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Guatemala: ¡puedes ser un país rico!

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En el comienzo mismo de un nuevo año, con regocijo comunico esta personal convicción: Guatemala, nuestra amada Guatemala, puede devenir uno de los países más ricos del mundo; y la mayoría de sus hijos puede escapar de ese estado de pobreza que parece ser su único estado posible. Es una convicción que no surge de una imaginación desesperada, o de un clamor patológico de consuelo, o de una apremiante necesidad psicológica de creer que el infierno de pobreza no es el único destino de la mayoría de los guatemaltecos.

Es una convicción que surge de sucesos que la historia económica del mundo se complace en mostrar; y lo que muestra es que uno de los países más pobres del mundo puede convertirse en uno de los países más ricos de ese mismo mundo, no durante siglos desesperantes sino durante décadas tolerables. Un ejemplo es Singapur. Es una república parlamentaria constituida por multitud de islas, que forman un territorio de 700 kilómetros cuadrados, situado en la península de Malasia, entre Malasia misma hacia el norte e Indonesia hacia el sur.

Singapur surgió en el año 1819. Era un territorio portuario, en el cual el estadista británico Stamford Raffles construyó un puerto que adquirió notable importancia en el sudeste asiático. A partir del año 1826 el puerto fue parte del imperio británico. El periodista Ferghane Azihari, especializado en política europea, comercio, competencia y relaciones internacionales, relata que, en el final de la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido recuperó Singapur, cuyo territorio había sido conquistado por Japón en el año 1942. En el año 1958 Reino Unido otorgó a Singapur amplia autonomía, que equivalía a independencia. En el año 1963, Singapur se unió a Malasia En el año 1965 cesó la unión, principalmente por motivos político-ideológicos y étnicos.

En el año 1966 Singapur tenía dos millones de habitantes y un producto anual por habitante de 5,400 dólares. Reino Unido tenía 55 millones de habitantes y un producto anual de 15,500 dólares; y Malasia, diez millones de habitantes y un producto de 3,400 dólares. En el año 2016 Singapur tenía seis millones de habitantes y un producto anual por habitante de 66,000 dólares. Reino Unido tenía 66 millones de habitantes y un producto de 37,000 dólares; y Malasia, 31 millones de habitantes y un producto de 23,000 dólares. Singapur, entonces, multiplicó el producto por habitante de Reino Unido y Malasia. Son cifras citadas por Ferghane Azihari.

El fantástico éxito de Singapur fue obra de una intrépida aproximación a la libertad económica. De hecho, Singapur se convirtió en un puerto libre mundial. Una parte esencial de la libertad económica fue la libertad de comercio exterior, hasta un grado tal que Singapur no exigía reciprocidad de libre comercio. Le importaba la libertad de comercio exterior, independientemente de que otros Estados la restringieran.

En el mundo, Singapur posee uno de los mercados financieros más grandes y uno de los principales puertos marítimos. Es uno de los países con mayor producto por habitante. Tiene una combinación de democracia republicana y severo autoritarismo, que ha sido objeto de crítica. Es uno de los llamados “tigres asiáticos” de la economía. Los otros son Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán.

Sus principales actividades económicas son la electrónica, la industria petroquímica, el comercio, las finanzas, la ingeniería mecánica y los servicios comerciales. Estos servicios están destinados al comercio, los negocios, el transporte, las comunicaciones y las finanzas; y aportan casi 70% del valor total de la producción anual, y emplean a casi 84% de la población económicamente activa.

Es uno de los países con menor criminalidad en el mundo, luego de haber sido, antes de la década del año 1960, uno de los países con mayor criminalidad. La pena de muerte ha sido el recurso principal para reducir la criminalidad. El modo de imponerla es el ahorcamiento. Singapur brinda un ejemplo impresionante del poder disuasivo que tiene la pena de muerte si hay certeza de que será impuesta.

El nombre de los violadores sexuales es divulgado públicamente. En los órganos periodísticos se publican diariamente las fotografías de los delincuentes y se informa sobre los delitos que han cometido. Los reos son forzados a trabajar. Los funcionarios públicos corruptos son condenados a pena de muerte. En el año 2007 había aproximadamente medio millón de presos. Pronto hubo solamente 50 presos.

Singapur demuestra que para prosperar no es necesario tener un territorio 150 veces mayor; pero Guatemala lo tiene. Demuestra que no es necesario tener abundantes recursos naturales; pero Guatemala los tiene. Demuestra que no es necesario ocupar una ventajosa posición geográfica; pero Guatemala la ocupa. Demuestra que no es necesario estar muy próximo al mayor mercado mundial, es decir, Estados Unidos de América; pero Guatemala lo está. Demuestra que no es necesario ser un país agrícola productor de alimentos; pero Guatemala lo es.

Nuestra Guatemala, nuestra amada Guatemala, no es víctima de algún destino aciago que ha condenado a la mayoría de los guatemaltecos a la desnutrición, el hambre, la enfermedad, la mortalidad por enfermedad, la ignorancia, la improductividad económica, el simulacro de vivienda y la dificultosa longevidad. Nuestra Guatemala, nuestra amada Guatemala, es víctima de la represión de la libertad económica; represión que paraliza y hasta aniquila la potencia creativa que el ciudadano puede emplear para beneficiarse a él mismo y a su prójimo mediante la producción y el intercambio de bienes y servicios económicamente valiosos.

Nuestra Guatemala, nuestra amada Guatemala, puede ser tan próspera, y hasta más próspera, que Singapur. Un comienzo general es tener una mentalidad propicia para reducir el poder del Estado sobre el individuo, hasta que solamente sea el poder de garantizar el derecho a la libertad de modo tal que la libertad de cada uno sea compatible con la libertad de todos. Con ese comienzo, en el horizonte surgirían resplandores de novedosas auroras de prosperidad.

Un comienzo particular es abolir para siempre, como si fueran maldiciones destinadas a sepultar, ya no el progreso de la sociedad, sino la esperanza de progreso, estas creencias: primera, debe haber igualdad económica de los ciudadanos; segunda, los altos impuestos a la riqueza promueven la prosperidad de la sociedad; y tercera, el Estado debe repartir la riqueza para lograr igualdad y progreso. Abolir esas creencias es comenzar a transitar desde una ominosa obscuridad hacia una promisoria luminosidad.

Post scriptum. En Singapur, la intervención del Estado en la economía ha impedido una mayor prosperidad. Guatemala podría eliminar cualquier intervención que no sea aquella de garantizar derechos, y ser un país más próspero que aquel espléndido tigre asiático.

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