Columnas

El asesinato de las Mirabal: un crimen que no prescribe

Panorama Global

En la actualidad, podríamos decir que ser mujer en América Latina es tan peligroso como ejercer el oficio de un periodista en un campo de guerra o en un mundo donde se trata de ocultar la verdad, la cual siempre sale a flote tal como sucede con las contribuciones que históricamente han realizado las mujeres en todos los sectores y disciplinas del saber.

Cuando se trata de vulnerar derechos humanos, la violencia, la desigualdad y el discrimen no conocen fronteras y es por esta razón que al hablar de la violencia contra las mujeres alrededor del mundo, de entrada nos llevamos una gran sorpresa:

No es África donde está el mayor peligro, tampoco es el Medio Oriente y mucho menos el resto de Asia, es América Latina la región más mortífera para las mujeres de acuerdo a datos de las Naciones Unidas que indican que en 2017 la violencia machista cobró la vida de 2.559 mujeres, siendo esta una zona que, sin encontrarse bajo situación bélica, resulta altamente mortal para las mujeres, sin mencionar que también se mantiene como la región más desigual del mundo, en términos de inclusión social.

Es precisamente como tributo a un suceso ocurrido en el seno de América Latina, que a partir de 1981 se empieza a conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer o Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer. En ese entonces, el movimiento feminista latinoamericano convocó esta conmemoración en ocasión del día 25 de noviembre, una fecha que el mundo no olvidaría jamás, pues ocurrió un hecho atroz.

El 25 de noviembre de 1960, siendo de las pocas mujeres que se atrevían a soñar públicamente con más libertad para su país, fueron asesinadas tres hermanas en la República Dominicana: Minerva, Patria y María Teresa Mirabal. Estas tres mujeres –hoy consideradas heroínas y/o mártires de la nación caribeña y del movimiento feminista global– en su juventud, sus ideas representaron una amenaza para el régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo Molina, que llevaba 30 años en el poder y no toleraba el pensamiento disidente.

Mucho menos era tolerada la participación política de aquellas personas que las restricciones sociales y la época misma no veían con buenos ojos que «llevaran pantalones», literalmente hablando: la mujer dominicana, que como en otros países, era víctima de la cosificación que fomentaba el sistema imperante y eran relegadas a los deberes del hogar, un trabajo no remunerado.

Todo empezó en un pequeño pueblo llamado Ojo de Agua, perteneciente al municipio Salcedo que hoy se conoce como Provincia Hermanas Mirabal. En esa pequeña localidad rural nacieron las tres heroínas dominicanas que más tarde se convertirían en activistas fervientes de la resistencia frente a la dictadura de Trujillo. Eran cuatro hermanas, pero Bélgica Adela (Dedé) no había tenido un papel activo en la lucha contra el régimen, logrando salvar su vida en aquel fatídico día para luego honrar la memoria de sus hermanas.

De las tres activistas, destaca especialmente Minerva por su gran liderazgo, quien desde pequeña recitaba versos de clásicos como Víctor Hugo, leía la poesía de Pablo Neruda y apreciaba el arte de Pablo Picasso. En una época donde algunas profesiones eran consideradas como «cosas de hombres», ella se atrevió a soñar, luchar y perseguir su sueño de ser abogada, no sin antes tener que superar grandes obstáculos. El dictador había escuchado sobre sus actividades y conexiones con la causa anti-trujillista y maniobró para que a Minerva le fuese rechazada la inscripción en la carrera de Derecho en la Universidad de Santo Domingo.

Con semejante bajeza administrativa en la universidad, Trujillo –conocido también como «El Jefe», «El Generalísimo» o «El Chivo»– logró que Minerva le dirigiera una carta donde le aseguraba lealtad y le solicitaba interceder ante la universidad. En varias ocasiones, en eventos sociales, Trujillo pudo bailar con la joven Minerva quien no correspondió a los gestos galantes del dictador, quien también era conocido por este tipo de acercamientos.

En 1954, Minerva conoció a quien sería su esposo, Manuel (Manolo) Tavárez Justo, quien en ese momento también era un estudiante de Derecho y juntos abrazaron los mismos ideales revolucionarios, ella cubriéndose bajo el alias de “Mariposa”. Esta impactante historia que desencadenaría en 4 asesinatos (el chofer Rufino de la Cruz también fue ultimado), terminó en la pantalla grande contando con la estelar actriz Salma Hayek que representó a Minerva, con Demián Bichir dando vida a Manolo y con el veterano actor Edward James Olmos interpretando a Rafael Trujillo, en el filme titulado “En el tiempo de las mariposas”.

Patria, la hermana mayor de las mariposas, fue una mecanógrafa cuyo hogar cayó en desgracia con el dictador cuando confiscaron todas las pertenencias de ella y su esposo Pedro Antonio González, de familia acomodada y conocido como anti-trujillista. A pesar de todas las dificultades que pasó, llegó a decir que “Esta no es sólo una causa para hombres, sino también para mujeres…” y con mucho valor “…No podemos dejar que nuestros hijos crezcan en este régimen corrupto y tiránico, tenemos que luchar en su contra, y yo estoy dispuesta a darlo todo, aún mi vida si es necesario”.

María Teresa, la menor de las tres mujeres que cayeron víctimas, fue agrimensora y desde temprana edad se unió a la causa. Cuando muere, llevaba poco más de un año de haberse casado con el activista Leandro Guzmán. A María Teresa le adjudican las siguientes palabras: “Quizás lo que tenemos más cerca es la muerte, pero esa idea no me amedrenta: seguiremos luchando por lo justo.”

TEXTO PARA COLUMNISTA

Geovanny Vicente Romero

Analista político, consultor internacional y profesor establecido en Washington D.C. Comentarista político en medios de comunicación. Fundador del Centro de Políticas Públicas, Desarrollo y Liderazgo RD (CPDL-RD). Twitter @geovannyvicentr

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