Columnas

Caminos del bicentenario

Sueños…

Francis Fukuyama, un escritor innecesario, refleja las contradicciones fundamentales de nuestra época. Se volvió famoso al plantear un sueño imposible: el fin de la historia. Al ver en la televisión que se derrumbaba el muro de Berlín, previó la oportunidad de hacerse rico y famoso. Escribió un enredo llamado el fin de la historia y el último hombre. Al caer el muro, la humanidad quedó huérfana. Sin sueños, ni ideales, ni contradicciones. Todo se derrumbó. Era el fin de la historia. Y aunque Fuku, ¡como le decimos los amigos!, no logró esclarecer la realidad, pero sí alcanzó a enredarla más. Sí, era el fin del socialismo, y la permanencia del capitalismo.

Hoy todos los países del mundo son capitalistas, con uno u otro énfasis nacional. Unos son países capitalistas democráticos, otros capitalistas feudales (Guatemala y otros parecidos), otros capitalistas aristocráticos. En fin, son capitalistas porque producen bienes y servicios para vender. Pero, sus sistemas políticos son diferentes.

Luego, Fuku ha escrito otros ensayos, que tienen la característica: mientras más extensos más aburridos y superficiales, pero siempre exactos. Ahora nos dice que en realidad la historia no terminó. Pero lo que está sucediendo es que el llamado “Estado-nación” entró en crisis. Para ejemplo, en el medio oriente las potencias hegemónicas dominantes han destruido los Estados-nacionales; en África del norte, igual. Y lo están logrando en América del sur: una región patas arriba. Venezuela ya está destruída, Colombia no digamos; y recientemente entraron en crisis Ecuador, Brasil, Argentina y Chile, la guinda es el golpe de Estado de Bolivia, que ha sido una jugada sórdida y elegante de Trump.

¿Con qué se pueden sustituir los Estados-nación fracasados? Por el momento nadie lo sabe. Menos Fukuyama, y muy triste, menos los “científico”-sociales.

En fin, mejor seguimos al maestro José Alfredo Jiménez. Bonita América “latina”, sus ferias y sus canciones; porque aquí se apuesta la vida y se acribilla al que gana. Una América que genera enormes masas de liquidez con base en la corrupción y el déficit fiscal de los gobiernos, el narco y el elegante lavado neoyorquino de dinero de esas jugosas fuentes de dólares. El tal Jose Alfredo lo decía: camino de América “latina”, que pasas por tanto pueblo, no pases por Guatemala, “que ahí me hiere el recuerdo, vete rodeando veredas, no pases porque me muero.”

Lo verdaderamente sublime es que el desmembramiento y fracaso total de los Estados fallidos de la región se produce en su mejor momento. Cuando están a punto de celebrar oficialmente 200 años de independencia, en términos formales y oficiales; mientras que la realidad indica que son 200 años de sociedades fracasadas, llenas de gobiernos ineptos y fracasados, pueblos analfabetos, millones de niños desnutridos y abandonados, asesinatos de líderes sociales en forma masiva y ajenos de tener algún modelo de desarrollo planeado. (Con unos cuatro países que son la excepción de la regla).

En medio del caos, aún hay esperanzas. Estas luces en medio de la sombra consisten en la capacidad de lucha en las mentes lúcidas de las mejores personas. Es el momento de luchar por los valores de la democracia. Uno de los retos principales es luchar por la dignidad nacional y la soberanía democrática.

Latinoamérica podría construir nuevas naciones, nuevos Estados. Basados en principios democráticos y de respeto a la naturaleza. Nuestra tesis consiste en los siguiente:

Vale la pena preservar y luchar por el Estado nacional sí fuera la fuente de la construcción de nuevas naciones, basados en el poder de los pueblos. El nuevo orden social tiene que basarse en la plena igualdad de derechos y obligaciones de las naciones. Es decir, el pueblo tiene que ser alfabetizado en un 100%, tener acceso universal a salud de calidad y poder organizarse para plantear la organización del Estado, con funcionarios electos y que puedan separarse del poder en cualquier momento.

Luego, que en cada comunidad el poder local prevalezca sobre el poder central. Es decir, que se puedan reconstruir las fronteras interestatales de acuerdo a valores democráticos, populares y científicos. La política tiene que ser un tema de discusión abierto y sin secretos de Estado.

O discutimos seriamente la reconstrucción de los Estados para que, por primera vez, sean democráticos en la región, o solamente va quedando la represión, la oligarquía y religión como “consuelo de los que sufren y adoración de la gente.”

Y, “…aquí, la vida no vale nada.”

TEXTO PARA COLUMNISTA

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.