Columnas

Ideologías resentidas

#LaPicota

Hace años, un agroindustrial me contó una anécdota. Estaba cenando con el representante de la Misión de las Naciones Unidas en Guatemala, MINUGUA, sobre la situación del país. El extranjero le reclamaba al guatemalteco que los empresarios eran responsables por los bajos salarios y la pobreza. Según su apreciación, los terratenientes eran culpables de todos los males y responsables del subdesarrollo.

El empresario guatemalteco, armado de valor, le contestó que su único pecado era querer vivir como él; con casa pagada en la zona 14, los mejores colegios para sus hijos, empleada doméstica pagada por la ONU y un sueldo en dólares que le permitía gastar y ahorrar lo suficiente para su retiro. Además, le indicó que nuestros productos de exportación eran vendidos en la bolsa de valores a un precio inferior a su costo de producción por lo que, era imposible subir salarios o pagar todos los impuestos y las prestaciones de ley sin correr el riesgo llevar a la quiebra a su empresa.

Otro empresario, dedicado a la siembra de árboles maderables, se topó con un fotógrafo a quien intentaba contratar para un servicio. El fotógrafo, de origen europeo, había venido al país por turismo y terminó casándose con una guatemalteca. Se había involucrado con los movimientos de izquierda, mientras realizaba fotografías sobre las operaciones de una empresa minera. Cuando supo que el empresario se dedicaba a una actividad considerada por la izquierda como “monocultivo”, de inmediato se alteró y rehusó el contrato. Al poco tiempo, el fotógrafo abandonó el país, sin dinero, divorciado y resentido.

En otra ocasión, una escritora salvadoreña, defensora de los derechos humanos y feminista, fue invitada por una editorial guatemalteca a una disertación. Al no contar con recursos para su alojamiento, un empresario local ofreció casa, comida y transporte para ella y su hija. Antes de regresar a su país, comentó que había prejuzgado la situación, al sentirse incómoda con la idea de ser atendida en casa de un empresario, por considerarlo enemigo natural de la izquierda.

Los izquierdistas, casi siempre, tienen como soporte el resentimiento. Esos que pretendieron tomar el poder por las armas y no pudieron; los que quieren ser ricos sin esforzarse; los que se dicen discriminados pero, entre ellos mismos se discriminan; los que pretenden cambiar las leyes para adecuarlas al antojo de sus caprichos; los que quieren gobernar sin pasar por las urnas; quienes escogen carreras humanísticas que solo les permiten colocarse en puestos de docencia para seguir replicando sus teorías fracasadas y quienes solo aspiran a encontrar trabajo en alguna ONG para acceder a fondos de donaciones, sin que ello se traduzca en verdaderas oportunidades para los pobres.

De nuevo, el país se encuentra enfrentado por ideólogos renuentes al cambio. Ante la posibilidad de caer en manos de una izquierda resentida, con pretensiones de imponer cánones de comportamiento aberrantes en una sociedad conservadora como la nuestra, un ala de la extrema derecha se ha volcado para defender a capa y espada el statu quo, utilizando argumentos en ocasiones falaces para atajar la posibilidad de caer en manos del socialismo. El fin último de unos y de otros no debe apartarnos de la realidad. Somos una sociedad marcadamente corrupta, con políticos de la peor calaña, cuyos intereses personales están por encima del bienestar nacional.

No saldremos del subdesarrollo en tanto sigamos enfrentados y nos apartemos del bien común. No ganamos nada con defender a quienes quebrantan las leyes solo porque son de nuestro bando, ni con utilizar la religión como arma moralista. Tampoco ganamos al aceptar que nos impongan leyes importadas o formas de vida contrarias a las buenas costumbres. Es momento para definir quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos como sociedad. En general, decimos que el guatemalteco es honrado y trabajador pero la realidad demuestra lo contrario. Los gobernantes, los empresarios, los sindicalistas, los votantes, todos somos responsables de alimentar esta cloaca llamada Guatemala. No sirve de nada culparnos los unos a los otros sino estamos dispuestos a sacrificar algo para rescatar al país.

Es momento de empezar a cambiar de actitud, cambiar nuestros hábitos, incluso nuestras costumbres ancestrales y, sobre todo, aprender que no somos dueños de la verdad absoluta.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Roxana Ávila Martínez

Doctora en Ciencias Sociales y Políticas, Universidad pontificia de Salamanca, Madrid, España. 2015. Licenciada en Informática y Administración Pública, Universidad Francisco Marroquín 2003. Colegiada No. 9228

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