Columnas

Miríada de Presidenciables

Evolución

Si usted le preguntara a cualquiera de los tantos candidatos presidenciales que sobran en Guatemala si realmente creen que pueden llegar a ganar las elecciones, sin duda todos le dirán que sí. Ahora bien, si fueran honestos y le respondieran lo que realmente piensan, seguramente le dirían que saben que no. La razón por la cual hay tanto candidato presidencial en Guatemala, cuando son pocos los que tienen posibilidades reales de ganar una elección, no es, lógicamente, porque todos piensan que van a ganar. Realmente la miríada de presidenciables se debe al pésimo sistema de partidos políticos y al aún peor sistema de reglas electorales.

He demostrado reiteradamente que la infinidad de partidos políticos en Guatemala se debe, más que a cualquier otra causa, al nefasto sistema de elección conocido como representación proporcional de minorías que se utiliza para repartir las curules en el Congreso de la República a los múltiples partidos que participan. La naturaleza misma de este método de elección,  diseñado por el abogado y matemático belga Victor D´Hondt en el siglo XIX, es magnificar las posibilidades de los partidos con baja intención de voto de llegar a obtener un escaño. Esas posibilidades se potencializan aún más cuando el número de escaños a repartir entre la multiplicidad de partidos políticos es alto. En el caso de Guatemala, se eligen a 32 diputados por Listado Nacional. Ese número tan elevado implica que al utilizar el método D´Hondt para repartir los puestos, una buena mayoría de los partidos tienen una probabilidad muy alta de “meter” al menos un diputado al congreso. En pocas palabras, ya que la intencionalidad de este método de elección es entregar al menos una diputación a los partidos políticos minoritarios, y más aún cuando el número total de diputados es elevado, el incentivo perverso que crea este método es a que se eleve el número total de partidos. Esto sucede porque todos saben que aún con un porcentaje mínimo de los votos que obtengan, tienen altas probabilidades de lograr al menos una diputación.

Cuando usted se pregunta por qué los partidos y sobre todo candidatos rara vez se adhieren a una ideología, es porque no están compitiendo de forma abierta y democrática con los demás candidatos dentro de su lado del espectro ideológico. El caótico y desastroso sistema de partidos políticos en Guatemala, primero, no permite que haya competencia interna dentro del partido. Siempre es el dueño de la “ficha” o caudillo quien toma las decisiones. Segundo, no conduce a que exista una contienda sana para que los candidatos más idóneos (porque no puedo decir mejores) compitan dentro de sus campos ideológicos. Imagínese a toda la derecha y a toda la izquierda unificadas cada una detrás del mejor aspirante que pudieron designar mediante procesos democráticos y competitivos, por ejemplo mediante elecciones primarias.  Pero no, en Guatemala cada candidato y partido quiere hacer las cosas por su propia cuenta porque sus acciones obedecen a otro tipo de incentivos e intereses.

Lo que verdaderamente le importa a cada candidato, sea presidencial o a diputado, es la pequeña cuota de poder político que puede ejercer y más que todo negociar con tantos otros políticos y diputados que a la vez ostentan pequeñas cuotas de poder, gracias a la amplia dispersión provocada por el propio sistema electoral. En ese sentido, cualquier iniciativa política sólo tiene posibilidades de prosperar en la medida que se hagan las negociaciones, acuerdos e intercambios entre políticos, de manera que cada interés minoritario intercambia favores políticos con muchos otros intereses minoritarios, hasta que la suma de todas esas minorías sobrepase al número requerido para constituir mayoría, consenso que muchos ilusamente denominan mayoría democrática.

Por supuesto que la dispersión del poder público y político es deseable. El problema en Guatemala es que el método de elección indirecto y anónimo (mediante listas) conduce a que intereses minoritarios logren imponer sus agendas mediante intercambios políticos entre sí, sin que el votante pueda defenderse. Un “Logrolling” potencializado, si se quiere ver así. Los votantes no pueden encausar sus preferencias ideológicas mediante su voto a un partido o candidato, porque el partido y sus miembros no sostienen una posición ideológica. Más bien sostienen una posición donde el objetivo es aumentar sus probabilidades de permanencia política y conservar su escasa cuota de poder dentro de la multiplicidad. Ello explica también el transfuguismo, por ejemplo.

Lo peor es que las pocas acciones que se han tomado para mitigar los síntomas que muchos perciben correctamente, pero que también diagnostican incorrectamente, más bien han agravado el problema habiéndole dado aún más poder a los dueños de los partidos existentes. La prohibición del transfuguismo y restringir el acceso a nuevos partidos son claros ejemplos de esto. Repito lo que he dicho una miríada de veces. La solución pasa por eliminar el sistema de listados y representación de minorías, implementando un sistema de votación directa, uninominal y dentro de distritos pequeños; y también en obligar a los partidos políticos a democratizarse a lo interno. De lo contrario, siga contando presidenciables hasta la infinidad y padeciendo los nocivos efectos del sistema político y electoral actual.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Alejandro Baldizón

Abogado y Notario, catedrático universitario y analista en las áreas de economía, política y derecho.