El paraguas búlgaro
Editado Para La Historia
Desde que el hombre es hombre ha tratado de asesinar, o de hacer justicia, según con el prisma con el que se vea, a aquellos que considera opositores, disidentes, enemigos o personas incómodas. Otros estados han querido eliminar a aquéllos que no responden a sus intereses. Me viene a la mente aquel singular personaje de la historia reciente que afirmaba que la CIA había tratado de asesinarlo más de 600 veces. Considero que esto va contra todas las leyes de las probabilidades y de las estadísticas. Tampoco creo que haya sido por intervención divina en la medida en que, dicho personaje, odiaba a Dios y a la Iglesia.
Hoy les quiero hablar de una de las formas más espectaculares y maquiavélicas que fuera creada durante la Guerra Fría para eliminar a un enemigo. Les quiero hablar del escritor búlgaro. Desde joven, Georgi se dedicó a la literatura, escribió novelas, piezas de teatro, poesía, todo muy bien recibido por la crítica y el público de su país. Pero resulta que Markov comenzó a hablar de forma solapada contra el régimen que dominaba su país en la época.
En los acuerdos de Yalta, en los que participó un presidente Roosevelt muy enfermo, Stalin exigió un buen pedazo del pastel europeo. Todos los países que tuvieran frontera con la URSS, cercana o lejana, desde Estonia hasta Bulgaria, formarían parte de un eje prosoviético, una especie de colchón entre la Unión Soviética y el resto de los países capitalistas de Europa. También es necesario decir que el pueblo búlgaro siempre estuvo agradecido al ruso por la intervención del zar Alejandro II en su lucha de emancipación del yugo otomano en la guerra de 1878, con la cual Bulgaria logró su independencia. Esta simpatía y agradecimiento por el pueblo ruso continuaron incluso en la época soviética. Cuando los alemanes buscaron aliados para invadir en 1942 a la URSS, Bulgaria se negó rotundamente a participar en esta contienda. Esto le costó la vida al zar búlgaro Boris III en un “accidente” de aviación comanditado personalmente por el mismo Hitler como castigo a su rechazo de participación en la invasión a la tierra soviética.
Pero volvamos a Georgi Markov. Ya una vez señalado como disidente por el gobierno de su país, gobernado por Tódor Zhítkov, logró huir a Italia y de allí viajó a Londres donde residió. Primero tuvo que aprender inglés y luego comenzó a trabajar para distintas estaciones de radio que transmitían para la Bulgaria comunista: la BBC, la Deutsche Welle y Radio Europa Libre. Bulgaria le retiró su pasaporte y fue clasificado en los servicios secretos búlgaros bajo el código de “Vagabundo”. Desde su micrófono era un ardiente orador contra el régimen Zhítkov, en especial contra su hija, Liudmila Zhítkova, nombrada por su padre como Ministra de Cultura. En Bulgaria todos las odiaban y la llamaban “La Cocodrila”.
El servicio de seguridad de Bulgaria pidió apoyo a sus hermanos mayores de la KGB para eliminar no solo a Georgi Markov sino también a Vladimir Kóstov, otro disidente búlgaro que residía en París. Un día que Georgi Markov esperaba el bus ante el Puente de Waterloo en Londres alguien, con la punta de un paraguas, le picó el muslo y con acento extranjero le pidió disculpas en inglés. Al llegar a las oficinas de la BBC, donde trabajaba, comenzaron los malestares. Vio que en el lugar de la picadura tenía una hinchazón roja que le ardía y dolía. Al llegar al hospital no sabían de qué se trataba y a los 8 días falleció no sin antes descubrirse que en el muslo la habían inoculado una bola del tamaño de la cabeza de una aguja compuesta de un 90% de platino y 10% de iridio. Dos orificios de 0.35 de diámetro atravesaban esta pelota en forma de X. En el objeto se encontraron trazas de ricino El ricino es una sustancia altamente tóxica para el ser humano, incluso en pequeñas cantidades. Kóstov se salvó de un accidente similar en el metro de París porque, por una razón desconocida, el ricino salió de la bola en una cantidad ínfima, no dañina para el cuerpo. Desde entonces estos dos casos son conocidos como los del paraguas búlgaro.
Pero la cosa no terminó con la caída de los regímenes comunistas ya con una Unión Soviética desmembrada y su principal república convertida en la Rusia que hoy conocemos. Los servicios secretos de la nueva Rusia, herederos de la KGB, no podían tolerar la llegada a la presidencia de Ucrania de un ferviente enemigo de la supeditación de su país a la nueva Rusia y con planes de acercar Ucrania su país a la Unión Europea y la OTAN. Hablamos de Víctor Yúshchenko. Él también fue envenenado, aparentemente durante una comida, descubriéndose que el producto utilizado fue la dioxina. Como consecuencia de este envenenamiento su cara se desfiguró horriblemente con ictericia, inflamación y manchas. A pesar de todo sobrevivió al envenenamiento, desde Moscú se hacía creer que había sido un auto envenenamiento. Hoy lleva una vida apacible como ex presidente de Ucrania, pero marcado física y espiritualmente por el resto de su vida.
También tenemos el caso de Alexander Litvinenko, antiguo espía que había trabajado para la URSS, y elemento muy molesto para las nuevas autoridades rusas por todos los conocimientos que tenía. Alexander, junto con dos otros exespías soviéticos, se instaló en Londres. Los otros dos lo invitaron a un elegante hotel de la capital inglesa para hablar “de negocios”. Todo quedó registrado por las cámaras de seguridad, tanto del hotel como de las calles londinenses. Alexander tomó un té con el que más tarde se descubrió lo habían envenenado con polonio 210. El polonio 210 es una sustancia radioactiva altamente peligrosa para los seres vivos. Por casualidad se pudo saber que lo que había enfermado a Alexander era la ingesta de polonio 210 por la participación casual de un ingeniero nuclear inglés en las investigaciones. A los 11 días de enfermedad murió Alexander Litvinenko.
Conocida la sustancia que lo había envenenado y el lugar donde se había producido el envenenamiento por la radioactividad lograron seguir la traza de todos los lugares por donde habían estado los asesinos con el polonio: en un avión de la British Airways procedente de Moscú, a dónde había ido uno de ellos aparentemente para buscar el producto, en un hotel de Hamburgo donde también había estado el susodicho ex espía, en el hotel donde Alexander tomó el té, en un restaurante de sushis donde se habían encontrado días antes y aparentemente había sido un primer intento de envenenamiento, hasta en el metro y las calles de Londres. En el lavamanos del baño del restaurante donde fue la cita la concentración era la más importante. Todo hace pensar que fue en ese lugar que el asesino manipuló el producto para después colocarlo en la taza de té.
La BBC describió este asunto como “un acto de terrorismo nuclear en las calles de Londres”. Huelga decir que los dos espías huyeron de inmediato a Moscú. Todo el mundo apunta directamente a Putin como responsable directo de este asesinato.
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