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El sufrimiento es el mismo

Emunah

Todos en la vida lamentablemente atravesamos situaciones difíciles: un cáncer, una traición, un divorcio, la muerte de un ser querido, una tragedia, entre otras muchas cosas. En estos momentos, normalmente surgen muchas preguntas: ¿Por qué a mí? ¿Por que sucedió? ¿Por qué Dios lo permitió?, y tomamos el papel de víctima sintiendo que todo ha sido una gran injusticia, y que las penas tan solo azotan a las personas que no se lo merecen.

En medio de la tristeza y del dolor tratamos de buscar una explicación racional porque en cierta forma creemos que con las respuestas lograríamos entender la crisis y minimizar sus efectos negativos. Pero… ¿Realmente las respuestas aplacarían nuestro dolor? La verdad es que con explicaciones o sin ellas, al final el sufrimiento va a ser el mismo, y ni las mejores palabras lograrían mitigar ese dolor profundo que atraviesa un corazón herido.

Recibir una explicación mientras arrojas un puñado de tierra sobre un ataúd, o mientras te encuentra en una cama de hospital en cuidado intensivos, no harán la diferencia. Cualquiera que sea la crisis en la que te encuentres, el sufrimiento será el mismo porque el dolor, la tristeza y el luto no entienden razones. Aún con las respuestas coherentes, y aún sabiendo el por que de las desgracias, e inclusive castigando a los culpables; el dolor necesita procesarse y el alma necesita sanarse.

Cuando María, la madre de Jesucristo, miró a su hijo colgado de la cruz, ensangrentado, desfigurado, al lado de dos criminales, su sufrimiento fue indescriptible. En esos momentos no se puso a pensar en que su hijo era el Salvador del mundo y que por eso estaba muriendo; sino que en sus oídos solo retumbaban los gemidos de dolor de su hijo, y sus ojos no dejaban de ver esa terrible tortura. Ninguna explicación razonable, podía mitigar ese sufrimiento, ya que cualquier madre que viera a su hijo torturado por horas se desgarraría de dolor y no entendería ninguna justificación.

David a pesar de saber anticipadamente que el hijo que era fruto de su pecado moriría, de igual forma sufrió. Por 7 días no comió, ni bebió y se la pasaba en la noche tirado en el suelo rogándole a Dios por la sanidad del niño. Al fallecer el niño, David se levantó del suelo, se bañó, y se cambió de ropa y se fue al templo a adorar a Dios. La Biblia relata que Job se regocijó en el Señor en medio de un dolor inquebrantable, a pesar de sentirse solo y derrotado por haber perdido familia, riquezas y salud.

¿Y sabes por que? Porque a pesar de que Job y David habían perdido algo muy valioso para ellos, decidieron conservar lo más importante, su fe y confianza en su creador. Ellos tenían la convicción de que lo primordial en la vida, era tener a Dios. Por esa misma razón, el Apóstol Pablo considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es tener a Cristo Jesús. A través de sus dificultades y sufrimientos, él conoció el resultado de una vida plena, confiando en Dios para todo; por eso dijo “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

¿Entonces cual debe ser nuestro mayor enfoque en medio de las desgracias para sanar nuestro corazón? No hay que cerrarnos al dolor, ni sentirnos la víctimas o los culpables. De igual forma las heridas del alma no se sanarán al obtener respuestas o al castigar al culpable, sino que esas heridas solo sanaran al acercarnos a nuestro Salvador. El nos dará las fuerzas para atravesar en victoria los valles de lágrimas, y nos dará paz, consuelo y resignación.

La Biblia nos dice en Salmos 34:18 que “Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu”. En medio de las tribulaciones de la vida necesitamos mantener la calma, seguir confiando en Dios con la la certeza de que Él estará todos los días de nuestra vida con nosotros. Con la fe de que Él cambiará nuestra tristeza en gozo porque nos hará olvidar el pasado de dolor y nos dará lo necesario para enfrentar las distintas tormentas y tempestades de la vida.

TEXTO PARA COLUMNISTA

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