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¡Demasiado a prisa!

#Emunah

Muchos de nosotros crecimos con la exitosa serie de televisión del “Chavo del 8” que hizo que nos riéramos hasta ya no más poder. Como olvidar a la Chilindrina, Quico, Don Ramón, Doña Florinda y por supuesto al profesor Jirafales o Maistro Longaniza como le decía el Chavo. El profesor que suspiraba de amor por Doña Florinda, y hacía un gran esfuerzo por tolerar las ocurrencias de todos sus alumnos; claro que no era tarea fácil y poco a poco el profe perdía la paciencia, lo que lo hacía exclamar su famoso grito “Ta Ta Taaa Tá“.

Esa exclamación de irritación sigue hasta el día de hoy retumbando en el interior de muchas personas cuando pierden la paciencia “Ta Ta Taaa Tá“. ¿Por qué causa, motivo, razón o circunstancia pasa esto? Por la sencilla razón que vivimos en un mundo donde la demanda de resultados instantáneos se ha filtrado en cada rincón de nuestras vidas que cada vez nos volvemos más exigentes y esa presión muchas veces nos hace perder los estribos.

La revolución tecnológica ha llegado a salpicar todos los sectores cotidianos brindándonos tremendos beneficios y comodidades, y ayudándonos a aprovechar al máximo nuestro tiempo, que es uno de los tesoros más valiosos que tenemos. Sin embargo, tanto servicio instantáneo nos está haciendo impacientes. Urgente, es una palabra con la que vivimos día a día: Te acabo de enviar un email, ¿no lo viste? Te contesté por WhatsApp, ¡Chequéalo!! ¡Te estoy llamando y no contestas! ¿Dónde estás?! ¡Date prisa!! ¡Ve al grano! ¿Qué esperas?

La gente frunce la frente si la página Web tarda en cargar, gruñe de frustración si su celular se congela. Hemos llegado a obtener las cosas tan rápido que se nos hace tedioso esperar unos pocos segundos más para que se cargue un video. Nos desesperamos en la cola del banco o de un restaurante de comida rápida, en el tráfico, y en la sala de espera de un consultorio médico casi explotamos. Nuestra necesidad de gratificación instantánea se ha vuelto más demandante con el tiempo, y como resultado, la impaciencia le está ganando a la paciencia.

En la necesidad de contestar y obtener todo de forma inmediata, esperar puede ser difícil, y cuando no se obtiene lo requerido en tiempo récord, entra la insatisfacción y la ansiedad. Al frustrarnos los niveles de estrés y adrenalina se alteran perdiendo la paz y el sosiego. Según un reporte de la BBC Mundo la impaciencia puede derivar en: ansiedad, angustia, obesidad, hipertensión y hasta envejecimiento acelerado.

Además de perjudicar la salud, otros estudios realizados han revelado que a menudo las personas se vuelven impulsivas y toman decisiones rápidas sin meditarlas generando problemas económicos, rupturas de relaciones interpersonales, y violencia, entre otros. Estas son solo algunas de las consecuencias negativas de la impaciencia; aunque existen otros peligros vinculados que a primera vista no resultan tan evidentes.

Aunque también se debe reconocer que la impaciencia en pequeñas dosis tiene algunas ventajas. Por ejemplo, la misma ha motivado a que las personas sean emprendedoras o se esfuercen para alcanzar un meta más rápido debido a su impaciencia. Asimismo, la creciente impaciencia en la sociedad ha alentado a muchas empresas a capitalizarla ofreciendo servicios instantáneos, eliminando la necesidad de esperar por un taxi y brindando la posibilidad de transmitir películas y series de televisión en cuestión de segundos, con un costo que los consumidores pagan para evitar la espera.

A todos más de alguna vez nos ha pasado el hecho de impacientarnos por algo: cuando el bebé no para de llorar, cuando alguien nos grita, cuando no encontramos empleo, cuando las cosas no salen como deseamos o las peticiones no son contestadas con prontitud. Por eso es importante que se aprenda a cultivar la virtud de la paciencia aceptando que no siempre se cumplirán nuestras expectativas. La Biblia nos recuerda que “El paciente es grande de entendimiento; más el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.”

Si nos impacientamos en exceso, no disfrutaremos de lo que hacemos y estaremos agobiados de forma continua. Hay que tomarse las cosas con calma, administrar bien las horas del día y establecer prioridades. Poder reflexionar sobre nuestras obligaciones y asignar tiempos realistas a cada tarea, nos dará calma y mayor capacidad para disfrutar la vida. La paciencia contribuye a gozar de mejor salud, tomar mejores decisiones y conservar las amistades.

Cuando se va demasiado a prisa no disfrutamos del momento; por eso tratemos de mantener la calma ante circunstancias que no podamos controlar para evitar recurrir muy seguido al tan famoso y conocido “Ta Ta Taaa Tá” del profesor Jirafales. Reflexionar en la Palabra de Dios nos ayudará a vivir con menos estrés y a ser más pacientes “Por nada estéis afanados, más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús”.

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