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Urge retomar la lucha anticorrupción

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En 2015 el nombre de Guatemala y la valentía de todo un pueblo que se unió para decirle NO a la corrupción resonó rimbombantemente a nivel internacional. La popularidad de nuestro país, famoso por su modelo anticorrupción derivado del convenio bilateral entre Guatemala y la Organización de las Naciones Unidas, creció con la revelación de diversos casos penales emanados de actos de corrupción que se formularon contra autoridades de primer nivel y por el entusiasmo que manifestaron los ciudadanos al apoyarla.

Sin embargo, en el escenario actual se nos cataloga como un país que bochornosamente retrocedió y sus logros alcanzados por meses se perdieron en días. En poco tiempo se nos olvidó esa época de gloria en que el ataque a la corrupción fue una de las prioridades. Se nos olvidó indignarnos contra aquellos funcionarios que continúan con prácticas del pasado y se burlan en nuestra cara, a pesar de que sus actitudes atentan contra la ética. Se nos olvidó que muchos políticos roban, mueven influencias, y siguen enriqueciéndose a costillas del pueblo.

La prueba más evidente que estamos tirando la toalla y que poco hacemos para frenar la corrupción que permanece enraizada en el sistema guatemalteco, son las estadísticas de distintos estudios que miden la percepción de transparencia de cada país y su grado de corrupción.

Transparencia Internacional señala en un informe publicado a finales de año 2017, que Guatemala ocupa la posición 143 de 180 países. Cien puntos es ausencia de corrupción y cero puntos significa que es muy corrupto. Nuestra Nación obtuvo 28 puntos, igual que países africanos, como Kenia y Mauritania, entre otros.

La pérdida de ánimo que nos afecta se podría catalogar como una especie de depresión social, la que quizás nos ocurre porque perdimos nuestra autoestima o porque en la escuela no nos contaron bien nuestro pasado y nuestra historia, ni nos enseñaron a discernir ni hacer valer nuestros derechos de forma autónoma. Este trastorno de depresión colectiva nos dificulta seguir adelante para alcanzar la meta y lograr nuestro máximo potencial.

Esta actitud pasiva corporativa permite que la clase política esté en modo “relajación” y a sus anchas, debido a que nadie reclama y exige que sus acciones se ajusten a la legalidad, equidad y al bien común.

Walt Disney dijo que la “diferencia entre ganar y perder, frecuentemente, es no rendirse”. Por lo tanto, no nos podemos dar por vencidos, renovemos nuestras energías, es apremiante combatir los síntomas del abatimiento.

La cura la encontramos en los motivos que dieron origen a la conmemoración de los días internacionales contra la Corrupción y de los Derechos Humanos (9 y 10 de diciembre), que muestran datos alarmantes de los costos que provoca en el mundo este cáncer.

Ahora es momento de recordar nuestra promesa y sobre todo las consecuencias de ese flagelo social, que no nos permite progresar como país, y que impide que problemas como la desnutrición crónica, déficit en la cobertura en salud y educación, entre otras violaciones a derechos elementales, no se resuelvan, sino que se perpetúen.

El motivo principal de la pobreza y subdesarrollo en nuestra tierra se denomina “corrupción” y también es la causa de nuestra “africanización”, así que a retomar urgentemente esa lucha anticorrupción.  ¡Guatemala y su gente se lo merece!

TEXTO PARA COLUMNISTA

Mireya Batún Betancourt

Abogada, Notaria y Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, postgrado en Criminología, especialista en ejecución penal con estudios en Doctorados de Ciencias Penales y Derecho Constitucional Internacional.