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116 años de la masonería en Guatemala

Divi Filius

Pocas organizaciones humanas están revistadas de tanta curiosidad, crítica, secretismo y misticismo.  Al final del día, la masonería no es otra cosa que una fraternidad, de categoría universal que tiene por interés esencial enseñar lecciones morales a través de los simbolismos del oficio de la construcción.  No es una religión pues no estipula visiones dogmáticas y construye una teología.  Es una asociación discreta (no secreta, porque su existencia es pública) cuyos principios esencial revolotean en torno a la idea de la mejora del ser humano.

No solo masonería sino otras tantas asociaciones humanas,  religiosas y seculares tienen la misma misión:  Contribuir a que los hombres y mujeres vivan mejor.  Y por ´mejor´, significamos acceder al disfrute de las máximas y mejores expresiones de la excelencia humana.  Sin embargo, la masonería, en razón de los mitos que le equiparan a Illuminados de Baviera o a los reptilianos´ , o el grupo de hombres avejentados que con ´habanos´ en la boca deciden secretamente el destino del mundo, se encuentra por ello siempre en el ojo del huracán.  Y es juzgada con mayor rigurosidad.

Pero también la masonería se ha puesto una regla de medición muy alta.  Personajes como Washington, Frankly, Dumas, Luis XVI de Francia,  Napoleón,  Juárez,  Lafayette, Churchill, Mozart,  Conan Doyle, Wilde (entre otros) fueron masones.  En el caso de Guatemala, personajes como Barrios, Palma, Chacón fueron parte de esta organización.  En esencia, la masonería, vinculada de una u otra forma a la toma de decisiones, relativas al poder, al avance de la ciencia y al progreso del género humano responde responsable en términos morales en razón de los objetivos que dice, defender.

En momento de crisis, política, social, moral, cualquier organización humana que persigue finalidades nobles debe dar un paso al frente. Particularmente cuando miembros de su organización se encuentran en lugares de decisión.  Y muy concretamente ante la coyuntura actual guatemalteca, los masones en futuros puestos de decisión política tienen el imperativo moral de ayudar a reconstruir el tejido social de este país.  Ante la marea de actores de corrupción tolerados durante la actual administración, los masones en futuros puestos de decisión están obligados a mantener la transparencia de los actos públicos.  Ante el contexto polarizado que vive el país, los masones en futuros puestos de decisión política deben apelar a la racionalidad del discurso para unir a la nación en lugar de separarla.  Y muy particularmente, cuando la confianza en las instituciones políticas se ha hecho arena en las manos, los masones en futuros puestos de decisión tienen la obligación de voltear la cara ante el ´Mal´ para sentar un patrón de acción transparente en el manejo de la cosa pública.  Alejarse del ´Mal´ significa no solamente evitar ceder ante las pasiones naturales que el poder puede atraer.  Significa además, evitar el nepotismo, el clientelismo, las negociaciones oscuras y por sobre todo,  promover un estilo de gestión basado en el uso de la razón y no, las emociones irracionales.  Darle de nuevo realce al ámbito público que pueda en esencia,  promover el bien mayor.

A más de un siglo de la fundación de su fraternidad universal están obligados.  Serán juzgados por lo que hagan.

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David Martínez-Amador

Becario Fulbright del Departamento de Estado Norteamericano. Politólogo, UMASS-Amherst. Investigador Social en las áreas de Consolidación Democrática, Crimen Organizado Transnacional, e impacto del crimen transnacional en la gobernabilidad democrática. Miembro de la Red de Investigadores Latinoamericanos por la Paz y la Democracia ÍNSUMIISOS´ con sede en Ciudad de México. Profesor universitario y consultor. Ha trabajado en Centroamérica, México, Estados Unidos y Canadá.

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