Columnas

¿Y por quién votaré?

Antropos

Con todas las trampas que tiene nuestro proceso electoral. Confuso. Complejo. Clientelista. Con curvas y vericuetos que hacen poco creíble la veracidad del voto electoral, tal y como quedó demostrado hace cuatro años. Oscuro y fantasmagórico que hasta se queman urnas y se olvidan los verdaderos datos. Hoy,  los políticos vuelven tercamente a pesar que el actual sistema electoral ya colapsó, a la búsqueda de votos algunos con  ilusión, ausencia de memoria, ingenuidad o intereses creados, para ganar una elección, con discursos hasta incoherentes.

Ciertamente con todos estos problemas en donde no priva la ética política,  podemos afirmar que existe una democracia electoral, muy lejos por supuesto, de  la democracia económica, social, educativa, cultural, mundial. El fondo entonces es, la escogencia de candidatos que ya fueron escogidos por otros o bien porque se autoproclamaron en sus propios partidos, que son instancias de carácter privado y por supuesto, en donde no cabe el disenso.

La manifestación del fenómeno de la descomposición de la llamada democracia política se expresa simplemente, en el dato que hay más de veinte partidos políticos, quienes deberán presentar candidatos a alcaldes, diputados y el binomio presidencial. Sin ánimo de minimizar las competencias propias para optar a un cargo de elección, la primera pregunta que me hago, es ¿de dónde salen tantas personas brillantes que dicen conocer la realidad nacional y que tienen propuestas para sacarnos del atolladero en el que estamos?

En algún momento el Doctor en Física Eduardo Suger sugirió que habría que hacer un examen de conocimientos básicos de los candidatos. Por ejemplo, ¿qué tanto saben para abordar adecuadamente la explicación y propuestas viables para avanzar como sociedad, con crecimiento y equidad? ¿Entienden acaso la complejidad de la dinámica mundial para asumir una posición adecuada en el concierto de las naciones? A esto yo agregaría, ¿quiénes alcanzan las virtudes cívicas de templanza, honestidad, transparencia, respeto, solidaridad, rectitud? O bien si el estilo de vida de los que pretenden gobernarnos establecen  coherencia entre  lo que dicen y su manera de vivir. La preocupación se centra entonces en el hecho que los candidatos deben reflejar con autenticidad los valores centrales tan necesarios para el logro del bienestar material, como la tolerancia, la equidad, la compasión, la confianza.

Asimismo habrá que considerar si los candidatos para que yo pueda votar por alguno de ellos me convencen realmente como dice el jurista Hans Kelsen, que “la búsqueda de la justicia es la eterna búsqueda de la felicidad humana. Es una finalidad que el hombre no puede encontrar por sí mismo, y por ello, la busca en la sociedad. La justicia es la felicidad social garantizada por un orden social”.

Hasta hoy, lo que he visto, es la búsqueda de la felicidad individual que da el poder, el uso del mismo y el enriquecimiento material, que a la postre trae infelicidad, porque la sonrisa de un niño no se compra tan fácilmente, ni mucho menos la contentura de un joven cuando logra cumplir sus sueños de superación.

Debo recordar que los guatemaltecos somos  un pueblo triste, dramático y hasta trágico. A veces soltamos la carcajada para reírnos de nuestros propios males o cuando nos burlamos de los otros o nos cuentan chistes ingeniosos.  Hemos sido golpeados y engañados  generación tras generación y esto es lo que  marca una especie de  desconfianza, que se expresa en el recelo y en  las conversaciones secretas, silenciosas  y con una voz de quejumbre, de susurro sordo.

Si alguien me quiere convencer de que vote por él, deberá de convencerme de la honestidad de sus palabras en el sentido de hacerme creíble que está dispuesto a lograr que, sin una voluntad de vivir juntos, nuestra sociedad no podrá sobrevivir.

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