…Y ahora Colombia
Barataria
América del Sur se ha visto envuelta en una serie de protestas ciudadanas que han desencadenado en la decisión de gobernantes de limitar las garantías constitucionales decretando “Toque de Queda”. El descontento desbordado manifestado por los ciudadanos precisamente porque no existe una respuesta clara a las expectativas de la población que ve como la democracia de estos países viene a ser una especie de espejismo en el desierto puesto que únicamente representan anhelos ideales de una mejor situación que luego se torna en una necesidad mucho más grande sin alcanzar lo que se desea.
Podemos mencionar fácilmente países como Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y últimamente Colombia en América del Sur son casos en donde la democracia no se ha consolidado. Países como Chile, que han tenido un desarrollo económico impresionante en los últimos años, no fue la excepción en cuanto a manifestaciones de descontento popular. Lo que hace pensar que no solamente países en precarias condiciones económicas como Haití son presa de esta clase de descontentos, sino otros países que se asume se encuentran con una mejor economía.
Las democracias en general en Latinoamérica se han resumido a un ejercicio del voto por los ciudadanos cada cuatro años, sin embargo las instituciones no se han fortalecido y en muchos casos, los funcionarios no se han obligado a rendir cuentas. Existe mucha opacidad en el ejercicio del poder y una tentación enorme de los gobernantes de mantenerse a toda costa en el mismo mediante argucias que en algunos casos son avaladas por los tribunales o bien fundamentadas en una precaria interpretación de la Constitución.
El problema no está en la democracia, sino en la forma en que se pretende implementarla. Naturalmente quienes ejercen la función pública y el poder deberán de fortalecer las instituciones con transparencia y ética. Una democracia no es solo la oportunidad de votar cada cuatro años y elegir autoridades sino es un ejercicio de poder ciudadano a través de las autoridades que deberán pensar en función del país. La cooptación de las instituciones no es permitida y avergüenza el hecho de ver que existe una avidez de querer enriquecerse con el dinero público. Hoy en día da una verdadera vergüenza ver cómo a menos de dos meses de entregar el poder las autoridades pretenden continuar haciendo licitaciones, celebrando contratos millonarios cuando en realidad van a abandonar el puesto en breve, pero esto tiene como una perversa propuesta el deseo de “dejar amarrados los negocios”, lo cual es deleznable, pero que sin duda alguna no ayuda a la consolidación de los procesos democráticos.
En tanto los gobernantes crean que son los dueños del poder que en realidad se les ha delegado por el pueblo y manejen estos países como si fueran sus propias empresas, olvidando las necesidades primarias y urgentes de la población, siempre habrá descontento popular y manifestaciones que detonan con mucha facilidad por decisiones triviales a veces pero que son una válvula de escape de mayores frustraciones de la población. Los ciudadanos se encuentran cansados, porque la democracia que surgió luego de los gobiernos militares prometían libertad lo cual no lo tienen porque antes eran perseguidos por el Estado pero ahora son acosados por la delincuencia que coarta su libertad, antes no pagaban extorsiones pero no había la posibilidad de iniciar negocios, sin embargo hoy los negocios, además de los impuestos deben pagar extorsiones a ciencia y paciencia del Estado, antes no se podían expresar libremente, ahora las redes sirven de catarsis para los frustrados que ven cómo los negocios de los funcionarios públicos se hacen a la vista de todos sin que exista el más mínimo temor de cárcel por corrupción. En fin la democracia es más que lo que tenemos, sin instituciones fuertes lo que vamos a tener es un catálogo de buenos deseos y una lista utópica de garantías constitucionales que no nos van a ayudar a vislumbrar un futuro mejor.
Ojalá los gobernantes y funcionarios públicos puedan darse cuenta que sus cargos no son para salir de la pobreza o enriquecerse para no trabajar nunca más, sino es una oportunidad de servir a la nación y dejar un legado para las futuras generaciones. Tomar en serio la función pública y fortalecer las instituciones es una exigencia ciudadana y la lucha contra la corrupción se encuentra en dos vías: Del funcionario que no debe pervertir la función pública y del Ciudadano que debe exigir transparencia sin comprar la voluntad de estos funcionarios.

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