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Educación

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A través de la historia el ser humano ha devenido en una búsqueda permanente del conocimiento. Curiosidad, admiración y preocupación, han sido constantes de este proceso en el cual se ha descubierto la relación entre el hombre, la naturaleza y el cosmos. Este conjunto de saberes se ha ido trasladando de generación a generación. En tanto más abundan, estos se vuelven más especializados y por lo tanto surgen las grandes dificultades en la transmisión de los mismos.

Cada vez más, se conoce menos el todo y se conoce más la parte. Las disciplinas se dividen y se subdividen, se juntan, se separan articulándose en otras disciplinas. Todo esto trae aparejada la preocupación de qué es lo que debe enseñarse en las escuelas y obviamente el cómo debe hacerse.

A la par de estas preocupaciones también está en el fondo del proceso educativo   lo que espera la sociedad de la escuela. Qué esperan los alumnos de sus maestros y en qué son competentes las escuelas para enseñar.

Nos parece comprender que la sociedad guatemalteca percibe como tendencias orientadoras de la educación: la formación de ciudadanos para la democracia, la formación de una fuerza laboral capacitada para jugar un rol competitivo en la producción y la participación de la sociedad en su conjunto,  fundamentalmente, la educación de valores que sustente la identidad cultural y la construcción de la paz que potencien la inteligencia y la creatividad  de la persona,  en el marco de los objetivos del desarrollo sostenible.

Entendemos que la tarea fundamental de la educación, es la transmisión y producción del conocimiento. Como dijo W.T. Berry en 1822, “el conocimiento siempre gobernará a la ignorancia: y un pueblo que quiere gobernarse a sí mismo, tiene que armarse con el poder que da el conocimiento”. Significa entonces que  la educación es más que conocimientos, incluye aptitudes y competencias y sobre todo un alto sentido de responsabilidad ciudadana. El escritor Carlos Fuentes en el libro Conferencias políticas, advierte al referirse al ámbito de la vida social, que “sin educación no hay conocimiento, sin conocimiento no hay información y sin información no hay desarrollo y no hay democracia”.  

En pocas palabras, insiste este autor que “educar significa formación personal y desarrollo integral. Significa competencia creciente”. Lo que se traduce afirma Fuentes, que “ningún proyecto de desarrollo nacional prosperará sin la base educativa, sin la escuela, sin el maestro, sin el alumno”. De ahí, que como sociedad debemos exigir que la educación cumpla con nuestras expectativas, esperar mucho más y no simplemente “salir del paso” como tradicionalmente se han llevado a cabo las cosas en nuestro país. Thomas Huxley afirma que “el resultado más valioso de toda educación es la aptitud para hacer lo que hay que hacer, cuando debe hacerse, sea que nos guste o no; esta es la primera lección que hay que aprender, y por más temprano que se inicie la formación del hombre, esta es probablemente la última lección que aprende cabalmente”. Sobre la base de lo que expresa este autor, habrá que tomar en cuenta que la educación hunde sus raíces en un pasado y ha sido el lenguaje la vía de comunicación entre una y otra generación. Ahí está el ejemplo de la oralidad presente en el ámbito de todas las culturas originarias del mundo, como lo demuestra el caso de la existencia del Popol Vuh, libro sagrado de los quichés, que se transcribió muchos años después al lenguaje escrito, en tanto pervivió de una época a otra, vía el lenguaje oral. La memoria jugó en ese momento histórico, una gran importancia: se conocía lo que se recordaba.

Los historiadores de la educación señalan que un nuevo momento se dio con el advenimiento de los Estados-nación marcado por el renacimiento y la revolución industrial. Significa que se pasa de lo oral a lo escrito. De manera sucesiva y casi como por inercia, la humanidad asoma sus narices a la tercera revolución, en donde acontece el fenómeno de la educación masiva, dicho en términos de Marshall McLuhan, “saber leer y escribir pasa a ser el pasaporte requerido para ingresar a la Galaxia Gutenberg”. Lo que se traduce que la educación de masas se convierte en el vehículo de preparación de las personas para responder a las improntas de la economía.

Precisamente el historiador inglés, E. J. Hobsbawm, en La era del Capitalismo, afirma que “la entrada de la ciencia en la industria tuvo una consecuencia significativa, en lo sucesivo el sistema educacional sería cada vez más decisivo para el desarrollo industrial… a partir de ahora, al país que le falta una educación masiva y adecuadas instituciones educativas superiores le sería casi imposible convertirse en una economía “moderna”; y, al contrario, a los países pobres y atrasados que dispusieran de un buen sistema educativo les sería más fácil desarrollarse”.

Estos dos grandes momentos históricos, también los vivió América Latina, y en el caso de Guatemala, se ejemplifica con el surgimiento del Estado liberal y la puesta en práctica de una educación útil a la industria, con la revolución del siglo diez y nueve. La característica central de esta tercera revolución consistió en un sistema educativo adecuado al modelo industrial de masas, o sea, universalizar la educación, primero la escuela primaria y progresivamente los otros niveles superiores.

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