Una juventud, ¿qué no escucha?

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En la elaboración de un nuevo libro de texto, donde toco los aspectos Adolescencia, Pubertad, ambos procesos involucrados en un periodo de la vida de los y las jóvenes, planteo que en la misma suele manifestarse cambios en el humor y estado de ánimo, donde puede inclusive presentarse una crisis de identidad. A lo antes descrito se suma un mayor nivel de sensibilidad, la búsqueda de mayor independencia e inclusive caen en el plano de la desobediencia.

¿Resultados? Conflictos y discusiones con los padres, cada vez más frecuentes. Lo antes mencionado denota que la pubertad, el período previo a la adolescencia, es una de las épocas más difíciles, también para padres y madres o tutores. ¿Dejarlos a un lado, no considerarlos y esperar que con el tiempo se de cuenta de sus propios errores? No seria correcto; al contrario resulta necesaria una relación amistosa y de complicidad para ganarse su confianza.

Los y las jóvenes a esa edad (12 – 16 años) además de ansiar una mayor libertad, a buscar nuevas amistades, también se interesan por aquellos temas que tanto preocupan a los adultos, como el tabaco, el alcohol, las drogas o el sexo. Resulta obvio que los adultos nos preocupemos, en muchos casos en exceso, por el nuevo carácter de sus hijos, por sus salidas, sus amistades y su vida sexual, la problemática estará en como abordar, la “nueva conducta” a diferencia de unos meses o años atrás, que no eran así.  Es importante señalar y dejar claro que la mamá, papá no deberá perder nunca el principio de autoridad, que no se deberá confundir con el de autoritarismo: La idea es lograr un equilibrio, en el cual se cree un espacio de comunicación, donde exista el mutuo respeto y tratarle sobretodo como un adulto.

También resultará efectivo hacer partícipe al menor de las preocupaciones del adulto e intentar conocer a sus amigos y amigas. Tal vez los padres piensen que las amistades de su hijo o hija no son las más adecuadas para él, pero lo mejor es no obligarle a abandonarlas.  Es mucho mejor conocerlas y darle la libertad para que las traiga a casa y así poder valorar la influencia que éstas ejercen sobre él o ella. Si, por el contrario, la relación entre padres e hijo o hija están muy dañadas y resulta imposible establecer una relación de confianza entre ambos, poco se podrá lograr.

¿Qué otros elementos podríamos tener en cuenta, para lograr entendernos todos? Dándoles a los y las jóvenes acceso a responsabilidades e involucrándolos en la toma de decisiones donde se resalten los valores morales y actitudinales; permitir el desarrollo de relaciones positivas que sean capaces de brindar apoyo, confidencia, desafíos y oportunidades reales para asistir a los jóvenes en la prueba de roles adultos y en la adquisición de habilidades reconocidas por la sociedad.  Si unos de sus hijos o hijas esta entrando a la pubertad, no tenga temor, de lo que debe suceder, al contrario aborde el “problema” con sensatez y confianza, que de lograrlo, a partir de ese momento tendrá una nueva amistad: Su hijo o hija.

Por cierto, ¿su(s) hijo(s) les escucha(n)?

TEXTO PARA COLUMNISTA

Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.