Columnas

A espaldas del pueblo

Teorema

El economista, historiador y escritor José Molina Calderón es, entre otros méritos suyos, un autor que se preocupa por la veracidad de los datos que publica. Sería calumnia y falsedad grave decir que se trata de una persona controversial o que busca crear enredos. Todo lo contrario.

Dos artículos suyos publicados el 28 de agosto y el 4 de septiembre pasados refieren sendos intentos de Estados Unidos para trasladar a Guatemala a personas de otros países que solicitaban asilo en su territorio. Creo que con ellos expresa su posición, sobre ese tema en la actualidad.

Refiere que cerca de terminada la Guerra de Secesión (1865), Estados Unidos quería establecer colonias de esclavos libertos en Centroamérica. Juan Bautista de Irisari, nacido en Pamplona pero guatemalteco de corazón, se opuso vehementemente a tal iniciativa en nuestro país. Hay que recordar que unos años antes EUA había invadido México, apropiándose de lo que hoy son los Estados de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México, parte de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, unos 2.1 millones de km2. En esa época, Guatemala temía correr la misma suerte, lo que agravaba la situación, engrandeciendo el éxito de Irisarri.

El segundo intento de Estados Unidos para convertir a Guatemala en Tercer país seguro, nos relata Molina Calderón, sucedió en 1993. Estando el presidente Serrano, en Estados Unidos, comunicó al vicepresidente Espina que EUA quería enviar cientos de familias haitianas a la zona de Izabal para que habitaran allí permanentemente. Le pidió buscar una forma para resolver tal “solicitud”. Enmarcado dentro de la doctrina de soberanía nacional, Espina buscó a Carlos E. Valle Soto para que lo asesorara. Propusieron condiciones al gobierno gringo este encontró difíciles de aceptar. Y nos salvamos.

Cuando dos naciones tienen desigual poderío militar, la autonomía política es inexistente; no hay espacio para argumentar sobre la justicia. Tal es el caso de Guatemala y Estados Unidos. Ante ellos, estamos indefensos. En su visita a nuestro país, Mauricio Claver-Carone dijo: “…muy pocas veces (Estado Unidos) le pedimos algo a Guatemala”. Es verdad, no hubo peticiones, siempre fueron órdenes, imposición. Más recientemente, las exigencias del presidente Trump, fueron antecedidas por insultos y amenazas.

Así, tal vez no se pueda culpar al gobierno por su actitud sumisa y obediente ante las pretensiones de Estados Unidos para convertirnos en un Tercer país seguro, término que el gobierno de Guatemala rechaza pero el de EUA utiliza abiertamente. La culpa, imperdonable, del Gobierno es actuar en secreto. Se trata del futuro de la Patria y quienes la habitamos, del porvenir de nuestros descendientes. Empañar nuestro futuro en secreto, merece adjetivos humillantes.

Giammattei declaró que el presidente Morales le aseguró que le entregaría los acuerdos ya firmados a la fecha. Pero no lo ha hecho. Los pobladores rechazamos abiertamente y de frente todo secreto que comprometa nuestro porvenir. El presidente no está por encima de la población, es nuestro empleado.

La política de los secretos ha hecho que buenas personas queden en ridículo. Juan Pablo Carrasco, presidente de Amcham, por ejemplo, declaró que la Amcham desconoce los términos del acuerdo, pero cree que representa beneficios para el país. Dijo: “Hubo bastante desinformación, por la forma en que se negoció, pero ahora que se conocen más detalles es importante reconocer que el documento ya se suscribió y que el mismo representa beneficios para Guatemala”. ¿Cómo puede decir que es beneficioso si lo desconoce? ¿Cómo puede afirmar que conoce más detalles cuando el mismo Giammattei los ignora?

También, el gobierno ha declarado que Degenhart, fue varias veces a Estados Unidos a discutir los términos del “acuerdo” (¿Por qué no llamarle abiertamente imposición y dejarnos de babosadas?). Pero ante el secreto, el mérito del negociador parece reducirse a ser físicamente grandote. El único texto publicado habla muy mal de su habilidad negociadora, solo comparable con la de los militares que “negociaron” los tratados de paz en 1996.

México, Panamá, Honduras y El Salvador dijeron no sin sufrir sanciones. ¿Por qué no pedirles asesoría? En marzo de 2016, Turquía negoció con la Unión Europea un acuerdo para recibir inmigrantes sirios que buscaban asilo en los países de Europa. La UE pagó a Turquía casi 7,000 millones de euros. Turquía recibió cerca de medio millón de refugiados. ¿Nos habrían asesorados los turcos?

En caso el documento llegue al Congreso, o si lo negocia Giammattei, mi gran recomendación es que rompa el secreto. También me permitiría sugerir tres peticiones para negociar, ante las amenazas del presidente Trump.

Primero: Que toda la droga confiscada en Guatemala sea entregada a la Embajada de Estados Unidos, recibiendo en compensación una suma equivalente a la mitad de su valor a precios de consumidor final en la ciudad de Nueva York.

Segundo: que por cada migrante que Estados Unidos envíe a Guatemala, pague una cantidad equivalente a US$ 125 por cada día que esa persona permanezca aquí. En los casos de reunificación familiar, esa cantidad debe aumentar conforme el número de miembros. Esa cifra cubriría sus gastos de hospedaje y alimentación en centros privados, así como los servicios estatales de justicia, seguridad, hospitalarios, de educación y otros, Esa no es una cifra arbitraria. Una señora que opera en California un “grant”, maneja 40 camas y recibe entre $ 40 y $50 mil por niño, por año.

Tercero: Que por cada migrante que Estados Unidos envíe a Guatemala, otorgue diez visas de trabajo agrícola a trabajadores guatemaltecos temporales en su territorio. Esto, en reconocimiento a la alta calidad de esa mano de obra no calificada y a entender que ellos contribuirán a llevar alimento a los hogares norteamericanos, fortaleciendo la economía de ese país.

Cuarto: Convendría que el presidente Trump ofreciera disculpas públicas a los guatemaltecos. Pero esa no debiera ser una exigencia irrevocable.

TEXTO PARA COLUMNISTA

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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