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Independencia versus libertad

Evolución

Estamos próximos a celebrar otro año de “independencia” en el sentido que Guatemala se erigió como una nación “soberana” que se desligó de la corona española. Sin duda es un acontecimiento trascendental en nuestra historia, sin embargo, la reflexión profunda, introspectiva e importante que deberíamos hacer es preguntarnos ¿en realidad, qué tan libres somos como ciudadanos? Es importante el sentido de autodeterminación que confiere la independencia política en el contexto de no estar subyugado a los intereses de otra nación, pero, francamente, el tema más relevante y trascendente pasa por preguntarnos sobre cuáles son nuestras posibilidades reales, como ciudadanos, como individuos, como seres autónomos que cada uno somos, de realizar nuestras aspiraciones personales, prosperar, alcanzar nuestra propia felicidad, todo ello en libertad y de forma pacífica, sin violentar las igualmente legítimas aspiraciones de nuestros conciudadanos y sin que las aspiraciones de otros limiten, obstaculicen o condicionen las nuestras. Esa es la verdadera libertad de la cual todo ser humano debe gozar, independientemente del contexto político en el que se encuentre.

A modo de ejemplo para ilustrar este punto, en el índice de libertad económica publicado para el año 2019 por la Heritage Foundation, el Reino Unido de Gran Bretaña se encuentra en la posición 7 del ranking mundial con un índice de 78.9, los Estados Unidos de América se ubican en la posición 12 con un índice de 76.8, mientras que Guatemala está en la posición 77 con un índice de 62.6. Siguiendo la lógica de la verdadera libertad de la cual gozan sus ciudadanos, el territorio de las Islas Vírgenes Británicas tiene un PIB Per Capita de $34,246, el territorio de las Islas Vírgenes Estadounidenses tiene un PIB Per Capita de $34,955 y Guatemala, país independiente en el sentido político, tiene un PIB Per Capita de $4,500. En resumen, lo que trato de decir es que el bienestar y la prosperidad al cual puede aspirar legítimamente cualquier persona depende, más de cualquier otro factor, de la libertad individual de la que goce. Por supuesto que la institucionalidad política es un factor relevante, pero esta se consolida también en la medida que la estructura política de un país se enfoca en proteger y resguardar los derechos individuales, como la vida, la libertad y la propiedad privada de las personas, y no en violentar estos derechos para satisfacer de forma discriminada las aspiraciones de otros. Ningún ser humano debe ser sacrificado en beneficio de los intereses de otro, cualquier razonamiento que se oponga a esta máxima es una burda aberración de la moral.

En Guatemala, en América Latina en general, nos cuesta realmente aprehender el verdadero significado de la libertad. No es un ideal que hayamos internalizado y arraigado en nuestra filosofía, en nuestra cultura, en nuestro acervo de valores. No conocemos realmente lo que significa ser auténticamente libres. Es más, muchos de nuestros conciudadanos claman con frecuencia por el déspota benévolo autoritario que deberá poner orden y dirigir nuestras vidas. Como bien dijo el psicólogo Erich Fromm, le tenemos miedo a la libertad. Y en cuanto no asimilemos en nuestra cultura los valores que conducen al progreso, al desarrollo, a la prosperidad, los que realmente potencializan nuestras posibilidades de realizar nuestras aspiraciones y alcanzar nuestra felicidad, siendo uno de los principales el respeto a la libertad individual, seguiremos siendo súbditos en un país independiente.

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Alejandro Baldizón

Abogado y Notario, catedrático universitario y analista en las áreas de economía, política y derecho.

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