Columnas

Sin vacunas y tomando leche cruda

#Catarsis

Los siglos XIX y XX fueron marcados por innumerables de avances médicos, científicos y tecnológicos que permitieron mejorar la calidad de vida de los habitantes del planeta y salvar muchas vidas. Tan sólo 18 años han pasado del siglo XXI y hay quienes sin ningún fundamento científico pretenden echar por la borda años de trabajo de miles de científicos y médicos.

Por suerte en nuestro país, los antivacunas aún son una minoría. La mayoría de nuestros ciudadanos está consciente de la importancia de la vacunación. Hace poco alguien me cuestionaba sobre el tema y me decía que no debía de importarme. En realidad, si ellos condenan a sus hijos a sufrir enfermedades que en su mayoría habían sido erradicadas me trae sin cuidado, pero las cosas no son así de simples. Hay poblaciones en riesgo, bebés y niños pequeños que, por padecer alguna enfermedad, por ejemplo, cáncer, no pueden ser vacunados, otros son los ancianos que estarían en alto riesgo de morir si llegan a contraer una de estas enfermedades. En Europa este movimiento está provocando una epidemia de sarampión y recordemos que el único caso que se presentó recientemente en Guatemala nos llegó importado desde Alemania. Si esto se llegara a salir de control, podría provocar una pandemia derivada de la irresponsabilidad de estas personas que sin ningún fundamento científico se oponen a la vacunación. El médico que publicó el estudio que indicaba que las vacunas causan Autismo, desmintió su estudio y perdió su licencia para ejercer la medicina.

Adicional a esto están los que abogan por una alimentación natural libre de químicos. Eso está bien, sólo recordemos que estos alimentos si no son lavados, desinfectados o hervidos correctamente pueden acarrear un sinnúmero de enfermedades. Este es el caso de la «leche cruda» que se está poniendo de moda. La pasteurización cambió el rumbo de la historia, antes de su descubrimiento muchas personas morían por ingerir alimentos, parece mentira que una minoría creciente de individuos no tenga la más remota idea de los beneficios de la pasteurización. Esta moda los pone en riesgo a ellos y a sus familias, eso está bien no es un peligro para toda la población mundial como lo es el caso de las vacunas, pero lo que no voy a tolerar es que se las lleven de moralmente superiores por sus prácticas alimenticias, y eso es lo que estamos viendo y teniendo que tolerar. Están creando un «consumo sostenible» que en blanco y negro suena maravilloso, pero es en realidad un sistema clasista sólo al alcance de los ricos, porque esos alimentos «naturales», sin ningún tipo de control higiénico los venden a precios exorbitantes. Las tiendas especializadas que los venden no están al alcance de las personas con menos recursos económicos.

Ahora vamos a un tema muy sensible, los plásticos. En realidad, todos queremos un mundo sin plásticos, pero para ello debe de haber algún material que lo sustituya que sí sea biodegradable. Mientras tanto es de aplaudir a las iniciativas que desean reducir su consumo, pero seamos realistas, en estos momentos no podemos eliminar el plástico. ¿De que van a ser las jeringas y una gran cantidad insumos que utiliza la medicina? Hablemos a los alimentos, el vidrio es carísimo y si bien es reusable los procesos de esterilización para su reutilización son costosos. ¿Ya pensaron en la gente pobre que apenas se alimenta? ¿Cómo van a pagar esos lujos? Y no me vengan a decir que así era hace 100 años, porque hace 100 años morirse de hambre era lo más normal del mundo. Piensen por un momento en la carne o el pollo que compran, por supuesto que se puede empacar en papel, pero este se va a humedecer y el tiempo de vida de un producto que no esté bien empacado es mucho menor. Y si le ponen papel encerado, el precio aumenta. Y así podría seguir enumerando alimento por alimento, lo que nos lleva a la conclusión de que vivir en un mundo sin plástico haría que la gente más pobre fuera la que terminara sufriendo las consecuencias.

¿Qué propongo? Educación, solo el uso responsable y consciente es la solución. Y con esto no pretendo desmotivarlos, pero quiero que sean realistas y analicen un poco la situación. Reciclemos y reutilicemos todo lo que se pueda, pero sería mejor sumar esfuerzos y educar a la población sobre estos temas y no comportarse como unos fanáticos apocalípticos. Está bien que compren pajillas de acero inoxidable, pero tengan en cuenta que la higiene de estas es muy importante, en los comercios las pajillas de papel son una mejor alternativa, pero nuevamente, no son baratas, por lo que no están al alcance de la mayoría.

Trabajemos por un mundo mejor, pero dejemos las fantasías, el elitismo y los sueños de grandeza para otro momento, por ahora falta mucho por hacer. Y los dejo con un consejo no solicitado, lean sobre la pasteurización.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Carmina Valdizán

Abogada y analista guatemalteca, presentadora de televisión y escritora.

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