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¿Por qué tu oración no es contestada?

Emunah

La oración es uno de los medios que Dios nos ha dado para tener comunión con Él. Por medio de ella podemos alabarlo, expresarle nuestra gratitud y hacerle peticiones. Orar es vital por lo que la Biblia indica que debemos “orar sin cesar”, lo que involucra que le demos acceso a Dios a nuestra vida, sin restricciones, para ser dependientes de Él en todo tiempo y circunstancias.

Jesucristo indicó que “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. Sin embargo, muchas de las oraciones que hacemos no son respondidas. ¿Por que pasará eso? En realidad pueden existir diversas  razones por lo que Dios no responde nuestras oraciones: por no ser específico, por no pedir conforme su voluntad, por no tener fe, por no conocer a Dios, por motivaciones incorrectas, entre muchos otros factores.

Quizás haya algo en nuestra vida que nos esté impidiendo escuchar la voz de Dios, o que nuestra oración este siendo estorbada por fuerzas espirituales del mal. Le sucedió a Daniel, quien oró y ayunó durante veintiún días, aunque su oración había sido escuchada desde el primer día, fue estorbada por principados. Santiago 4 también indica que una de las causas, es porque pedimos por razones egoístas.

Asimismo debemos tener presente que la misma Biblia nos da ejemplos de peticiones correctas que no fueron contestadas. Por ejemplo, el apóstol Pablo tres veces le suplicó al Señor que le librara de un aguijón en su carne; y Dios le dijo “Mi poder está perfeccionándose en la debilidad”. Asimismo Pablo pidió a la iglesia en Roma para que orasen para que Dios lo librase de los rebeldes de Judea. Dios no lo libró, y posteriormente fue martirizado, pero ese evento terminó en gran bendición.

Por lo tanto, pueden existir múltiples razones por las que Dios no esté respondiendo nuestras oraciones. Cuándo Jesús oró en el huerto de Getsemaní, estaba en agonía y oraba más intensamente pidiendo “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.“ Nosotros podemos examinar nuestro corazón, alinearnos a su palabra, pedir con fe y conforme a su voluntad; pero sólo Dios tiene el poder para contestar nuestras oraciones, y nosotros debemos aceptar su voluntad.

Ante esta situación la mayoría de las personas tienden a desesperarse, y a pensar que Dios no es bueno o que no los ama. Muchos se dan por vencidos, dejan de orar, se empiezan a alejar de Dios, y como resultado dejan de creer. Pero la Biblia nos enseña que aunque Él no conteste todas nuestras oraciones como nosotros quisiéramos, Él nos ama con amor eterno, y siempre se deleita en darnos lo que es mejor.

La sabiduría de Dios supera la nuestra, y debemos confiar en que sus respuestas a nuestras oraciones son las mejores soluciones posibles. A veces contestará con un “si” inmediato, otras veces tardará un poco, algunas otras nos tocará esperar por un tiempo más largo, y en otras ocasiones guardara silencio dándonos a entender que tiene algo mejor para nosotros.

Nosotros debemos perseverar en la oración y hacer lo posible porque las cosas pasen; asimismo debemos permitir que Dios obre en nosotros y en nuestras circunstancias, y aceptar su voluntad. Muchas veces deseamos y estamos decididos a obtener lo que queremos; por lo que le pedimos de todo para ser prosperados. Aunque Dios nos ama, desea bendecirnos, y recompensa a aquellos  que le buscan; también debemos cuidarnos de asumir que Él existe tan sólo para servirnos.

Su Palabra nos muestra que es al contrario, nosotros fuimos creados para su gloria por lo que existimos para Dios; Él nos creó para sus propósitos, y para servir. Jesús dijo que “no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Dios nos llama a seguirlo, adorarlo y a servir a los demás. Así que la oración no solamente se trata de pedir, sino de tener una relación con Dios para descubrir quiénes somos en Él.

Dios siempre vela por nuestro bien, por lo que tan sólo nos concede aquello que nos conviene y que está en armonía con su propósito. Por lo tanto, no sólo basta con decir “Dios quiero tal cosa, en el nombre de Jesús” y ya. Permitamos que Dios actúe tanto en nuestro corazón como en nuestras circunstancias, con la plena confianza que cualquiera que sea su respuesta, sin duda será la mejor para nosotros.

Así que hay que seguir orando sin cesar, para depender de Dios y tener comunión con Él para cumplir su propósito en nosotros. Filipenses 4:6-7 promete: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

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