Columnas

El voto nulo

Teorema

Hace una veintena de años publiqué en un diario local un artículo que titulé “Ninguno”. En el proponía una política de empoderamiento del ciudadano, totalmente contraria a los intereses del sistema político nacional y sus partidos. Desde luego, tal propuesta no llegó más allá de las páginas de ese periódico.

Pero las ideas, mayormente cuando son expresadas por escrito, no mueren, nunca mueren. Anidan en el recuerdo profundo de los lectores y, eventualmente, años después, alguien las revive. Uno quisiera que fuera un hombre en el gobierno y que las pusiera en práctica. Esa vez no fue así, un columnista de Prensa Libre desarrolló la misma idea. Su propia versión, sus propias palabras. Quizá fue enteramente distinta de la mía. Pero también es posible que el germen haya brotado en él.

En esencia, proponía esta reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos: En las papeletas de votación para todos y cada uno de los cargos de elección popular, debía introducirse un espacio idéntico al que ocupan los candidatos pero con solo un rótulo que dijera “Ninguno”. Los electores podían votar por “Ninguno” de la misma forma como por un candidato con rostro, programa y partido.

En caso de que “Ninguno” ocupara uno de los dos primeros lugares, pasaría a balotaje. Su eventual triunfo en balotaje, se interpretaría como una orden del electorado para que el TSE convocara a nuevas elecciones. Se debía respetar la orden de que “Ninguno” de los candidatos podría participar en esa segunda elección. Desde luego, lo mismo sucedería si “Ninguno” ganaba en la primera vuelta.

La segunda elección, con nuevos candidatos, se realizaría tan pronto como el trámite de inscripción e impresión de nuevas papeletas lo permitieran. En esa segunda ocasión “Ninguno” ya no participaría en el evento.

En 2016, cuando se redactaban los cambios a la actual LEPP, se volvió a hablar de “Ninguno”. Los políticos, particularmente los congresistas, como zorros astutos que son, no se opusieron. En cambio, cambiaron el concepto. Eliminaron el término “Ninguno” y lo sustituyeron por “Voto nulo”. Además, suprimieron la obligatoriedad de que los candidatos debieran renovarse.

Así, lograron crear un caballo con la cabeza atrás, la cola al frente y que solo camina de lado. De llegar a triunfar “Voto nulo”, la elección se repite. Pero queda a discreción de los partidos presentar al mismo candidato o proponer uno nuevo. Me pregunto: ¿Qué partido cambiaría al candidato que ya visitó todas las poblaciones, que ya fue promocionado en los medios, que ya dijo discursos… por otro enteramente nuevo y desconocido?

Afortunadamente, en la elección presidencial, el “Voto nulo” no tiene ninguna posibilidad de triunfo. Aún para diputados, habiendo tantos candidatos es muy difícil. Empero, en la votación para Alcalde y Concejo Municipal, en poblaciones pequeñas, el triunfo del “Voto nulo” podría resultar ganador.

Pero una segunda elección, con los mismos candidatos, no tendría por qué cambiar significativamente el resultado. El nuevo ejercicio electoral habrá resultado inútil. Habría sido mejor que, en la elección de alcaldes municipales, también hubiera balotaje. Esa es una medida sana que, de todas formas, debiera existir.

Así las cosas, el “Voto nulo” no es sino un desvarío, una fantasía con la cual los políticos engatusaron a los electores despistados. Pero resulta que algunos de quienes hoy lo promocionan para la elección presidencial, están lejos de ser aturdidos. Uno de los periodistas más activos en su profesión, oblicuo sí, pero ignorante no, lo promociona por la TV y por la radio.

Yo me pregunté ¿por qué? Cómo es que sabiendo que una segunda elección presidencial sería entre los mismos candidatos, le dedican tanto esfuerzo. Encontré una respuesta perversa.

Si triunfara el “Voto nulo”, se repitiera la elección, y volviera a triunfar el “Voto nulo”, tendríamos toda una crisis política. Nadie sabría qué hacer y el 14 de enero estaría encima. Habría angustia. Ese escenario llenaría de felicidad a los agitadores sociales expertos. De la crisis pasaríamos al caos y allí entrarían a jugar los “salvadores de la Patria”. Ellos se harían cargo de la dirección del país. Cambiarían la Constitución y… corre y va de nuevo.

Hay varios grupos deseosos de tomar el poder político sin pasar por un molesto proceso electoral. Los hay de derecha, de centro, de izquierda, de arriba y de abajo. La situación ya está convulsa. Hay quejas con fundamentos reales, fuertes, categóricos. También hay razones que siendo débiles, las han hecho parecer fuertes a manera de acentuar el descontento.

Ningún Organismo del Estado se salva. Los señalamientos y quejas y contra el OJ, la CC, el MP, el TSE no podían ser mayores. Si usted habla bien del Congreso, lo abuchean. Nos han hecho creer, a los ciudadanos que todos los diputados son corruptos, lo que es obviamente falso.

¡Y el Ejecutivo! Muchas personas, incluso profesionales serios y bien intencionados, pero sumergidos en esta ola de descalificaciones, aseguran que Morales es el peor presidente que hemos tenido. Ningunean a Cerezo, a Portillo, a Colom e incluso a Pérez y Baldetti. Pero inmersos como estamos entre tan graves críticas, descuidamos pedir evidencia.

Hay pobreza, desempleo, crimen, extorsiones, maras… También hay cansancio, desesperación, hartazgo… El caldo de cultivo para la crisis ya tiene todos los ingredientes solo falta el encenderlo. Buscan que el “Voto nulo” haga las veces de fósforo.

TEXTO PARA COLUMNISTA

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.