¡Gloria a Dios en las alturas!
Emunah
Hace más de dos mil años se proclamó uno de los enunciados más maravillosos de toda la historia, una expresión llena de júbilo pronunciada por los mismos ángeles “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Ni el mejor coro de operas acompañados de la más destacada sinfónica podrían asemejarse a aquel dulce, melodioso, glorioso y trascendental himno de “libertad, esperanza y salvación”.
En esa noche, en Belén nació nuestro Salvador en un humilde establo; con mucho amor fue envuelto en pañales y acostado sobre un pesebre. Lejos de los lujos, de la fama y del poder que ambiciona el ser humano vino al mundo el Hijo de Dios, para revelarnos que las riquezas, el éxito, y todo lo que el mundo nos ofrece es temporal y vacío; lo más valioso es el amor y nuestra salvación.
Por ese amor nuestro Salvador “no se aferró a su deidad, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo, y estando en la condición humana, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte.” No tuvo riquezas y rechazó los reinos de este mundo para dejar claro que escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás.” Basó sus enseñanzas en el amor, el perdón, en la humildad y en glorificar a Dios en todo tiempo, no sólo con palabras sino también con acciones.
Al llevar una vida admirable de servicio al prójimo, atendiendo con amor sus necesidades, nos enseñó que “es mejor dar que recibir”. Viviendo entre nosotros nos demostró más allá de toda duda que a pesar de las injusticias, odio, pobreza, las pruebas, tentaciones y todo lo malo de este mundo aún se puede ser generoso, agradecido, y amar a nuestros semejantes. Todo eso es posible al cultivar su amor, honrar su Palabra, y glorificar su nombre en todo tiempo.
La Biblia expresa que toda la tierra debe darle gloria a Dios. Sin embargo, cuesta dar un “gloria a Dios” cuando las cosas no van bien, porque uno tiende a pensar en esos momentos que Dios no es bueno. Las adversidades, las enfermedades, las carencias, el crimen, el luto, y todas aquellas cosas que nos dañan directamente o indirectamente nos roban el gozo y ponen un nudo en la garganta que nos hace enmudecer.
Es difícil adorar a Dios en un funeral, en la cama de un hospital, o cuando tu cuerpo se encuentra atado de por vida a una silla de ruedas. ¿Por qué ser agradecido a Dios cuando todo va mal y la vida se ha hecho tan pesada e injusta? Sin embargo, es en medio de las situaciones difíciles es donde más debemos aferrarnos a Dios; y recordar que él es nuestra salvación en medio de las tribulaciones.
Así que cuando la obscuridad empieza a llenarnos de desesperanza, de resentimiento y desamor, dejemos que la luz de Jesús nos alumbre para que cambie nuestro lamento en baile. En esos momentos terribles, la alabanza a nuestro creador nos llenará de gozo, nos liberará de toda prisión y nos hará apreciar lo hermoso que es la vida. Su presencia hermoseará nuestro rostro y nos dará las fuerzas para levantarnos y seguir adelante llenos de esperanza.
Jesús aún en medio de su crucifixión continuó glorificando a Dios. Pablo a pesar de haber sido azotado, encarcelado por predicar el evangelio, y de haber pasado por muchas tribulaciones, angustias e injusticias nunca se quejó o guardo resentimiento ante Dios o ante la vida; sino muy por el contrario su adoración y agradecimiento a Dios estuvo siempre presente, dando fiel testimonio de un Dios justo, bueno y amoroso.
Él mismo dijo “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado…así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece…Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”
En este mes de diciembre, celebremos las fiestas sin olvidar que la verdadera Navidad es Jesucristo, así que aprovechemos la ocasión para perdonar, amar y compartir con nuestros seres amados. Tomemos el tiempo para ser agradecidos con Dios por sus abundantes bendiciones, y darle ese lugar especial en nuestro corazón para que el sane nuestras heridas, nos llene de gozo y guíe nuestros pasos. Procuremos transmitir las buenas nuevas de salvación a los demás, y juntos como familia en Nochebuena y en todo tiempo démosle nuestra mejor alabanza y adoración.
Por eso es importante recordar en esta Navidad que Dios es bueno y nos ha dado todo para mostrarnos su amor regalándonos la salvación a través de su hijo amado. Así que si en estas fechas, por alguna razón estamos atravesando por un infortunio, no nos cansemos de adorar a Dios con el corazón y con el alma. Cantemos agradecidos a nuestro salvador con corazones sinceros: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca…¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra, buena voluntad para con los hombres!”

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