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¿TRIBUNAL ELECTORAL: COLUMNA DE LA DEMOCRACIA?

Antropos

Entendemos que en una sociedad democrática, cada vez que se suceden elecciones, existe un Tribunal Electoral que vela por la trasparencia y el buen resguardo de los valores supremos de una democracia política.

Recientemente escuché a un comentarista en Guatemala afirmar que la arquitectura del Tribunal Electoral no permite fallas en el proceso eleccionario. Estas palabras me quedaron sonando, porque hasta donde he tenido la oportunidad de ser testigo de estos hechos, lo dicho por este eminente comentarista, no ha brillado como él presume decirlo con aparente veracidad.

Mucho se ha dicho de la judicialización de la política, como si la justicia en nuestro país sea un ejemplo de verdades, cuando en la realidad observamos de como la interpretación de los hechos, peca por “intereses creados” como dijo el pensador español, Jacinto Benavente. Estos intereses son los que atraviesan todo el cuerpo de la administración de la justicia en el país e inhibe a los juzgadores ser obedientes de la ley, misma que fue creada esencialmente para la defensa estricto sensu del Estado como institución.

O sea, que desde el origen de la emisión de la ley, ya hay “intereses creados” y se le agrega subsidiaramente, el manejo corrupto de la misma ley, lo cual hace inviable la vida democrática del país en el ámbito de la igualdad, la justicia social, económica, política, cultural. Pienso que si al menos los administradores de justicia fuesen más equitativos y “justos” y además transparentes en sus actos, a pesar del sello de dominación que ya trae la misma ley, ésta podría alivianar esa enorme carga de injusticia y los guatemaltecos volveríamos a tener confianza en las instituciones, en las mujeres y hombres que dirigen estas instancias de poder político.

El recién proceso eleccionario del 16 de Junio de 2019, estuvo cargado de vicios, los cuales han sido denunciados por las personas a diestra y siniestra. Cuentan las voces de los ciudadanos de cómo se compran los votos por un mísero plato de comida o por dos láminas que regalan. Ejemplos que hemos observado en otros países cuando vivían aún una democracia incipiente, lo cual obviamente han superado y que a nosotros nos corresponde dar ese paso para avanzar en la consolidación de lo democracia política.

Precisamente el economista Julio Hernández se ha preguntado cuando vio a un campesino cargar dos láminas al hombro, como producto de la compra de su voto. La pregunta que se hizo fue, ¿para que le iban a servir, cuando éstas a lo mucho, sólo pueden tapar unos cuantos agujeros de su rancho frente a los aguaceros? o a lo mejor, piensa, tendrán que venderlas para comprar algo de comida.  De lo cual concluimos  que la miseria es de tal envergadura, que los políticos de ocasión compran votos por una cuota de poder momentáneo. Porque todo es pasajero. Y frente a estos hechos, el llamado a velar por procesos que nos encaminen hacia la democracia como es el Tribunal Electoral, se hace de oídos sordos.

En fin, todo esto podría ser aleccionador sólo para la memoria, porque no veo que exista camino de solución. Nos toca guardar en los discos duros lo que acontece en el proceso eleccionario, para que años después nos permita recordar de como la ambición al poder del dinero carcomió lo mejor de nuestra patria. Porque a decir verdad, en un país como Guatemala el Tribunal Electoral sólo sirve para poner trampas para que la democracia política no sea una realidad. El gran moralista de la política latinoamericana José Mujica ya lo ha dicho repetidamente que no es con el dinero como se compra el voto electoral. Sino con la integridad ética, con la lucidez para ofrecer propuestas y con el valor para llevarlas a la práctica para lograr la justicia social.

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