Columnas

Una mujer en la presidencia

Mi Esquina Socrática

De nuevo nos llega esa hora:
¿Sabremos aprovecharla?

El llamado electoral está en plena vigencia, pese a ciertas cortapisas y algunos arrebatos obnubilados de autoridades electorales, lo que era de esperar dado el positivismo jurídico imperante.

Hoy quisiera hacer otro modesto aporte, desinteresado, a mi querida comunidad chapina.

De nuevo, como tantas otras veces previas, se nos facilita a todos la oportunidad de hacer patria de veras. Y, por supuesto, a la manera como hoy se tiene por civilizada: informados cada uno de nosotros lo mejor que nos haya sido posible sobre el entero proceso y cada uno de sus componentes. Con una postura firme y meditada pero siempre respetuosa hacia todos, lo que implica también sacrificios de nuestras oportunidades muy personales y no menos la renuncia en cierto grado a nuestra paz interior.

Esto constituye el mínimo de un aporte civilizado.

Pero también implica el estudio comparativo de los diversos planteamientos y de sus autores respectivos para fundar en ellos nuestras legítimas opciones.

Guatemala ahora ya suma dos siglos de independencia y puede mostrar a todos con orgullo logros y avances, aunque también no menos fracasos y decepciones recurrentes.

Pero entreveo en la Guatemala de hoy, en particular entre sus jóvenes más educados, un porvenir muy promisorio. Y esto, lo subrayo conscientemente en contraste con algunos chapines amargados y hasta acobardados por tantas decepciones en torno a lo propio. Por mi parte, reitero, siempre confiado en un muy prospero futuro para todos los hijos de esta tierra tan bendecida en dones de la naturaleza y también del espíritu.

Por lo tanto, ahora el calendario le ofrece a Guatemala de nuevo la oportunidad para dar otro salto propio de adultos y tornarnos en una sociedad universalmente bien integrada y laboriosa.

Pero, ¿en qué podría consistir el tal salto?

En el inexcusable cumplimiento por parte de todos de las normas vigentes. A eso apunta lo que mentes superiores también han entendido por “democracia”. 

En esta ocasión, añadiría que lo más novedoso de este reiterado desafío electoral nos lo constituye hoy la posibilidad de instalar por su medio a una mujer en el máximo cargo del Poder Ejecutivo: Zury Ríos, Thelma Aldana o Sandra Torres.

Hay otras alternativas masculinas, por supuesto, pero no con lo radical que implicaría tener por primera vez en Guatemala a una mujer al frente del Ejecutivo.

Me atrevo a afirmar que en el caso particular de Zury Ríos Sosa podríamos tener un liderazgo equivalente no menos que al de Margaret Thatcher en la Gran Bretaña de ayer o de una Angela Merkel en la Alemania de hoy como también ocurrió hace cinco décadas con Golda Meir en Israel.

A tales alturas, creo, podríamos dimensionar la figura de Zury Ríos Sosa, a pesar de que ella mantiene que esta afirmación mía es exagerada.

Pues la considero contemporáneamente no menos aguerrida y experimentada. Y aquí quiero recordarles a mis amigos chapines algo escépticos que “más sabe el diablo por viejo que por diablo” y, según alguno de mis críticos soy ambas cosas…

Y además, en lo privado, Zury es muy inteligente, pues me consta de los años que fui uno de sus docentes en la Universidad Francisco Marroquín.

Por cierto, aclaro, con una alusión por mi parte oblicua en dirección al agudo José Rubén Zamora: la belleza excepcional de Zury más que una cualidad la considero un distractivo, dado que así tiende a valorar nuestro machismo congénito el perfil de cualquier mujer que sobresale, y por lo que se nos hace más bien muy difícil descubrir en ellas algún liderazgo que no necesite de compasión ni mucho menos de muletas sensuales varoniles.

A Zury la sé decidida y muy tesonera, siempre dispuesta a superar toda clase de obstáculos sin clamar por ayuda.

Exactamente de lo que todos más precisamos en nuestra vida pública en estos momentos.

Aunque aquí me apresuro también a aclarar que para cualquier proceso electoral del que he sido testigo en Europa o las Américas, siempre he tenido más de un recomendable para cualquier cargo electoral. Y así, por ejemplo, el doctor Mario Castejón fue para mí el aspirante preferido cuando casi todos en mi entorno clamaban por Oscar Berger, a finales del siglo XX. Igual que más recientemente he tenido como favoritos a Lizardo Sosa o, también hoy, pudiera serlo don Luis Velázquez.

Pero ahora reafirmo mi preferencia de varios años por esa tenaz luchadora Zury Ríos Sosa, a quien le reconozco sus otras cualidades de liderazgo complementarias, desde las muy periféricas como la de poder intercambiar puntos de vista y planes para el futuro en francés o en inglés con personalidades de peso del resto del mundo, o su potencia intelectual para adentrarse en los entresijos de la oferta y la demanda en el mercado libre, así como no menos poder argüir sobre las bases filosóficas y jurídicas de un auténtico Estado de Derecho donde se reconoce a todos por iguales ante la ley.

Vista desde otro ángulo, también la creo una potencial víctima del estúpido menosprecio de algunos de sus coterráneos sobre la base de ese razonamiento indefendible de que es uno de ellos, según aquella realista observación del Evangelio: “nadie es profeta en su propia tierra…” (Lucas 4:24)

Inteligencia, carácter, sofisticación, amplia experiencia política y cultural, a pesar de ser todavía relativamente joven para estos afanes superiores, y que son los atributos que me la hacen recomendable en cualquier horizonte político o social, quizás como en ningún otro candidato en estos momentos en nuestro entero escenario hispano parlante.

Discutámosla con seriedad, a partir de esos méritos ya mencionadosy con los mismos términos, no basados en prejuicios ni en esa vergüenza popular de las redes sociales de tantos dimes y diretes superficiales, anónimos y mal intencionados.

Por otra parte, me permito recordar a todos aquellas promesas que en su momento encarnaron las personas de Abraham Lincoln, de Simón Bolívar o de un Winston Churchill en el pasado más reciente, hubieron de pasar todas por el tamiz de múltiples calumnias a escala industrial y acompañadas de peladeros respectivos a ese mismo volumen.

Espero que en los próximos meses Zury Ríos se dé a conocer como lo que es: una lideresa infatigable, sin miedo y sin tacha, al estilo de otras pocas heroínas injusta y poco suficientemente reconocidas en las historias escritas de los pueblos.

Empecemos por encuadrarla en su realidad histórica sin complejo de inferioridad alguno ante el extranjero, pues, para entender por qué somos muchos quienes esperamos que ella haga un aporte hasta ahora inédito y también muy singular para toda nuestra América hispana.

Vivimos un momento sin apenas precedentes, aunque la mayoría todavía no parece haberlo digerido en toda su trascendencia.

Guatemala, te ha tocado una vez más tu hora ennoblecedora de elegir entre el salto hacia adelante o la resignada postura ya demasiado conocida de quienes por un razonamiento obtuso se quieren quedar atrás.

(Continuará)

TEXTO PARA COLUMNISTA

Armando De La Torre

Nacido en Nueva York, de padres cubanos, el 9 de julio de 1926. Unidos en matrimonio en la misma ciudad con Marta Buonafina Aguilar, el 11 de marzo de 1967, con la cual tuvo dos hijos, Virginia e Ignacio. Hizo su escuela primaria y secundaria en La Habana, en el Colegio de los Hermanos De La Salle. Estudió tres años en la Escuela de Periodismo, simultáneamente con los estudios de Derecho en la Universidad de La Habana. Ingresó en la Compañía de Jesús e hizo los estudios de Lenguas Clásicas, Filosofía y Teología propios de esa Institución, en diversos centros y universidades europeas (Comillas, España; Frankfurt, Alemania; Saint Martin d´Ablois, Francia).

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