se disculpa por la intención, se disculpa por el hecho de que te dejó caer un refresco.
Ahora vamos al siguiente problema, el victimismo. No sé en qué momento terminamos siendo todos víctimas, incluyendo a los criminales. No hay mejor forma de conseguir un privilegio que haciéndose la víctima. ¿Qué pasó con aquellos tiempos en los que se admiraba, premiaba y valoraba a quien salía adelante pese a sus adversidades? Ahora es más fácil hacerse la víctima y pedir una ley que te proteja, lo cual te convierte en una víctima privilegiada del sistema de victimismo que hemos establecido. Y esto trae de la mano a los ofendidos, que viven en estado de ofensa permanente porque no aceptas su victimismo y te salen con el discurso de que eres una mala persona por no tenerles lástima y te demuestran con ello su superioridad moral.
Y así le seguimos dando vueltas a las buenas intenciones, cambiándoles de nombre, de ideología y de partido, pero acá nada se resuelve y nada mejora. Las cárceles están llenas de corruptos, pero la corrupción no se acaba porque quienes persiguen a los corruptos ya se volvieron corruptos. Pero en Guatemala abundan los soñadores, las víctimas y los bien intencionados que nos están llevando directo al infierno. Me gustaría ver a los candidatos que participarán en las próximas elecciones con menos buenas intenciones y con más planes de gobierno concretos para saber cómo pretenden mejorar las cosas.