Columnas

Estado en calamidad

#Principios

¿Qué pasaría si los tributarios declaráramos en calamidad a nuestro Estado, con el objetivo de recobrar el control de nuestro dinero? Los impuestos que nos son expoliados para financiar la corrupción, tanto de los gobernantes como de la burocracia estatal, la cual es innecesaria en su mayor parte. Lo más trágico, dentro de este contexto, es que la poca burocracia que es necesaria es ineficiente. La burocracia inexistente corresponde a las plazas para fantasmas de quienes llegan al ejercicio del poder.

El Estado es débil porque, como dice el refrán, el que mucho abarca poco aprieta. Tal es el caso del Estado Benefactor/Mercantilista que impera en nuestro país y en la mayor parte de países del tercer mundo. Un Estado considerado por sus promotores como un Estado todopoderoso, cuasi Divino, que de todo debe hacerse cargo, que todo lo va a resolver y que todas las necesidades de la gente van a satisfacer. Un Estado con el cual pretenden hacer de todo y al final, o no hacen nada, o lo poco que hacen, lo hacen mal. Terminan entorpeciendo el progreso, precisamente, de aquellos a quienes buscan beneficiar. Me refiero a los pobres, el objeto principal (al menos eso dicen) de su cruzada por el Estado.

La ironía es que hoy, aún en aquellos países donde se creó riqueza que les permitió a sus habitantes mejorar exponencialmente su calidad de vida, este obstaculizador Estado logró penetrar las estructuras republicanas poniendo en riesgo el futuro de sus habitantes. Tal es el caso de los EE. UU., como lo describió Andrew J. Napolitano en The Glenn Beck Show (2009):

«Todo lo que el gobierno maneja está en bancarrota. Medicare está quebrado. Medicaid está quebrado. La oficina de correos está arruinada. Amtrak está arruinado. La Seguridad Social es el esquema Ponzi más grande que hay y un fraude mayor que cualquier cosa que Bernie Madoff haya soñado, además de que también está en quiebra. El gobierno solo consume riqueza. La empresa privada produce riqueza.

“El gobierno y la empresa privada son lo opuesto. Piénselo: si la empresa privada no produce lo que los consumidores quieren o no devuelve una ganancia a los inversionistas, se cierra el negocio. El gobierno no comprende la necesidad de satisfacer a los consumidores o inversionistas porque no produce nada. Simplemente sigue consumiendo nuestros impuestos, y nosotros, como ovejas, seguimos recurriendo a los burócratas para gastar.

“Cuando los votantes lleguen a la conclusión de que el tesoro público se ha convertido en un canal público, entonces enviarán a DC solo a aquellos que les darán tantos freebies (regalos) como puedan y nuestros valores constitucionalmente garantizados de la empresa privada y la propiedad privada desaparecerán para siempre. Si quieres más de algo, hazlo rentable y no los graves, y crecerá y prosperará. Si desea menos de algo, deja que el gobierno lo regule y limite sus costos y se requerirán subsidios de los tributarios para mantenerlo con vida».

La única manera de cambiar las cosas para bien es declarar lo obvio: que el Estado es una calamidad y debemos reformarlo radicalmente.

TEXTO PARA COLUMNISTA