Luto en la tierra de la amistad
#ItzaBal
Del tiempo que tengo de escribir esta columna, nunca había meditado tanto en el enfoque que quiero darle, puesto que el tema a discurrir raya en las áreas más sensibles del corazón y del alma y solo con el hecho de imaginar el momento exacto de la causa que ahora me determina a trazar estas líneas, despierta en mí sentimientos de tristeza, dolor, pánico e impotencia.
¡Ojalá nunca hubiese pasado lo que paso!, ¡Ojalá tuviéramos el poder de modificar el pasado y borrar de las páginas de la historia de nuestro pueblo ese suceso tan lamentable y trágico!; ese incidente de tránsito que la semana pasada marco un antes y un después para tres niñas que fueron atropelladas mientras caminaban en una calle del Barrio Milla 37, del municipio de Morales, Izabal; Hoy sabemos que dos de ellas murieron a causa del suceso; una de las cuales estudiaba en el mismo colegio donde estudia mi hija.
Cuando me enteré del lamentable incidente, vino a mi memoria el dolor y angustia que podrían estar atravesando sus seres queridos, mis ganas de terminar la rutina de ese día se fueron de inmediato y también de inmediato pensé en mis hijos, y lo expuesto que estamos a que nos acontezca un hecho similar; meditando en lo ocurrido ese día escribí: ¨No hay atajos para el dolor, NO existen palabras de consuelo que calienten la angustia de un corazón roto por la pérdida de un hijo, ante esto no hay consuelo terrenal y nada de lo que te digan o de lo que oigas podrá reparar lo irreparable. El destino nos jugó una mala pasada y la única fuerza que podremos buscar es la de aquel que vio morir a su único hijo en un madero, solo Dios nuestro señor podrá proveer el consuelo necesario para la familia doliente¨.
A ciencia cierta nadie sabe cual fue realmente la causa que provocó el incidente vial, y se han hecho especulaciones de todo tipo, la sociedad estaba indignada con el accidente; sin embargo, considero que a cualquier persona le puede suceder lo acontecido, ya sea del lado de las víctimas o del lado del conductor, nadie se despierta pensando ¨este día voy atropellar a una persona¨, y peor aún, si esa persona es un niño.
Son muchas las causas que pueden provocar un accidente de esos, fallas mecánicas, problemas de salud que imposibiliten la capacidad motriz, somnolencia, impericia, negligencia, etcétera, sin embargo, en el presente caso no quiero conjeturar en que fue alguna de esas causas lo que provocó el lamentable incidente.
De lo que estoy completamente seguro es que si en nuestros municipios existieran ZONAS PEATONALES, y vía que estén reservadas para que los peatones caminen, dígase aceras, andenes, arcenes, pasos peatonales, bordillos, señales de tráfico entre otros, quizá tan lamentable incidente nunca hubiera sucedido; y pareciera que la intensidad del momento motiva a la sociedad a señalar, criminalizar y juzgar, pero son pocos aquellos que ven mas allá del hecho, y con el pasar de los días se nos olvida que debemos cobrar conciencia de la importancia de crear espacios donde las personas y especialmente los niños puedan transitar libremente sin temor de ser atropellados.
Hace unos días, un incendio arrasó una casa en un barrio conocido de nuestro municipio, fue en ese momento cuando nos percatamos que nuestros bomberos voluntarios no cuentan con una motobomba que responda a esas emergencias cuando es necesario, en su momento muchas voces condenamos y criticamos esa carencia, sin embargo hoy casi un mes después, ya nadie habla al respecto y no conozco ninguna iniciativa para proveer a nuestros bomberos de tan elemental equipo. Hoy lloramos el incidente de tránsito ocurrido en Barrio Milla 37 con las dos niñas atropelladas, y si no tomamos conciencia de lo elemental de invertir en seguridad vial y peatonal, quizá tengamos la mala suerte que la historia se vuelva a repetir y nuevamente nos volveremos a quejar y lamentar.
El mundo no sabe salvar a los niños, porque también desconoce como salvarse a sí mismo, cada día tragedias como estas están a la orden del día, y la sociedad lamenta pero no actúa, porque está tan ocupada salvándose a sí misma, de su rutina, de sus deudas, de sus compromisos, de sus temores, de su esclavitud, no tenemos tiempo de pensar en ellos, ni en su destino, su único destino, el de sus pasos, el de dibujar en su imaginación los sueños que ya no podrán ser realidad, porque antes de tiempo supieron que el mundo no sabe salvar a los niños.