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La esperanza y la fe se complementan

Emunah

La fe y la esperanza van de la mano, ambas forman parte de la vida, nos ayudan, nos fortalecen, y nos brindan un futuro en circunstancias adversas. Aunque se trata de términos parecidos, no son iguales; y pese a que sus valores son semejantes, no son idénticos. Quien tiene esperanza es optimista en pensar en que logrará sus sueños y conseguirá lo que desea. Quien tiene fe, tiene la seguridad y convicción de que lo que se espera sucederá.

La esperanza es proyectarse hacia el futuro para construir un mañana, y la fe es dar los pasos firmes para gozar de ese mañana. La esperanza es esa expectativa que mantiene nuestra fe viva hasta recibir lo que hemos estado creyendo. La esperanza son los planos de la casa, mientras que la fe es la casa construida. La esperanza es esencial para la fe; sin embargo, la fe hace irradiar más la esperanza y la fortalece. Ambas se complementan para recibir el producto final.

La fe va amarrada al movimiento, a la acción. Se puede tener la esperanza de que compraremos un carro, pero sino actuamos, esa esperanza tan sólo se convierte en un pensamiento positivo, una idea, un plan sin realizar. La fe es el “título de propiedad” de ese carro, el producto final es manejar ese carro. Cuando nos esforzamos por alcanzar una meta, estamos ejerciendo la fe; y nuestra esperanza en algo que aún no podemos ver empieza a dar fruto.

Por eso mismo la Biblia recalca que la fe sin obras esta muerta. El apóstol Pablo, al describir la fe a los cristianos hebreos, enseñó que  “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Si tenemos fe en Dios, tenemos la garantía de que recibiremos todo lo que nos ha prometido. Por esa fe, Noé construyó un arca aún cuando nunca había llovido. La fe es activa, mientras que la esperanza es pasiva.

Pablo resalta la fe de Abraham, pero asimismo destaca el valor de la persistencia en la esperanza “Cuando Dios le dijo a Abraham que le iba a dar una descendencia numerosa, él lo creyó y tuvo esperanza, aun cuando aquello parecía imposible. Y así llegó a ser padre de muchas naciones. Y su fe no se debilitó ni él se preocupó de que, a la edad de cien años, fuera demasiado viejo para ser padre. Tampoco le dio importancia al hecho de que su esposa Sara fuera estéril.”

La promesa de Dios mantuvo viva la fe y la esperanza de los israelitas fieles durante el exilio en Babilonia; una esperanza que los fortaleció y los lleno de fe, pues Él les dijo: “Hay una esperanza para tu futuro: tus hijos volverán a su patria. Yo, el Señor, lo afirmo”. La fe nos da la completa seguridad de que todo lo que Dios promete en su Palabra es un hecho, una realidad.

La esperanza se cultiva resistiendo las adversidades, y la fe en creer que Dios nos ha dado la victoria y caminar conforme a esa seguridad, acompañado de la acción. El apóstol Pablo afirmó que: “No es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan”. Hay que planificar, trabajar duro, y confiar en Dios para lograrlo, ya que Dios bendice a los que siguen adelante y no se rinden.

Las páginas de la Biblia están repletas de historias reales de hombres y mujeres de diferentes edades y circunstancias en la vida, que a pesar de todo, nunca perdieron las esperanzas y se movieron en fe para ver los resultados. La Biblia da esperanza porque todo lo que Dios ha prometido se ha cumplido, y muestra que la existencia de la fe se demuestra por la acción y es la que nos mantiene hasta el final.

La fe debe ponerse en práctica,  ya que aunque Jesucristo nos ha regalado la salvación, sólo la “fe puesta en acción, en Él” activa esa salvación. En medio de las tormentas de la vida, mantengamos viva nuestra esperanza de que las cosas cambiaran para bien, y actuemos en fe para provocar ese cambio. Dios nos dará fuerzas para atravesar en victoria los valles de lágrimas. Los esforzados, los que tienen esperanza, y ponen en práctica su fe en Dios, superarán cualquier crisis y disfrutarán de una vida más tranquila y prometedora.

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