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La Felicidad

Emunah

La felicidad es definida como el estado de ánimo que implica una satisfacción por gozar de lo que se desea o por disfrutar de algo bueno. Examinado desde este punto de vista los seres humanos somos felices, ya que en lo largo de nuestra vida hemos cumplido una meta, disfrutado de algo, o hemos comprado o nos han obsequiado algo que alguna vez deseamos.

¿Entonces por qué nos quejamos de que no somos felices? Porque esa sensación de felicidad es pasajera, y los que nos hizo feliz en cierto tiempo, ahora ya no causa el mismo estado de ánimo. Cuando ya no logramos alcanzar los objetivos, o afrontar con éxito los retos de la vida nos frustramos y nos sentimos insatisfechos. Nos olvidamos de disfrutar más de la vida, de las pequeñas cosas, y sobretodo de una relación personal con Dios que es lo que realmente nos llena de una felicidad duradera.

Aunque la felicidad puede depender de muchos factores, es diferente para cada ser humano. Todos somos distintos, y lo que hace feliz a alguien podría no hacerlo a otro. Hay personas que son felices cuando por fin se casan, otros se sienten afortunados siendo solteros. Otro son felices al obtener un título universitario, otros con simplemente hacer los que les gusta. Algunos son felices con poco, otros con mucho, unos siendo famosos, otros tras bambalinas, unos viajando, otros en lo cotidiano.

Hay muchas cosas que podrían darnos momentos de felicidad: un buen salario, la compra de una casa, la graduación de un hijo, los amigos, la música, una buena salud, un obsequio, y unas merecidas vacaciones, entre otros. Sin embargo, la felicidad empieza a perderse cuando está en función de sólo estas cosas. Ser feliz no depende sólo de lo que tenemos, de los logros, de una vida pacífica, de una familia, o de un viaje.

Tampoco puede asociarse al simple hecho de que es un estado mental y que al ser positivos, y al tener la mejor actitud siempre seremos felices. Ni considerar que al librarnos de todo aquello que nos roba la existencia, la obtendremos. Hay personas que a pesar de que son millonarios, poseen fama, son optimistas, tienen familia, posesiones materiales, y llevan una vida pacifica no pueden ser felices. ¿Por qué ?

Porque la felicidad no depende de las circunstancias favorables de la vida, ni de un estado mental, sino de una relación con Dios. La felicidad proviene de un alma satisfecha, agradecida y que se regocija en su creador. Sólo Dios puede enseñarnos a vivir con plenitud y llevarnos por el camino de la felicidad. “En su presencia hay plenitud de gozo; y una dicha eterna.” (Salmos 16:11). Dios nos ayuda a sobrellevar cualquier situación por muy difícil que sea, a darle sentido a la vida.

Los problemas, las enfermedades, las tragedias, el luto y una larga lista de acontecimientos hacen inalcanzable ese bienestar de alegría, sin embargo al tener a  Dios esta tristeza se convierte en gozo porque nos sustenta con su amor, paz y gozo.

Él nos ayuda a  atravesar el valle de lágrimas y lo transforman en una fuente de bendición cambiando nuestro lamento en baile.

En resumen, ni la fama ni el éxito, ni las riquezas ni la sabiduría, ni tampoco los logros ni el poder personal, conducen a la felicidad verdadera, sino sólo una relación genuina con Dios. Hay muchos formas en que el ser humano se puede sentir feliz, pero no hay punto de comparación cuando se obtiene a través de Dios. Su presencia es el lugar de mayor felicidad porque ahí hay paz, amor, libertad, fe, esperanza, perdón y salvación. 

Sólo en Dios miraremos el mundo, nuestras circunstancias, y la vida de una forma distinta; porque él nos ayudará a atravesar cualquier escenario adverso o favorable de la vida con una sonrisa. “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13).

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