Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Emunah
El domingo 16 de junio se celebró la primera vuelta de las elecciones guatemaltecas, como preveían las encuestas los resultados fueron acertados. Inmediatamente se vieron las diferentes reacciones a través de las redes sociales, la mayoría mostraron su desaprobación haciendo comentarios fuertes recalcando que los candidatos para la segunda vuelta no ofrecen beneficios para Guatemala y sus ciudadanos.
Se ha hablado que hubo fraude electoral, que los corruptos planearon y manipularon estas elecciones y una vez más se le ha faltado el respeto a los valores democráticos fundamentales. Según muchos guatemaltecos la posibilidad de cambio o renovación se ha evaporado. Y al escuchar tantas voces, la pregunta que surge en mi cabeza es: ¿Por qué tantos comentarios negativos sobre estas elecciones?
Ya he visto y escuchado muchísimo de lo mismo. Queremos cambios pero no participamos activamente en ellos. Siempre le dejamos la responsabilidad a alguien más, incluso a Dios. He escuchado comentar “Dios sabe lo que hace, porque al final él es quien pone y quita gobernantes. Dios esta en control de todo.” Pero… y ¿Nosotros donde quedamos? ¿Hemos realmente clamado a Dios por guía? ¿Lo hemos tomado en cuenta?
¿Que opina Dios al respecto? La Biblia muy sabiamente nos da respuesta: “Cuando eligieron a sus reyes, no me tomaron en cuenta; cuando nombraron a sus jefes, no me pidieron consejo; ¡ellos mismos se hicieron daño!” (Oseas 8:4 – TLA). Creo que eso quedó bastante claro, hemos dejado a Dios afuera de nuestras vidas; y aunque lo mencionamos, la verdad es que muy pocas veces estamos dispuestos a seguir sus consejos, ni mucho menos apegarnos a su ideología.
Dios no promete un mundo libre de problemas; pero si promete uno mejor para aquellos que le buscan y aplican sus principios en su diario vivir. Promete su protección a aquellos que se refugian en él, libertad para los que son oprimidos, sustento para los necesitados y una provisión oportuna y constante para sus hijos. Salmos 46:1 dice “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.”
Sin duda, Jehová posee la capacidad de proteger a aquellos que claman a él y lo buscan de corazón. Pero la pregunta aquí es: ¿Estamos tomando en cuenta a Dios? ¿Estamos alineados a sus principios bíblicos? ¡Claro que no! Dios sin lugar a dudas es un padre, pastor, protector, proveedor, y muchas cosas más para todos los que se refugian en él y le siguen. Sin lugar a dudas Dios desea bendecirnos.
Pero así como en la vida cumplimos con el trabajo y con las responsabilidades familiares para recibir los beneficios. Y así como cumplimos con nuestras responsabilidades cívicas, sociales, morales y con las leyes gubernamentales para gozar de los derechos. De igual forma debemos cumplir con las leyes y principios espirituales, para poder acceder a las bendiciones de Dios.
Los oídos sordos a la voz de Dios, la desobediencia deliberada, lejos de atraer las bendiciones divinas, trae escasez y desventura. No es que Dios sea malo, sino que lo que pasa es que nosotros fuimos creados por él y él es nuestro sustento, nuestra fuente de vida. El único que nos puede dar una vida abundante, próspera y rica en todos los ámbitos es él. Lejos de él sin lugar a dudas nos marchitaremos.
Eso mismo nos recuerda la Palabra de Dios en Juan 15:4-5 “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.”
En cierta forma la sociedad moderna se ha acercado más al ideal de los hombres que al ideal de Dios. Pero si queremos una mejor Guatemala, seamos sabios y prudentes, incluyamos a Dios y apliquemos sus principios y uno de ellos es el de orar por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna como lo indica la Biblia. Demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (1 Timoteo 2:1-2, Lucas 20:25).

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